Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

lunes, 22 de diciembre de 2014

Gauche divine o Izquierda chic

Siempre he sido de izquierdas. En cierto sentido (poco científico) pudiera decirse que lo he sido desde antes de la cuna. Mi padre era republicano azañista, y estaba afiliado a la UGT. Mis abuelos Gregorio Alonso y Miguel Sarmiento fueron hombres progresistas. Mi abuela María, Maria o Marie (de las tres maneras la llamaban en la familia) Porcel era una mujer excepcional, muy avanzada para su época, y de la que aprendí muchas cosas. Y mi bisabuela francesa Marie Bouché, por lo que me contaron, votaba a los Radicales, la izquierda de la III República Francesa. Así que como se ve, en la familia hemos estado, desde siempre, embroncados con la derecha, con los conservadores, aunque hemos tenido, y yo sigo teniendo aún hoy, muy buenos amigos que lo son.
Pero hay una cierta “izquierda” que, a lo largo de mi vida, me ha irritado tanto o más que la derecha. Esos grupitos de “intelectuales” (profesionales liberales, artistas, escritores…) que se reunían en los mejores bares o restaurantes, para cambiar el mundo mediante la revolución, y luego se iban a dormir, tan satisfechos ellos con lo muy de izquierdas que eran. Hoy en día esos mismos están en las redes. Autopromocionados “intelectuales” mediáticos, que se pavonean distraídamente ante el admirativo espejo de su audiencia electrónica. Como escribía Antonio Elorza: “Con frecuencia los tuits son como los insultos que se dirigen los automovilistas de un coche a otro. El agresor disfruta de la doble coraza del posible anónimo y de la brevedad impuesta del texto, lo cual justifica quedarse en un improperio, sin tomarse el trabajo de argumentar”
Me estoy refiriendo, como muchos ya habrán interpretado, a lo que llamábamos la “Gauche divine” o la “Izquierda chic” (La Gauche Divine (‘izquierda divina’ en francés) fue un movimiento de intelectuales y artistas de izquierda que se extendió por la Barcelona de los años sesenta y comienzos de los setenta. El grupo estuvo ligado al movimiento cinematográfico denominado Escuela de Barcelona. El escritor y periodista Joan de Sagarra fue quien bautizó al grupo con el nombre de Gauche Divine en las páginas del periódico Tele/eXprés en octubre de 1969 a raíz de la fiesta de presentación de Tusquets Editores en el Price). Y por extensión denominamos así en Madrid, en mis tiempos en la universidad, a otros supuestos intelectuales, que esperaban las madrugadas en el Bocaccio, o en otros locales de élite.
Son esas personas que se sienten muy a gusto en su excelsa minoría. Esos que entienden que un libro, o una película o cualquier obra humana, no puede ser bueno si resulta del gusto de mucha gente. Los que no pertenecerán jamás a un partido que obtenga muchos votos, pues confunden la autenticidad de la izquierda, con la irrelevancia y marginalidad extramuros del sistema. Los que se sienten a disgusto compartiendo las ideas que, en un momento dado, puedan ser apoyadas por la mayoría del “pueblo”, vocablo, por otra parte, del que se les llena con frecuencia la boca. Los que sufren un miedo cerval a “ensuciarse” las manos con el ejercicio del poder, como nos decía D. Joaquín Ruiz Giménez. Los que hacen supuesta estética, pero no política.
Ya se habrá entendido que no me refiero a Podemos ¡¡que me lo veo venir!! Ni a Iniciativa (a pesar del video que incluyo) ni a ningún otro partido o movimiento político, de los que se baten el cobre y trabajan duro a diario por sus ideas, las que sean. Pero por si alguien pudiera pensar que esa es otra ocurrencia o enajenación mía, se pueden examinar escritos o manifestaciones de intelectuales y/o políticos mucho más profundos que yo.
Por ejemplo Albert Camus, hablaba sobre el “odio de si mismo” del intelectual burgués y de su fascinación por la violencia. Siempre, añado yo, que ésta, la violencia, tuviera lugar en otro país o, por lo menos, lejos de su ciudad. Una de las cosas que le disgustaba más a Camus de los intelectuales parisinos (afirma Tony Judt en “El Peso de la Responsabilidad”) era la convicción de estos, de que tenían algo que decir sobre todas las cosas, y que todas las cosas podían reducirse al tipo de cosas que querían decir. Jean Paul Sartre les soltó: “Ustedes pronuncian sentencias y el mundo sigue impasible. Sus condenas se desintegran con el contacto de la realidad, y ustedes se ven obligados a comenzar de nuevo”. Y Claudio Magris en “Microcosmos” escribía: “Federico Tavan es el poeta maudit transgresivo-inocente, socialmente irregular e indigesto, marcado por diversas marginaciones, y proclive, como muchos autores de su cuerda, a hacer de ello un ostentoso estilo de vida”.
El Roto
Pero bueno, más modernas, un par de perlas. Matteo Renzi, actual Presidente del Gobierno italiano, afirmó no hace mucho: “… porque la actitud típica de la izquierda de superioridad moral e intelectual, típica de los salones radical chic, que a menudo inspiran también a los medios italianos, no se corresponde con la realidad de nuestro país”. Y la traca final. Pablo Iglesias, sí, sí, el de Podemos, declaró: “A determinadas izquierdas, a algunas las conozco muy bien, les entusiasma y les hace muy feliz ser una minoría, antes que afrontar contradicciones políticas, rodeado de mis símbolos, de mi gente, de un discurso fácil que lo critica absolutamente todo (sic.) sabiendo que jamás me voy a tener que manchar las manos y asumir que el cambio político implica jugar en un terreno que no es el nuestro”.
¡¡Pues eso!!

Palma. Ca’n Pastilla a 21 de Diciembre del 2014.

domingo, 14 de diciembre de 2014

El Poder

No me gusta nada, nada, esa carrera de los medios para ver quien le saca más trapos sucios a Podemos, sean verdaderos o inventados. Nunca he estado acuerdo con esta dialéctica del ¡¡tu más!! con esa caza inquisitorial, con esa cruzada ¿moral? contra todo aquel que tenga, o aspire a tener, un cargo público. Jamás he estado de acuerdo con intentar ganar en los juzgados, lo que no se es capaz de lograr en el ámbito de la pura política. Al adversario político hay que derrotarlo políticamente.
Aunque no esté de acuerdo con muchos de sus planteamientos, formas de organización, tácticas políticas… etc. a Podemos debemos agradecerle bastantes cosas, algunas ya se han dicho: haber despertado del sueño de los muertos a los otros partidos de izquierda, PSOE e IU; haber hecho un diagnóstico certero de la razonable indignación de la ciudadanía… y también otras: haber conseguido que muchos jóvenes (y otros no tan jóvenes) se interesen seriamente por la cosa pública, por los problemas económicos y sociales; que muchos ciudadanos se rebelen contra esta vida mecanizada, contra esta sociedad del consumo, sin horizontes no materiales; contra la apatía y la sumisión. Una vez que se han ¿organizado? y han presentado propuestas ¿realistas? No es justo tratarlos ya de meros populistas. Hay algo de verdad en sus palabras, aunque estén mezcladas con demasiadas “ilusiones”.
Pero en las últimas semanas hay un par de cosas que me han sorprendido mucho de ellos, de sus líderes. En política todos deberíamos jugar con las mismas reglas. Recuerdo que cuando éramos chavales, con la pandilla nos inventábamos juegos nuevos, y los dotábamos de unas ciertas reglas, puede que no muy justas, o lógicas, pero todos las respetábamos. Y cuando alguno se las saltaba, le decíamos aquello de “aquí jugamos todos o pinchamos el balón”. Hace no mucho que los podemistas irrumpieron en el espacio político como caballos en una cacharrería: llamaron “casta” a todos los políticos sin especificar, acusaron de deshonestos a todos los demás que se dedicaban a la vida pública, sin tampoco individualizar, pusieron a caldo a todos, todos, los que habían luchado por una Transición democrática… Bueno, vale, pero que ahora no lloriqueen por lo menos, cuando se les trata con la misma moneda, las mismas ¿reglas? y se les busca las cosquillas.
No estoy nada de acuerdo con esa campaña mediática de acoso a Podemos. Pero lo que más me ha llamado la atención, lo que más me ha sorprendido, es comprobar como unos profesores de ciencia política, se caían de repente del burro. Deberían saber por sus estudios, que una cosa es teorizar sobre la política, y otra bajar a la arena de la misma a batirse el cobre. Tendrían que haber aprendido que eso de la política, al final se trata del Poder. Y que con el Poder pocas bromas, hay demasiados intereses en juego, lícitos o no. Debería haber leído a Hegel, o a Shakespeare, que tanto sabía sobre el campo del comportamiento humano, y nos describió de forma hermosa todos los escenarios posibles del mismo, especialmente los que hacen alusión más directa a la lucha por el Poder en el seno de los grupos humanos. Incluso mejor, deberían haber estudiado a Max Weber, que dijo algunas cosas como estas sobre el Poder:
Max Weber
“Poder significa la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera sea el fundamento de esa probabilidad”
El poder se puede encontrar con infinitas formas en las sociedades, es por eso que Weber desarrolló el concepto de dominación, una forma de poder más precisa y especializada. El poder es una fuerza que se ejerce contra algo para algún fin, mientras que la dominación es el control que se tiene de una cosa para un fin, sin ejercer ninguna fuerza. La dominación crea disciplina, obediencia por parte de las personas sin resistencia ni críticas”.
Weber también explica que el poder y la dominación no solo tienen fines económicos, sino que pueden tener intenciones más generales. Por ejemplo el honor frente a la sociedad que produce tener poder o la educación en la escuela o el hogar. Los medios para alcanzar el poder son muy variados, pueden ir desde el empleo de violencia hasta la publicidad.
¿Que esperaban estos jóvenes profesores, que los medios controlados por los poderes financieros, les ovacionaran y aplaudieran? O como le dijo Iñaki Gabilondo a Pablo Iglesias en la entrevista que le hizo: ¿Qué esperabais, que os extendieran la alfombra roja y os tocaran las cítaras? Y eso que han tenido la suerte de emerger a la política en los días de las redes sociales y los medios digitales, más difíciles de controlar económicamente. Que estudien las hemerotecas y las videotecas de los años 70 y 80, y comprobarán como el franquismo defendía el Poder. Y cuando a pesar de todo se les escapaba, recurrieron al último medio, el de las armas. Repito, no estoy de acuerdo con el juego sucio, y creo que nunca lo he utilizado. Pero saber que en la política, en la lucha por el Poder, se juega duro, es el "abc"de cualquier principiante político. Lo primero que tienes que aprender, es a desayunarte cada mañana tragándote un sapo, y a apechugar con lo que se te venga encima el resto del día. ¿De verdad, de verdad pensaban que según fueran subiendo en las encuestas, la derecha les iba a ceder el Poder amablemente, incluso aplaudiéndoles?
¡¡Bienvenidos a la Política!!

Palma. Ca’n Pastilla a 14 de Diciembre del 2014.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Ruptura o reforma. El compromiso.



Hace unas semanas, después de escuchar una entrevista a Pablo Iglesias, en la cual se pronunciaba, una vez más, por acabar de raíz con el régimen del 78, volví a releer unas páginas del libro de Raymond Aron “Introduction à la Philosophie de l’Histoire. Essai sur les limites de l’objectivité historique”, las cuales me reafirmaron, por si lo hubiera necesitado, en la idoneidad de la reforma, frente a la ruptura o revolución. En la pertinencia de no derribar la casa que nos acoge, antes de saber en que nuevo edifico nos cobijaremos. En reformar la Constitución, mejor que llevarnos por delante el ¿régimen? del 78, con todas sus consecuencias. No hay que confundir los deseos de reformar el sistema con los de destruirlo. Alguien dijo aquello de “los experimentos, mejor con gaseosa”.
Lógicamente, importa ante todo, aclarar si se acepta o no el orden existente, aunque podando de él todas las ramas envejecidas o muertas. Esta sería la primera alternativa a dilucidar. A mi modo de ver, el revolucionario, el rupturista, no tiene más programa que el demagógico. Aceptemos que tiene una ideología, es decir, la representación de otro sistema, que transciende el presente y que es, probablemente a día de hoy, irrealizable. Pero sólo el éxito de su “revolución” permitiría discernir entre la anticipación y la utopia. Porque si uno se atuviera a las ideologías en bruto, sin contrarrestar con la realidad su factibilidad, todos nos uniríamos espontáneamente a los “revolucionarios”, que normalmente prometen más que los demás. Los recursos de la imaginación superan necesariamente a la realidad.

¿Qué significa para mí la prioridad de la reforma, frente a la ruptura o revolución? Primero y ante todo, obliga a un estudio lo más riguroso posible de la realidad, y del sistema que podría suceder al actual. En la política, tal como yo la entiendo, la elección racional se sigue no sólo de principios morales y de una ideología, sino también de una investigación analítica, tan científica como sea posible. Investigación que nunca ¿lamentablemente? llegará a una conclusión desprovista de dudas, pero que nos prevendrá contra las trampas del idealismo o de la buena voluntad. Esto no significa que, por el contrario, la elección política ignore los valores o la moralidad. En última instancia no elegimos la democracia frente a sistemas totalitarios, sólo porque juzguemos que el mercado es más eficiente que la planificación central. Elegimos en función de múltiples criterios: eficiencia de las instituciones, libertad de las personas, equidad de la distribución… y tal vez, por encima de todo, por el tipo de personas que crea el sistema.
Raymond Aron, en su obra mencionada, escribía lo siguiente: “La elección no es un actividad exterior a un ser auténtico; es el acto decisivo por el cual me comprometo y juzgo el medio social que reconoceré como mío. La elección en la historia se confunde en realidad con una decisión sobre mí, puesto que tiene su origen y objeto en mi propia existencia… La decisión política, histórica, es también la decisión de cada uno acerca de sí mismo”.
Aunque a veces no  nos percatemos, al desear un orden social, estamos deseando una manera de vivir. Identificamos la situación en que vivimos, pero sólo la reconocemos como nuestra, cuando la aceptamos o la rechazamos, es decir, cuando determinamos aquella en que nos gustaría vivir. La elección del medio es una elección sobre nosotros mismos. Y ella, la elección, crea nuestro universo espiritual, al mismo tiempo que fija el lugar que reivindicamos en la vida colectiva. “No todo cambiaría con una revolución. Siempre quedaría más continuidad de la que imaginan los fanáticos” Aron dixit.
Raymond Aron con Pierre Mendes France
 En estos días angustiosos, quizás como siempre en la historia, en que afloran ciegas creencias (echarle un vistazo a las redes sociales y a la prensa digital) no estaría mal que recordáramos a algunos, que el objeto concreto de su devoción no puede ser “revelado”, y que no debería, como en las religiones transcendentes, dividir al mundo en dos reinos opuestos. Mientras vivamos en una democracia, en la que quepa la discusión, vale la pena recordar que no hay humanidad posible sin tolerancia, y que a nadie le es dado poseer la verdad total, si fuera que esa existiera.
Estamos en el terreno del compromiso, social y político, del cual se desprende (al menos siempre fue así para mí) una cierta idea del hombre, de un hombre que se compromete, que decide acerca de sí mismo, tratando de hacer que su medio concuerde con su elección. “El hombre que tiene conciencia de su finitud, que sabe su existencia única y limitada, debe, si no renuncia a vivir, dedicarse a fines cuyo valor consagra al subordinarles su ser” (R. Aron).
A mí modo de entenderlo y recordarlo con frecuencia,  el hecho de que el hombre  se defina a si mismo y su misión midiéndose con la nada, no significa, ni mucho menos, ni ceder a la moda de una filosofía patética, ni confundir la angustia de una época muy trastornada con un dato permanente, ni caer en el nihilismo, ni en el adanismo que nos ofrecen algunas organizaciones políticas emergentes a día de hoy. Muy al contrario, que el hombre se defina así, es afirmar el poder de quien se crea a sí mismo, juzgando su medio y eligiéndose. Sólo así, el hombre podrá incorporar a su yo esencial la historia que lleva en sí, y que se convierte en suya.
 Dado que nuestra condición de hombre es histórica – ser finito, que se consagra a obras perecederas, y quiere alcanzar objetivos más allá de si mismo y de su ínfima duración - ¿como no interrogarnos sobre el fin de la historia? Pero no como el fin cosmológico o biológico de la humanidad, sino con el fin  que Kant y, especialmente, Hegel, concibieron: un estado de la humanidad que respondería a su destino, y que consumaría, por decirlo de alguna manera, la verdad que los hombres persiguen. Seguro que “los jóvenes profesores de la Complutense” se han leído a Hegel, al menos esa parte de su obra. Esa era la concepción del totalitarismo nazi: finita la República de Weimar y la democracia, y comienza el  III Reich, el de los mil años. Se acabó la Historia. Pero no es así, aunque también algunos marxistas o compañeros de viaje del mismo (Sartre, Merleau-Ponty…) confundieron un objetivo particular con ese “fin de la Historia”. Algo grave está pasando, por supuesto, y aún no sabemos bien qué es. Somos responsables TODOS de lo que queramos hacer con nuestro destino, comprometámonos con él. Pero con serenidad, racionalmente, y con propuestas realistas, factibles.

Palma. Ca’n Pastilla a 22 de Noviembre del 2014.


jueves, 27 de noviembre de 2014

Adanismo



Mi antiguo compañero de partido, Pedro de Silva (Presidente del Principado de Asturias, entre 1983 y1991), escribe con frecuencia una columna (más bien una ventanita) en Diario de Mallorca. El pasado día 18 decía esto:

  <Se conoce como adanismo el deseo (y la creencia de ser posible) de iniciar todo de nuevo, borrando de un plumazo la historia anterior de la realidad en que uno vive. En política, el adanista aspira a construir el sistema desde cero, anulando el que hay e inventando sobre la marcha uno nuevo. No hay que confundir al adanista con el revolucionario, pues éste, aunque aspira a cambiar de forma radical el estado de cosas, tiene un modelo final (por ejemplo, la sociedad sin clases) y al menos bien teorizado el proceso para llegar a él. En el adanismo, en cambio, en lugar de teoría revolucionaria hay una mezcla de ingenuidad, voluntarismo y arrogancia. De la Transición nació un régimen que hoy está en profunda crisis, pero que ha dado a España el más largo periodo de estabilidad, desarrollo y progreso social de su historia contemporánea. Su secreto es que en la Transición no hubo adanismo>.

Subo al Blog estas palabras de Pedro por su interés intrínseco, pero también para demostrar a los posibles lectores, que no soy el único que escribe hoy, sobre teorías que muchos consideran “políticamente incorrectas”.

Palma. Ca’n Pastilla a 26 de Noviembre del 2014.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Ruptura o reforma. La historia


Se debate actualmente sobre si eliminar radicalmente el Régimen del 78, o reformar la Constitución. ¡¡Ruptura o reforma!! Vaya, eso suena a déjà vue. Lo apuntaba hace unos días Josep Ramoneda. Bienvenidos de nuevo a los años 70. Eso me rejuvenece, pues ya dediqué muchas horas a discutir ese dilema, allá por mis treinta años.

Por mi parte he sido siempre un reformista, no un revolucionario. En los años setenta, en el seno de la izquierda, eso era algo incómodo, pues los compañeros te acusaban de burgués. Yo venía de una familia burguesa, como otros muchos socialistas, pero no es que se metieran con la familia, es que lo de burgués en aquella época, era identificado como reaccionario. Entonces lo guay era ser revolucionario y radicalmente marxista. Algunos hablaban de democracia revolucionaria, y ya sabemos que cuando a la democracia se la adjetiva, malo (democracia popular, democracia orgánica…). Por el contrario yo intuía que un proceso acumulativo de reformas democráticas, era más factible que un intento de repetición de la toma del palacio de invierno al estilo bolchevique, y que los resultados, al final, podían ser semejantes, pero menos traumáticos, más aceptados y/o incluso más eficaces y más duraderos. Pero no sabía construir una teoría que racionalizara mis intuiciones. Hasta que un día, entre mis muchas lecturas sobre el marxismo, me topé con la famosa polémica entre Karl Kautsky y Eduard Bernstein. Y fue este último el que me proporcionó los argumentos histórico/teóricos, con los que apoyar mis intuiciones reformistas. En la década de 1890, la polémica entre Kautsky y Bernstein, fue crucial para el porvenir de la socialdemocracia. Algún día, aunque sea sólo a modo de curiosidad histórica, escribiré un poco sobre ello.
En 1974 cuando me afilié al PSOE su programa (el del Congreso de Suresnes) era rupturista o revolucionario. Unos meses después también se apuntó al partido Félix Pons, y ambos confiábamos, lo hablamos muchas veces, que aquellas ensoñaciones revolucionarias, que estimábamos muy propias de la clandestinidad, se moderarían cuando nos pudiéramos mover en una legalidad democrática, apoyándonos para esa creencia, en lo que había sido la practica (praxis se decía entonces) del PSOE en su historia, hasta los últimos y convulsos años de la II República. En el Congreso de 1976 en Madrid, aún ilegales, pero ya “tolerados” por el gobierno de Suárez, aún se produjeron algunas escenificaciones un tanto demagógicas, poco acordes con la realidad de la Europa occidental (abucheos a Willy Brandt, y sonoros aplausos a Carlos Altamirano, Secretario del Partido Socialista Chileno, y uno de los responsables, a mi entender, del trágico final de la experiencia de la Unidad Popular de Salvador Allende). Pero crecimos rápido, pronto nos hicimos adultos, y nos convertimos de activistas y agitadores, a políticos. Los dos Congresos de 1979, los famosos del debate sobre el marxismo, así lo atestiguaron.
Bernstein entre otros socialdemóctras alemanes en 1917
Fueron los años del dilema a que me he referido: ¿ruptura o reforma? Los días en que Torcuato Fernández Miranda, machacaba aquello de “desde la ley a la ley”, línea que seguía Suárez. Y en los que el Partido Comunista de España se adaptaba, casi a mayor velocidad que nosotros, a la desagradable, aunque real, situación sociopolítica de nuestra nación (escondía la bandera republicana, aceptaba la monarquía…). Y en los que su Secretario General, Santiago Carrillo, zanjaba el dilema diciendo: ni ruptura ni reforma, “ruptura pactada”. Este aggiornamento de los partidos de la izquierda en los años de la Transición ¿os suena algo a la rápida deriva de algún partido político emergente de de hoy en día?

Bernstein a los 80 años, en 1930
Pues eso, a los políticos de izquierda nos cuesta con frecuencia, aceptar que la gran mayoría del pueblo español, es menos radical que nosotros. Pero como necesitamos sus votos, no nos queda otra que atemperar nuestra radicalidad. Por supuesto eso sólo si lo que deseamos es gobernar para cambiar las cosas. Si a lo que aspiramos es a hacer estética y no política, para poder seguir sin tener que elegir entre intereses encontrados, sin tener que separar las soluciones factibles de las utópicas, sin “mancharnos” las manos en el cotidiano devenir de la governanza de lo público… entonces sí podemos seguir siendo vírgenes y puros, radicales.


Palma. Ca’n Pastilla a 22 de Noviembre del 2014.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

"Epistolario" pólítico

El otro día mantuve con mi amigo Pepe Alcalde, este interesante, en mi opinión, intercambio “epistolar”.
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Buenos días, Emilio
Me permitirás que te tutee aunque no hayamos tenido ocasión de coincidir personalmente en no más de una ocasión y por breves instantes. Privilegios de hermano en la montaña me atrevo a decir.
Recibí con curiosidad el inicio de tu andadura en la red con la apertura del espacio de debate que bautizaste con el nombre de Pensamientos de un escéptico apasionado, tomando prestada una expresión de Bertrand Russell. No me sorprendió que una persona con tu trayectoria quisiera dar su opinión acerca de lo que sucede hoy en día a partir de su experiencia y saber hacer, trasmitiéndonos sabiduría destilada en tantas aventuras. De niño aprendí más de las historias escuchadas alrededor de un brasero en casa de mis abuelos que en las clases de la escuela unitaria a las que asistía (y te aseguro que no era mal alumno).
Sin embargo tus entradas Muy Desanimado y La Transición y las Élites me llenaron de preocupación. Me he atrevido, por tanto, a enviarte este correo a modo de reflexión, obviando el mecanismo de los comentarios por su falta de discreción. Siempre desde el respeto, el cariño (si me permites la expresión y la cordialidad).
Emilio te muestras muy dolido por las referencias de la señora Colau acerca de las élites y su relación con la transición y la Constitución del 78. Y seguramente con razón. No voy a entrar a debatir con ella pero no debemos huir de nuestras responsabilidades. La calidad intelectual, ética y académica de los integrantes de aquellos primeros Congresos de los Diputados nos honran como sociedad y como nación y a ti particularmente como parte de aquella bancada. La de los últimos nos descalifican como país moderno, avanzado y democrático. Con todas las excepciones que quieras en los dos casos, Emilio. Esta situación hace que algunos, como la señora Colau, retrotraigan las culpas al origen y nacimiento del sistema. No estoy de acuerdo en absoluto con su planteamiento, pero esto me da pie para el siguiente razonamiento.
La primera obligación de un ejecutivo responsable y de nivel en una organización compleja, es la de diseñar el proceso de su propia sustitución de forma clara y sin que afecte, en forma sustancial, a la supervivencia de la empresa y su rentabilidad. Si algo pudisteis hacer mejor fue aseguraros que el inmenso caudal político que dejabais no fuese malbaratado y dilapidado en menos de una generación. Y no voy a entrar en calificativos porque se me calienta la mano y no paro. Sólo te recordaré la infausta fecha del 12 de mayo de 2010, en el que un gobernante socialista abdico de su programa y no puso su cargo a disposición de la ciudadanía como tocaba. Os costo vuestra juventud y madurez (y a algunos la vida y la hacienda) conseguir el retorno de un sistema democrático, de libertades y justicia social y no se supo asegurar su supervivencia. En un articulo que seguro que conoces de Ignacio Sánchez-Cuenca (El contrato social se ha rothttp://www.infolibre.es/noticias/opinion/2014/11/05/el_contrato_social_roto_23526_1023.html se analiza en profundidad el porque. Yo espero y deseo que los progresistas podamos recuperar la esperanza y la confianza en una nueva élite. Pero siempre respetando el principio del quid pro quo. La confianza que antes se concedía, ahora habrá que ganársela.
No te amargues demasiado. España no ha sabido ser generosa con sus grandes hombres (sobre todo con los de la izquierda) y no ha les reconocido hasta que no han sido más que un recuerdo sus esfuerzos, dignidad y trabajo. Y hablo de la gente a la que tú conociste y no a aquella que ahora se atrinchera en consejos de administración perversamente pagados. Recibe el modesto testimonio de mi agradecimiento que, aunque poca cosa, es sincero por que al menos tienes la decencia de cabrearte e indignarte. Y mientras hay sangre hay vida, querido Emilio. Sobre todo para disfrutar de nuestras queridas montañas y tus nietas de nombre más bellos aún.
Animo i p'alante.

Hola Pepe:
Me parece muy propio de un hombre culto, inteligente y educado como tú, que plantees eso del tuteo. Yo soy un antiguo respecto a eso de las formas en las relaciones humanas, y me temo que en muchas más cosas. Cedo el paso a las damas y a las personas mayores ¿queda alguna ya mayor que yo?, me levanto cuando se acercan a saludarme, no utilizo palabras mal sonantes al hablar, y trato de usted a las personas de mayor edad, si no las conozco o no tengo confianza con ellas. Hace no mucho estaba escribiendo en el bar, mientras me tomaba mi café mañanero, con El País junto al cuaderno de notas, cuando se acercó un joven y me soltó: Hola tío ¿puedo coger el periódico? Y le dije: No por dos razones, primera porque es mío, no de la casa; pero segunda porque no eres mi sobrino y me tuteas sin permiso. Pero dicho eso, he de añadir que con todos mis buenos amigos, entre los que te incluyo, nos tuteamos siempre ¡¡faltaría más!!
Siempre he creído que para tener autoridad para criticar a los demás o a sus ideas, hay que comenzar por hacer autocrítica, admitir los errores de la actuación o de los planteamientos de uno mismo. Creo haberlo hecho personalmente, y también lo han hecho, públicamente, los dirigentes actuales del PSOE. Pero es cierto que la situación ha llegado a un grado tal de deterioro, que las palabras ya no bastan, hay que corroborarlas con hechos radicales ya.
En el PSOE tenemos una gran responsabilidad por todo lo que hoy está pasando. No supimos, cuando aún teníamos autoridad para ello, transmitir un mensaje claro de lo importante que era la honestidad acrisolada en la esfera pública. Al contrario emitimos mensajes increíbles, como aquel de Solchaga cuando era ministro, de lo fácil que era en España enriquecerse, presentando ese hecho como algo positivo. Tampoco supimos reformar nuestra estructura a tiempo, haciéndola más transparente y democrática, lo cual quizás, hubiera impedido que llegaran a niveles dirigentes o cargos públicos, personajillos de muy dudosa honestidad. En el estrecho margen que existe hoy para una política económica nacional, nos dejamos arrastrar por la ola del neoliberalismo, sin reflexionarlo y, sobre todo, sin advertir a los votantes y ciudadanos, del despropósito de tales políticas. Y podría seguir y seguir con el rosario de errores cometidos.
Cuando Rodríguez Zapatero incluyó el Artículo ¿135? en la Constitución, referente al déficit público, yo ya no estaba en la política activa, pero sí en el PSOE, por lo cual no estoy libre de culpa. De lo que más me arrepiento, es de no haber hechas públicas entonces, mis ideas al respecto. Porque en mi entorno manifesté mi opinión, de que para adoptar tal medida, antes había que plantear un referéndum sobre la misma (aunque yo no sea un forofo de los plebiscitos, que no me parecen el instrumento más democrático, para decidir sobre los problemas complejos). O en todo caso, que Zapatero tenía que dimitir, informando de las presiones europeas para tal decisión, de que no estaba de acuerdo con ella, de que así no podíamos cumplir nuestro programa (como tú muy bien apuntas) y convocar elecciones. Un error más, y éste de calado.
Entiendo perfectamente, después de todos los errores cometidos, y de la corrupción que también ha anidado en nosotros, que los ciudadanos prefieran votar democráticamente, a nuevas opciones políticas emergentes. No existe la máquina del tiempo de Wells, que me permita, nos permita, volver atrás y caminar por el sendero correcto. Y tampoco soy creyente, por lo que no dispongo del recurso de la confesión, para aliviar mi conciencia y seguir adelante como si nada. Pero sí creo que lo que podemos hacer, es cambiar radicalmente nuestra forma de actuar, y esperar, sin variar el nuevo rumbo, a que la ciudadanía vuelva a confiar en nosotros, en los de la nueva generación y en sus distintos planteamientos.
Y una vez admitidos mis errores, si creo que me asiste el derecho de advertir, aunque el papel de Casandra no me satisface demasiado, sobre los errores que, a mi parecer, figuran en los planteamientos y programas de las nuevas alternativas políticas, que se presentan como vírgenes, y el bálsamo quijotesco de fierabrás. Creo que hay que cambiar en profundidad un montón de cosas, pero sin derribar en su totalidad la Constitución de 1978, que nos ha dado un periodo de libertad y avances sociales, desconocidos en nuestra historia. Una Constitución, la primera en España, que no se redactó por los vencedores, excluyendo a los perdedores. Y en la que hemos cabido todos ¡¡incluso los corruptos!!
Muchas gracias Pepe, por tus magníficas líneas. Por lo que me dices en ellas, estoy seguro que, en lo esencial, estamos perfectamente de acuerdo.
Un abrazo muy especial,

martes, 21 de octubre de 2014

La Transición y las Élites

Continuando con mi esfuerzo ¿inútil? de aportar algo de coherencia, racionalidad y sensatez a la política, me topo el pasado día 16, en el periódico digital “Critic”, con una entrevista a Ada Colau, la Presidenta de “Guanyem Barcelona”, en la que se deslizan algunas perlas como esta: “La insatisfacció amb la Transició a la democràcia feta per unes elits”.
Vamos a ver, dijo un ciego. El 15 de Junio de 1977 se convocaran elecciones legislativas, que en el devenir de la campaña se convirtieron en “constituyentes”. De manera que todos los votantes sabían de antemano, que los elegidos iban a redactar una Constitución. Se redactó la misma, y el 6 de Diciembre de 1978 se convocó un referéndum para ratificarla o no. Y la Constitución redactada por los diputados y senadores elegidos, fue apoyada por una amplísima mayoría.
Bancada Socialista en 1977. Por ahí andaba yo.
En todo este proceso ¿dónde están las élites a que se refiere la señora Colau? Por supuesto no debe referirse a todos los ciudadanos que la ratificaron. ¿A los diputados y senadores constituyentes? Por lo que yo recuerdo, en el Grupo Parlamentario Socialista, que tuvo una decisiva intervención en el redactado de aquella, había profesores, catedráticos, trabajadores manuales (bastantes), funcionarios, abogados, ingenieros, ex directivos de empresas (unos pocos, y entre ellos yo mismo), algún jubilado… pero no recuerdo a ningún compañero/a de ninguna élite social o económica. Y entre los elegidos del Partido Comunista de España (Dolores Ibarruri y Rafal Alberti entre ellos), el otro grupo de la izquierda, lo mismo. ¿Entre los de UCD y AP? Pues alguno recuerdo que fuera de familia adinerada o aristocrática. ¿Eran aquellas Cortes un club elitista? Radicalmente no.
¿Es que estábamos todos pagados y a las órdenes de alguna élite? ¿O fuimos en aquellos años una élite, por haber hecho lo que en la realidad socio/económica de aquella época era factible, o por dar nacimiento a una Constitución que reflejaba la composición de las Cortes elegidas, y en la qué, por primera vez en la historia de nuestro país, cabían todos los españoles? ¿O es que éramos los constituyentes componentes de una élite o casta, por el mero hecho de ser personas con un cargo político, elegidos democráticamente?
Dolortes Ibarruri y Rafael Alberti, dirigiéndose a la Mesa de Edad.
Porqué si se trata de lo último, y me temo que por ahí vayan los tiros de la Sra. Colau, la cosa se pone fea. ¿Van ser “insatisfactorias”, por provenir de una élite o casta, todas las actuaciones de los eurodiputados de Podemos? Y peor. Ella se va a presentar a las elecciones municipales en Barcelona, y casi con seguridad será elegida por los ciudadanos concejala ¿alcaldesa? Entonces pasará a engrosar una élite o la casta, así que ya desde el primer momento, cualquier actividad o decisión suya, podrá ser tachada de “insatisfactoria”, de no aceptable, sea cual sea el contenido de las mismas.
Y todo lo dicho no significa que yo no sea un ardiente partidario de reformar ya la Constitución, que se ha quedado obsoleta en algunos de sus Títulos. Pero a la única élite o casta que me gustaría pertenecer algún día, es a la de la inteligencia, la cultura y la honestidad.
Grupo Socialista el día que se aporobó la Constitución.
Pero por favor, un poco de coherencia, un poco de concordancia entre lo que decimos y lo que estamos haciendo.

Palma. Ca'n Pastilla a 21 de Octubre del 2014.



miércoles, 8 de octubre de 2014

Muy desanimado

Estos días me cuesta gotas de sangre escribir una sola línea. Estoy terriblemente desanimado. Continuamente me llegan noticias e informaciones de que mi mundo, en el que he vivido hasta hoy se está acabando ¿o se ha terminado ya? He creído estar viviendo en un mundo relativamente racional, poblado de ciudadanos medianamente cultos, educados y respetuosos. En una sociedad libre, bajo una democracia mejorable pero aceptable. Y, muy especialmente, en un mundo en el que sé podía confiar en la mayoría de las personas. Seguramente he sido siempre un ingenuo. Pero es que no sabría vivir pensando y sintiendo de otra manera, creyendo que todo es malo, que nada tiene solución, que no se puede acabar con la desigualdad, la injusticia y la miseria. Siendo un fatalista o un impenitente pesimista. Ni pensando lo de lo de los creyentes, que este mundo en un solar de lágrimas, y que la única esperanza está en el más allá, en no sé que paraíso perfecto. Ni siquiera he podido creer jamás en los paraísos terrenales, el de las utopías totalitarias hegelianas, de izquierdas o de derechas. Y no veo nada claro que el mundo que viene o ya ha llegado, me pueda gustar, que yo pueda vivir en él medianamente tranquilo, sereno.
Siempre he sabido que la sociedad no era perfecta, y pensado que todo teníamos que aportar para transformarla, y por eso siempre he sido de izquierdas, socialista. Y he trabajado por los cambios y las reformas (posibles, sensatas, racionales, no utópicas…) en la medida de mis posibilidades. Sigo pensando así, pero temo, y me aterra, la posibilidad de que ya muy pocos opinen del mismo modo. Sé muy bien que hay muchos motivos, cada día descubrimos algunos más, para estar indignados. Soy terriblemente consciente de que un montón de españoles lo está pasando horriblemente mal. Y por eso entiendo perfectamente su irritación, su cabreo, su total desconfianza en las autoridades y en las instituciones que nos gobiernan, y su deseo de hacer tabla rasa con todo y con todos. Pero pensaba que una transformación urgente y profunda de nuestras estructuras sociales y políticas, podía hacerse de forma ordenada, sensata y racional. Que había que cambiar un sistema imperfecto por otro algo más perfecto; pero no arramblando con todo lo que tenemos, antes de tener el repuesto; que es de locos tirar toda la casa, antes de haber construido un nuevo cobijo. Que no podíamos actuar como los rusos: acabando de un plumazo con el sistema comunista, sin previamente haber previsto cual era la alternativa, y así dar paso a una sociedad de mafias y oligarcas. Pero me parece que eso no va a ser así. Me temo que en España se acercan tiempos muy convulsos, con graves problemas de gobernabilidad, en manos de demagogos, nacionalistas y populistas, repitiendo los inmensos errores de no hace tanto, y sobre los cuales deberíamos haber aprendido mucho, leyendo algo de historia.
Pero lo que le ha dado la puntilla a mi desánimo, es comprobar que confié en personas que no lo merecían, sin tener la suficiente inteligencia de detectarlo. Lo cual me hace preguntarme si tengo la mínima autoridad, para decir o escribir algo públicamente. Y es que yo deposité mi confianza en personas como Jordi Pujol ¡¡sí, sí ese Jordi!! Lo conocí personalmente y hablé con él bastantes veces. Aquí en Mallorca aún en la clandestinidad, y luego en el Congreso de los Diputados. Éramos adversarios políticos, pero me parecía una persona decente, y un político en el que se podía confiar. Y lo peor es que me acabo de enterar, que mi buen amigo José Ángel Fernández Villa, líder histórico de los mineros asturianos y del SOMA, tenía dinero, de sospechosa procedencia, fuera de España. Hice buenas migas con él, en los años en que coincidimos en la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE. Estuve muchas veces de acuerdo con sus posturas, y siempre pensé que era un honesto socialista. Esto me ha rematado.
 Si no fuera por la compañía de mi mujer, mis hijas y mis queridas nietas, ahora mismo vendería lo poco que tengo, y me mudaría a un rincón de los Pirineos, por el Valle de Benasque (está en Aragón, no en Catalunya), sin televisión, sin prensa, sin redes sociales… sólo con un montón de libros. Y allá os la apañéis todos con los corruptos, los demagogos, los populistas y los irracionales.
Pero tranquilos, no voy a hacerlo. No soy capaz de alejarme de los míos. Ni dejaros solos ante la que se avecina. Mi compromiso político/social de toda una vida, es más fuerte que mi desánimo. Voy a seguir escribiendo, aunque muy pocos, o ninguno, podáis conceder autoridad alguna a mis palabras ¡¡he sido un político durante muchos años!! Así al menos mis nietas, si algún día sienten curiosidad, podrán enterarse de cómo pensaba su abuelo.
Palma. Ca’n Pastilla a 8 de Octubre del 2014.

sábado, 27 de septiembre de 2014

El porqué de este blog, ahora.

Me adelanto a intentar responder a esta pregunta, que algunos de los que lean este blog (si es que alguien lo hace) se podría plantear. De hecho yo me la he hecho repetidas veces antes de ponerme a la tarea, y no estoy seguro de haberme sabido responder con claridad. ¿Por qué, ahora, a mis años, me meto en camisas de once varas?
Desde que el año pasado sufrí un infarto, mi corazón ya no me permite hacer la montaña que a mi realmente me gusta, y también me han prohibido salir sólo al monte. Así que, entre una cosa y otra, ya no hago tanta montaña y, además, la que hago, salvo excepciones, no incluye itinerarios novedosos y/o desconocidos, que merezcan la pena publicar en la prensa y/o en mi blog “Mis días de montaña”. Y eso ha hecho que disponga de más tiempo “libre” diario. Necesito llenar mis horas con algo que me apasione. Pero leer y leer durante horas, historia, biografía, ensayos, filosofía, montañismo, viajes… escribir y escribir, la mayoría de las veces únicamente para mí sólo, pueden llenar mis días con intensidad. Por eso no creo que esa sea la explicación, al menos no la única, del porque de esa nueva aventura, en la que ahora me embarco.
Más bien pienso que la razón estriba en que estoy muy preocupado, angustiado diría, por los problemas, graves, que está sufriendo España y una enorme parte de sus ciudadanos, y el PSOE (en el que llevo militando cuarenta años) y sus afiliados. Y tengo que hacer algo, aunque sea poco, pues mis capacidades físicas e intelectuales ya no son las de antaño. Pero al menos aportar mi granito de arena, para intentar que todos los problemas que nos aquejan y nos indignan, los afrontemos desde la serenidad y la racionalidad, desde el respeto a los demás, y con educación. Debatiendo con pasión, si, todas las opiniones diversas, pero teniendo presente que en democracia, todo el mundo tiene derecho a expresarse pacíficamente, respetando siempre a los demás. Es aquello que alguien dijo tan acertadamente: “No estoy nada de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida, tu derecho a decirlo”. Seguramente muchos se indignarán al leerme, pues se comprobará que mis opiniones no coinciden, en general, para nada, con las que circulan por las redes y en las tertulias. Así que quizás, para el buen ritmo de su corazón, a muchos les convenga más abstenerse de este blog.
Por principios estoy absolutamente en contra de todos los demagogos, populistas, sectarios y maximalistas. Un referéndum o un plebiscito, no me parece el instrumento más democrático, para solucionar intereses encontrados. El tema monarquía/república para mi no es urgente, porque no solucionaría ningunos de los grandes problemas que nos abruman; y porque además en lo de la forma de estado o de gobierno, yo soy más bien “accidentalista”, como lo era el PSOE en sus orígenes. No soy nacionalista, ni catalán, ni vasco, y mucho menos españolista. Etc… etc… etc. Volveré sobre cada uno de estos temas con más profundidad en las próximas entradas. Y para terminar hoy, sólo dos precisiones más:
Lo que escriba en este blog sólo me representa a mí, a nadie más, ni persona ni organización.
 Y el título de blog, lo he tomado prestado de una biografía sobre mi admirado Bertrand Russell.