Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

viernes, 22 de mayo de 2015

Para la nueva generación del PSOE.

Estos días estoy teniendo la sensación de que se me quiere jubilar de nuevo a mis casi 73 tacos. ¿Será que Albert Rivera tenía razón, cuando dijo aquello de que los nacidos antes de la Constitución “pa casa”, que aquí ya no pintáis nada? El pasado domingo, la Federació Balear de Muntanyisme me otorgó una placa, en agradecimiento a mis servicios al montañismo mallorquín. Y esté miércoles el PSIB-PSOE me concedió la rosa de plata, igualmente por mis servicios al partido. La montaña y el partido no me deben nada, yo se lo debo todo a los dos. Recuerdo que nuestro inolvidable Presidente Ramón Rubial, que se pasó la mitad de su vida en las cárceles franquistas, cuando alguien le agradecía todos sus sufrimientos en pro del partido, decía eso: el partido no me debe nada, de todos los años que pasé encarcelado, ni un solo minuto lo hice por voluntad propia, libremente. Pues eso. Pero por si acaso alguien tuviera esa tentación de enviarme a casa (que no es el caso del Partido ni de la Federación), quiero decirles alto y claro: no lo vais a conseguir. Hasta el final de mis días seguiré en el PSOE peleando, en función de mis capacidades físicas y mentales. Orgullo de pertenencia y lealtad. Pero lealtad bien entendida, pues a menudo se confunde la lealtad con la sumisión, con al amén a lo que sea, con el acatamiento acrítico a cualquier cosa. Hace unos días, comiendo con mis primos en Campos, Valentín me decía: tú defiendes al PSOE sólo por lealtad. Y le contesté que sí, pero que por lealtad yo entendía el decir siempre lo que pienso, especialmente a los que más quiero, sean personas, colectivos o partidos.
A pocas horas de unas elecciones, la dura realidad de la política, querría dirigirme a la nueva generación de militantes del PSOE que han tomado las riendas del mismo, para sacarnos del hoyo, para aconsejarles un par de recetas (no se expenden en las farmacias) que les ayuden a resistir a lo largo de los difíciles días, que vendrán después del próximo domingo.
La primera ya la he avanzado: Orgullo de pertenencia y lealtad a nuestras convicciones e ideas. Y también aguantar y resistir, anclados en nuestra ideología. El bonito Ils ont tenu del que hablaba Annie Kriegel, al referirse a los socialistas franceses que habían hecho frente a tsunami comunista en los años veinte (ver http://senator42.blogspot.com.es/search/label/Ils%20ont%20tenu%20%28II%29).
La segunda es tener siempre presente que la Historia no se acaba nunca, al menos no hasta que desaparezca el universo. Decía Einstein aquello de que: “Sólo hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, y de la primera no estoy seguro”. Pero sí podemos estar seguros de que la historia (así con minúscula) de esta época no se acaba el próximo domingo, ni siquiera a finales de año con las elecciones legislativas. Así que mucha paciencia, mucha confianza y una entereza incombustible. El contacto con la dura realidad de la política, irá aclarando quien es quien o qué, con más celeridad de la que a veces pensamos.
Y mucho, total respeto por lo que voten los ciudadanos, sea lo que sea. Como escribe Michael Ignatieff en su libro “Fuego y cenizas”: “Si dejamos de creer en la racionalidad última de los votantes, no poseeremos la fuerza necesaria, para hacer que la democracia funcione” (ver http://senator42.blogspot.com.es/search/label/Llamada).
Y tercera y última receta, recordar siempre que no es la primera vez, y supongo que no será la última, que en la Historia aparece un “salvador” a la izquierda de la socialdemocracia, cualquier artefacto que sueña asaltar el cielo en un visto y no visto. Ya desde mediados del s.XIX los socialistas y marxistas compitieron, en el seno de la “I Internacional” con la corriente anarquista, que en España se concretó en la organización anarquista-sindicalistas de la CNT-FAI. Con ella el PSOE peleo duramente a veces, y en otras colaboró, como en el gobierno de Largo Caballero en la Segunda República. Y el anarquismo organizado desapareció del mapa político, según avanzaba el s.XX.
A nuestra izquierda le sustituyó el Comunismo. Desde la revolución rusa del 17, el comunismo pareció que se iba a comer el mundo. El comunismo era el presente y el futuro de la emancipación humana, el socialismo era el pasado. En Francia el partido socialista, la SFIO, sufrió una importante escisión en su Congreso de Tours en 1920. Unos dos tercios de sus 300.000 militantes cedieron a los cantos de sirena de la III Internacional comunista dirigida desde Moscú, y fundaron el Partido Comunista Francés. En la SFIO, la vielle maison, sólo permaneció un tercio. Pero en poco menos de cinco años, los socialistas se habían recuperado y sobrepasado a los comunistas (ver http://senator42.blogspot.com.es/search/label/Ils%20ont%20tenu%20%28II%29)
Hoy el Partido Socialista Francés gobierna Francia y preside la República, con muchos problemas, sí, pero ¿dónde está hoy el partido comunista francés?
En España la incidencia del tsunami comunista, al inicio no fue importante. Sólo un centenar de militantes jóvenes, “los cien niños”, abandonaron el PSOE para fundar el Partido Comunista. Durante nuestra infausta guerra civil, y gracias a la ayuda de la URSS a la República, los comunistas fueron creciendo en número e importancia. Y durante la larga dictadura franquista, gracias a su coraje y su organización férrea, llegaron a relegar al PSOE. Tanto que al inicio de la Transición, todo el mundo daba por seguro que en España, se repetiría un esquema político como el de Italia: un partido comunista hegemónico, y uno socialista secundario. Pero no, el PSOE se había renovado a fondo y conectó perfectamente con la ciudadanía. Y en las Constituyentes emergió como el gran partido de la izquierda. En la Transición los socialistas pelamos duro con los comunistas, especialmente en los años de Anguita, pero en otros momentos llegamos a pactos importantes con ellos, como después de las primeras municipales en 1979, para formar mayorías en los ayuntamientos. Por nuestros garrafales errores, en los últimos tiempos nos hundimos en un hoyo. Pero desde hace un año parece que nos vamos recuperando. ¿Y dónde está hoy el mítico PCE?
Y ahora nos emerge ¿por la izquierda? Podemos. Pues bueno, no es nuevo ¿verdad? Tiempo al tiempo, y tiempo al contacto con la dura necesidad de tomar decisiones en las instituciones. Por eso jóvenes socialistas que habéis tomado las riendas del nuestro renacer, de la conducción de “La historia de los orígenes reiniciados” como escribía poéticamente Tony Judt, mucha fuerza, mucha constancia, orgullo de pertenencia, lealtad a nuestras ideas y convicciones, cintura política, liderazgo y, muy especialmente:
Como decía Ortega y Gasset: ¡¡ Ser ante todo, la verdad de lo que somos!! Salud.

Palma. Ca’n Pastilla a 22 de Mayo del 2015.



martes, 12 de mayo de 2015

Notas sobre mi Filosofía de la Historia

Ya he escrito alguna vez sobre mis conceptos acerca de la Historia (la cual para la Política es determinante) y de la influencia de Hegel en ellos (ver por ejemplo “La Historia”: http://senator42.blogspot.com.es/search/label/Historia%20La).
Reconozco que en mis análisis de los cambios sociales utilizo ciertos conceptos y esquemas, aprendidos de la interpretación materialista de la historia de Marx. Pero espero que menos como dogmas y sistemas de referencia, que como simples útiles de análisis entre otros. A lo largo de mis muchos años de estudios sobre esta materia, he llegado al convencimiento de que la Historia no está determinada ni orientada de entrada, por una finalidad o un sentido. A mi entender permanece “abierta”, dependiendo, a fin de cuentas, de la acción de los hombres, de su libertad y de su arbitrio. Intelectualmente me repugna toda clase de “mesianismo”, en nombre del cual tantos crímenes se perpetraron en los siglos pasado, y aun hoy. Y de ahí también mi rechazo de la ideología entendida como discurso de interpretación global del mundo, como una Weltanschauung, y como guía de la acción. Seguramente esta concepción relativista de la Historia, tiene mucho que ver, en el plano filosófico, con mi concepto de Razón heredado de Kant, como el único medio de que disponemos los hombres, para ordenar nuestra representación del mundo y guiar nuestra voluntad de transformarlo.
Y también he sido muy influido en mi concepto de la Historia, por la tesis doctoral de Raymond Aron: “Introduction à la philosophie de l’histoire. Essai sur les limites de l’objectivité historique" de 1938 (publicada por Gallimard 1968). En ella trataba de las relaciones entre los acontecimientos, su explicación y la verdad histórica. Y rechazaba, a la vez, la idea de un sentido de la Historia, con un horizonte de una sociedad ideal a construir, tanto como la idea de una Historia sin significado. Para Aron no existe una explicación determinante de la Historia, si no un conjunto de compulsiones o fuerzas entre las cuales los hombres deben desenvolverse. Y que es mediante esa acción, como encuentran su libertad. Afirmaba igualmente que había al menos tres ideas maestras, que eran esenciales para él: la primera era la pluralidad de interpretaciones posibles de los hombres y de sus obras, lo que se denomina el relativismo histórico en la interpretación del pasado. Una segunda idea era la de que no puede haber un determinismo global de la Historia, comparable al determinismo marxista. Y finalmente una tercera, que era la que determinó su actitud en la vida política, las condiciones de la acción política general, en la que, en contra de la moda de entonces, él no utilizaba el concepto sartriano de engagemente, compromiso; si no dos palabras que podrían ser su equivalente. La primera era la de choix, elección (la misma que utilizaba el gran político francés, radical y luego socialista, Pierre Mendes France) y la segunda décisión.
No siempre estoy de acuerdo con Aron, pero sí hay tres conceptos aronianos con los que comulgo cómodamente: “Los hombres vivimos en la historia; el hombre es histórico; y el hombre es historia”. Vivimos efectivamente en la historia, en el régimen democrático de la Constitución de 1978, que surge de la dictadura franquista, que nace de la II República, que viene de la restauración borbónica… Somos españoles. Existe una España desde hace miles de años. Y así sucesivamente. En cuanto al segundo concepto “el hombre es histórico”, significa que el hombre se forja por el medio histórico en que nace. Existe “en” y “por” el devenir de las instituciones y de las sociedades. Y finalmente “el hombre es historia”, es lo mismo que decir que la humanidad entera es una historia, una aventura que comienza con un animal carnívoro, y acabará no sé cómo. Y ya que desconozco el final, quizás mejor será decir que “el hombre es una historia inacabada”.
La historia es “libre” porque no está escrita de entrada, ni determinada como una fatalidad, y es imprevisible como el hombre mismo. Pero deberíamos matizar un poco. Hay grandes movimientos de la historia que, en bruto, son previsibles, los que llamamos “movimientos pesados”. Por ejemplo podemos prever aproximadamente cual será la población española de aquí a veinte años. Pero no existe un determinismo global de los acontecimientos históricos. En consecuencia lo que nos importa más, la calidad de las instituciones, la naturaleza del Estado, la cualidad de los hombres, todo ello, en gran parte, es imprevisible.
Por poco que conozcamos de la Historia, encontraremos en ella muchos motivos para pensar que ella, la historia, ha sido dominada por las pasiones. Incluso algunos pensadores, como Eric Weil, han escrito: “El hombre es un ser razonable, pero no está demostrado que los hombres sean razonables”. La historia humana se ha desarrollado, a menudo, entre el ruido y la furia. Pero ello no es razón suficiente para la desesperación. Podemos o debemos aceptar de una vez por todas, que todo lo que la humanidad ha conquistado, ha tenido un precio, y que no hay progreso que no tenga su cara negativa. Pero hay que seguir peleando, entre el tumulto y las emociones, para hacer triunfar la razón y la lucidez.
Como ya he apuntado en ocasiones, yo tengo mucho de escéptico (apasionado pero escéptico, aunque no sé bien como se come eso) y por tanto no me hago demasiadas ilusiones sobre la naturaleza humana, y lo que pueden llegar a hacer las sociedades. También he afirmado que no creo en el “sentido de la historia”, ni en las grandes filosofías que afirman la existencia de un comienzo y un final. Y sin embargo sigo siendo bastante optimista, y pienso que existe un margen de maniobra para el hombre. No creer en el sentido de la historia, no implica pensar que la historia humana no progrese en una cierta dirección; y sobre todo no significa creer que los hombres que reflexionan, no se puedan plantear ciertos objetivos. Soy bastante kantiano, y de ahí extraigo una noción que mantengo contra viento y marea: la idea de la Razón, una cierta representación de una sociedad realmente humanizada. Hay que continuar soñando, deseando, o esperando, a la luz de la idea de la Razón, una sociedad mucho más humana. Pero lo que me parece absurdo, es imaginar que, digamos, la propiedad colectiva de los medios de producción, sea el inicio de la realización de la idea de la Razón. Y eso es lo que más me molesta de algunos pensadores como Merlau-Ponty, por ejemplo. Por supuesto es concebible una idea de la Razón y de una sociedad humanizada, pero no alcanzo a ver que sea únicamente el proletariado o la propiedad pública, lo que defina una sociedad conforme a la Razón.
¿Los hombres son, somos, libres a la hora de elegir su destino? Bueno, si con ello queremos decir que los hombres, considerados colectivamente o globalmente, construyen su destino, y no existe Dios, pues sí, son ellos evidentemente quienes lo construyen. Ahora bien, si lo que nos preguntamos es ¿fulanito de tal es libre de su destino, de su historia? La respuesta es, claramente, no. Todos venimos determinados por el medio, por nuestro origen, por los cromosomas. Pero incluso admitido esto, existe un margen de libertad, existe una toma de consciencia de nosotros mismos, que da un sentido a nuestra decisión de hacer esto o aquello.
Personalmente, a pesar de las calamidades, injusticias y retrocesos, sufridos estos últimos años, sigo creyendo en el progreso. La mayoría de las civilizaciones han atravesado diversas fases hasta llegar a su final. Este proceso sigue siendo plausible hoy. Cada uno se construye su propia filosofía respecto a la Historia. Por lo que a mí concierne, a pesar de mis experiencias, a pesar del siglo XX, sigo siendo un progresista.
La humanidad, a mi entender, no tiene otra esperanza de sobrevivir que la Razón y la ciencia. Todo lo que resta es indispensable también para vivir, pero la condición para que la humanidad continúe su aventura, una aventura extraordinaria por cierto, si reflexionamos sobre el punto de partida y en el que estamos hoy, esa condición, si deseamos que esta aventura tenga algún sentido o valor, no es otra que depositar nuestra confianza en una forma de pensar que de oportunidad a la verdad. Se trata de diferenciar entre las ilusiones, las pasiones, las esperanzas y, especialmente, la verdad que se pueda demostrar. En política no se puede demostrar la verdad, pero podemos intentar, partiendo de lo que sabemos, tomar decisiones razonables.
Estas son algunas de mis convicciones respecto a la filosofía de la historia, pero si no te gustan tengo otras (cómo diría el Marx actualmente aún válido).

Palma. Ca’n Pastilla a 11 de mayo del 2015.