Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

viernes, 26 de junio de 2015

Las Sillas y el Poder, o el Poder de las Sillas

Hace un mes, justo después de las elecciones, comencé a escuchar afirmaciones como estas: “no se va a tratar de un reparto de cromos”, “lo importante es llegar a un acuerdo sobre el programa”, “no vamos a discutir por el reparto de sillas (o cadires, como decimos aquí)”… que me dejaron pensativo. A uno que lleva ya casi 73 años en política, pues nació dentro de ella (si de Ortega dijeron que había nacido sobre una rotativa, de mí podrían decir que me alumbraron sobre un relato político) y a quien los primeros vocablos que seguramente escuchó fueron los de República, Libertad, Democracia… afirmaciones como estas le sonaron un tanto demagógicas y/o hipócritas.
Ya he escrito sobre esto (véase: http://senator42.blogspot.com.es/search/label/Poder%20El). Porque vamos a ver, la Política va de Poder, de relaciones de poder. El Poder puede ser carismático o burocrático. Pero ambos son Poder. Una palabra, una idea, una filosofía pueden albergar en ellas cierto poder movilizador, si algún individuo o colectivo se reclama de ellas. Un programa de un partido político puede tener influencia en la ruta hacia el Poder, pero no Poder en sí mismo. Y menos en las sociedades actuales europeas, donde los márgenes de maniobra programáticos, no alcanzan una amplitud de realidad exagerada. ¿Qué Poder tendría hoy en Europa, un programa que prometiera establecer una dictadura? ¿Qué Poder está teniendo el programa de Syriza, en sus negociaciones con la U.E.? Hemos cedido, voluntariamente, amplios espacios de soberanía a la Unión. Y otros se nos cierran por la cruda realidad de la economía global, y el poder, democráticamente ilícito, de las grandes entidades financieras. Restan espacios de soberanía democrática, menos mal, en los que se puede actuar. Pero se puede actuar en ellos, no en virtud de un programa, si no mediante la voluntad férrea del ejerció del Poder.
En los cargos y en las sillas o cadires, si hay Poder. Y por eso los políticos curtidos, dedican un par de días a negociar el programa, y semanas al de reparto de las sillas. Una Silla es, como diría Errejón, un “núcleo irradiador” de Poder; desde su asiento fluye Poder. Y ocupando las sillas, se irradia la imagen del Poder que se ha alcanzado. Por eso me parece pelín demagógico, que políticos veteranos aparenten desdeñar las sillas. Algunos perseguirán la silla por puro ego personal, otros por la retribución económica, y otros porque tienen, desde que nacieron, alma de burócratas. Pero el buen político, el político honrado, busca la Silla porque desde ella podrá ejercer Poder, el poder de influir de manera importante, para que sus ideas se lleven a la práctica. Un partido político serio persigue el Gobierno, la Silla del Poder, desde la cual se pueden cambiar las cosas. Los demás se dedican a hacer estética, o a participar en juegos florales.

Lo de las Sillas no va de Casta, va de Poder.

Palma. Ca’n Pastilla a 25 de Junio del 2015.

sábado, 20 de junio de 2015

De sueños y ensueños

Según dicen ya están aquí los “Tiempos nuevos”, al menos en el ámbito de la política y en España. Y sobre ello ya escribí algunas reflexiones no hace mucho (ver: http://senator42.blogspot.com.es/search/label/Tiempos%20Nuevos). En las que, entre otras cosas, afirmé que no tardaríamos en descubrir que dentro de lo nuevo hay mucho de viejo, y en el fondo de lo antiguo mucho de moderno. Y es que a veces la Historia parece que vuelve atrás o, por lo menos, algunos desearíamos volver atrás. Pero sólo es, por supuesto, el deseo irreflexivo que se nos presenta, cuando parece que sé cumple en nosotros aquella vieja maldición de: “que los dioses te concedan tus deseos”.
Alicia en el país de las maravillas
Cuando éramos jovencitos soñábamos con abandonar el hogar paterno, que nos parecía poco menos que un campo de concentración, con sus rígidas normas y sus horarios inflexibles. Luego a los veinte y algo, tras los estudios, encontramos un primer puesto de trabajo remunerado (eran otros tiempos) y pudimos alquilar un pequeño apartamento o piso, y casarnos con nuestra novia de toda la vida. Pronto aprendimos que cada día teníamos que pactar el horario del tiempo con ella. Vinieron los hijos y, sin darnos cuenta, nos vimos prisioneros de sus horarios y necesidades. Entonces comenzamos a pensar que el viejo hogar paterno, con todas sus normas, aunque no pactadas en ninguna asamblea, tampoco era tan malo. Que desde luego el viejo piso, era más amplio y más habitable que el moderno en que vivíamos. Y que, por supuesto, con nuestros padres discutíamos menos que con nuestra pareja y nuestros hijos.
Allá por los años sesenta nos ideologizamos hasta los tuétanos. La sociedad en la que vivíamos se nos apareció miserablemente burguesa y casposa (los españoles teníamos algo de razón). A la democracia occidental, con sus libertades ¡¡formales!! la comenzamos a contemplar como algo viejo y caduco y, llenos de entusiasmo, nos apuntamos a una “revolución” de ensueño (en los campus universitarios sólo, pues los obreros siguieron a lo suyo, a combatir por mejores salarios, por un pisito digno y por un Seat 600 y, encima, los partidos comunistas los apoyaban. Eran todos unos burgueses, decíamos). Vivimos a distancia, ilusionados, las revueltas en Berkeley contra la guerra de Vietnam; las manifestaciones estudiantiles en Berlín, cuyo líder Rudi Dutschke fue tiroteado; la Primavera de Praga; y el ya mítico Mayo del 68 francés. En España, también los campus se incendiaron. Mi Facultad de Económicas de la Complutense, en la que se realizó un increíble y masivo recital de Raimon el 18 de Mayo de 1968, fue clausurada.
Raimon en Económicas
Las movilizaciones en EE.UU. (después de que Robert Kennedy fuera asesinado) acabaron con la elección de Nixon; la todavía Checoslovaquia, fue invadida por los tanques soviéticos; el Mayo francés dio paso a unas elecciones, que ganó De Gaulle por abrumadora mayoría; y en España en 1969 fue declarado el “estado de excepción” en todo el territorio.
Llegaron los años 70. Algunos de los que fueron líderes estudiantiles, pasaron a hacer carrera en las grandes multinacionales; otros se convirtieron en verdes o ecologistas (como el conocido Dany el Rojo, que hasta hace muy poco fue eurodiputado) y muchos se pasaron claramente al campo del terrorismo. Comenzaron los tiempos de los “años de plomo”, con las Brigadas Rojas en Italia; la Facción del Ejército Rojo. Banda Baader-Meinhof en Alemania; y ETA y el GRAPO en España. Al final de un largo derramamiento de sangre, todos los dirigentes terroristas fueron abatidos por la policía, o encarcelados.
Después de tanta sangre y tanta decepción “revolucionaria”, muchos de los jóvenes de entonces comenzamos a reflexionar sobre si al final lo viejo, la democracia sin adjetivos y las libertades “formales”, no sería tan viejo; y las formas política occidentales, más modernas de lo que nos habían parecido.
Los partidos democristianos y socialdemócratas tomaron la batuta de la unificación europea; los comunistas fueron siendo marginados; y vivimos los años de lo que fue llamado “el consenso socialdemócrata”. Una nueva y terrible crisis económico social en 2008, volvió a demostrar (como hubiera dicho Keynes) la inestabilidad del capitalismo. Los dirigentes políticos (los económicos ni mencionarlos) no estuvieron a la altura de las circunstancias, el consenso socialdemócrata se quebró, y nos precipitamos de cabeza en una nueva época, llena de miserias e injusticias indignantes.
Con la crisis aún sin resolver, y quizás por ello, en España ya nos hemos metido de pleno, en los tiempos nuevos con su nueva política. Precipitado sería querer analizar ya la trayectoria, de los modernos actores políticos. Tiempo habrá para construir un juicio más objetivo sobre ellos. Pero de momento ya hemos detectado algunos tics, algunas palabras o frases sueltas, algunos síntomas de un pensamiento poco humano y racional, algunas improvisaciones, otras rectificaciones… nada aún muy preocupante, nada aún que no se pueda rectificar o olvidar.
Brigadas Rojas
De momento ya sabemos que los alcaldes y alcaldesas de las grandes urbes, van al trabajo en bicicleta, en metro o andando ¡¡que guay!! ¿Un ejemplo del nuevo estilo? ¿O una pose un tanto demagógica, que costará mantener en el tiempo? También sabemos que algunos de esos jóvenes actores, utilizaron hace un tiempo expresiones desafortunadas: antisemitas y miserables, o tan éticas y estéticas como “menos rosarios y más bolas chinas”, “arderéis como en el 36” ¿humor negro, o resabios de un viejo pensamiento totalitario? Y rectificaciones de calado como “abandonamos la idea de crear un banco público”. Claro han renunciado a todos los asesores, y quizás se han pasado. Y ahora intentan esconder la improvisación, afirmando que su programa no era tal, si no meras sugerencias. Pero hay afirmaciones que sólo se te escapan sin querer, si no llevas dentro un concepto muy claro de la legalidad democrática: “Si hay que desobedecer las leyes injustas, se desobedecen”. También a mí me gustaría modificar situaciones que, desde el punto de vista ético, me parecen un puro desorden. Pero como demócrata no me olvido de que nos hemos dado un sistema, en el cual es básico observar los procedimientos para cambiar las leyes. En la Edad Media lo “justo” era determinado por la Iglesia, y en la edad Moderna por el rey absoluto. Pero hace ya tiempo que decidimos que la soberanía pasaba a residir en el pueblo, que se expresaba mediante leyes aprobadas por los Parlamentos representativos, y que son ellas las que determinan que es lo “justo”. Tiempo ha que hemos convenido que, mientras no se cambie, lo “justo” es la ley. Por eso son preocupantes algunas manifestaciones, porque parecen indicar un desconocimiento de cómo funciona esto de la democracia, y que lo que es justo y verdadero, aunque siempre difícil de dilucidar, desde luego no se resuelve por impulsos emocionales e irracionales. Como esta del Presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona, cuando afirma que “Los problemas de Barcelona son de tal magnitud, que ningún gobierno los puede resolver, sin la inteligencia colectiva que late en los barrios”. Si quería decir que el consistorio elegido de Barcelona, haría bien en consultar con los vecinos, me parece de perlas. Pero me huele a: “la inteligencia colectiva de los barrios” es la que decide. La “inteligencia colectiva”, sea lo que sea lo que signifique eso, en todo caso decide mediante las votaciones municipales. Y ya lo ha hecho.
Luchino Visconti
No olvidemos nunca aquello que se dice de que “las palabras matan más que las balas”. Pero seamos optimistas. Seguro que todo esto no es si no bisoñez, meteduras de pata, aterrizaje en la política de verdad, frotamiento con la realidad pura y dura, resabios de pasadas indignaciones y /o de trasnochadas ideologías, cosas de viejos sueños y ensueños.
Y por supuesto no me hagáis mucho caso, yo pertenezco a los viejos tiempos, soy un clásico si no un antiguo. Y un enamorado del estilo y la estética decadentes, un fan de Bearn y Llorenç Villalonga, del Gatopardo y Giuseppe Tomasi di Lampedusa, y de las películas de Luchino Visconti, aquel inmenso aristócrata comunista, que tenía tanta clase que podía vivir en esa contradicción.

Palma. Ca’n Pastilla a 19 de Junio del 2015.


martes, 16 de junio de 2015

Notas sobre mi Filosofía de la Historia

Ya he escrito alguna vez sobre mis conceptos acerca de la Historia (la cual para la Política es determinante) y de la influencia de Hegel en ellos (ver por ejemplo “La Historia”: http://senator42.blogspot.com.es/search/label/Historia%20La).
Reconozco que en mis análisis de los cambios sociales utilizo ciertos conceptos y esquemas, aprendidos de la interpretación materialista de la historia de Marx. Pero espero que menos como dogmas y sistemas de referencia, que como simples útiles de análisis entre otros. A lo largo de mis muchos años de estudios sobre esta materia, he llegado al convencimiento de que la Historia no está determinada ni orientada de entrada, por una finalidad o un sentido. A mi entender permanece “abierta”, dependiendo, a fin de cuentas, de la acción de los hombres, de su libertad y de su arbitrio. Intelectualmente me repugna toda clase de “mesianismo”, en nombre del cual tantos crímenes se perpetraron en los siglos pasado, y aun hoy. Y de ahí también mi rechazo de la ideología entendida como discurso de interpretación global del mundo, como una Weltanschauung, y como guía de la acción. Seguramente esta concepción relativista de la Historia, tiene mucho que ver, en el plano filosófico, con mi concepto de Razón heredado de Kant, como el único medio de que disponemos los hombres, para ordenar nuestra representación del mundo y guiar nuestra voluntad de transformarlo.
Y también he sido muy influido en mi concepto de la Historia, por la tesis doctoral de Raymond Aron: “Introduction à la philosophie de l’histoire. Essai sur les limites de l’objectivité historique" de 1938 (publicada por Gallimard 1968). En ella trataba de las relaciones entre los acontecimientos, su explicación y la verdad histórica. Y rechazaba, a la vez, la idea de un sentido de la Historia, con un horizonte de una sociedad ideal a construir, tanto como la idea de una Historia sin significado. Para Aron no existe una explicación determinante de la Historia, si no un conjunto de compulsiones o fuerzas entre las cuales los hombres deben desenvolverse. Y que es mediante esa acción, como encuentran su libertad. Afirmaba igualmente que había al menos tres ideas maestras, que eran esenciales para él: la primera era la pluralidad de interpretaciones posibles de los hombres y de sus obras, lo que se denomina el relativismo histórico en la interpretación del pasado. Una segunda idea era la de que no puede haber un determinismo global de la Historia, comparable al determinismo marxista. Y finalmente una tercera, que era la que determinó su actitud en la vida política, las condiciones de la acción política general, en la que, en contra de la moda de entonces, él no utilizaba el concepto sartriano de engagemente, compromiso; si no dos palabras que podrían ser su equivalente. La primera era la de choix, elección (la misma que utilizaba el gran político francés, radical y luego socialista, Pierre Mendes France) y la segunda décisión.
No siempre estoy de acuerdo con Aron, pero sí hay tres conceptos aronianos con los que comulgo cómodamente: “Los hombres vivimos en la historia; el hombre es histórico; y el hombre es historia”. Vivimos efectivamente en la historia, en el régimen democrático de la Constitución de 1978, que surge de la dictadura franquista, que nace de la II República, que viene de la restauración borbónica… Somos españoles. Existe una España desde hace miles de años. Y así sucesivamente. En cuanto al segundo concepto “el hombre es histórico”, significa que el hombre se forja por el medio histórico en que nace. Existe “en” y “por” el devenir de las instituciones y de las sociedades. Y finalmente “el hombre es historia”, es lo mismo que decir que la humanidad entera es una historia, una aventura que comienza con un animal carnívoro, y acabará no sé cómo. Y ya que desconozco el final, quizás mejor será decir que “el hombre es una historia inacabada”.
La historia es “libre” porque no está escrita de entrada, ni determinada como una fatalidad, y es imprevisible como el hombre mismo. Pero deberíamos matizar un poco. Hay grandes movimientos de la historia que, en bruto, son previsibles, los que llamamos “movimientos pesados”. Por ejemplo podemos prever aproximadamente cual será la población española de aquí a veinte años. Pero no existe un determinismo global de los acontecimientos históricos. En consecuencia lo que nos importa más, la calidad de las instituciones, la naturaleza del Estado, la cualidad de los hombres, todo ello, en gran parte, es imprevisible.
Por poco que conozcamos de la Historia, encontraremos muchos motivos para pensar que ella, la historia, ha sido dominada por las pasiones. Incluso algunos pensadores, como Eric Weil, han escrito: “El hombre es un ser razonable, pero no está demostrado que los hombres sean razonables”. La historia humana se ha desarrollado, a menudo, entre el ruido y la furia. Pero ello no es razón suficiente para la desesperación. Podemos o debemos aceptar de una vez por todas, que todo lo que la humanidad ha conquistado, ha tenido un precio, y que no hay progreso que no tenga su cara negativa. Pero hay que seguir peleando, entre el tumulto y las emociones, para hacer triunfar la razón y la lucidez.
Como ya he apuntado en ocasiones, yo tengo mucho de escéptico (apasionado pero escéptico, aunque no sé bien como se come eso) y por tanto no me hago demasiadas ilusiones sobre la naturaleza humana, y lo que pueden llegar a hacer las sociedades. También he afirmado que no creo en el “sentido de la historia”, ni en las grandes filosofías que afirman la existencia de un comienzo y un final. Y sin embargo sigo siendo bastante optimista, y pienso que existe un margen de maniobra para el hombre. No creer en el sentido de la historia, no implica pensar que la historia humana no progrese en una cierta dirección; y sobre todo no significa creer que los hombres que reflexionan, no se puedan plantear ciertos objetivos. Soy bastante kantiano, y de ahí extraigo una noción que mantengo contra viento y marea: la idea de la Razón, una cierta representación de una sociedad realmente humanizada. Hay que continuar soñando, deseando, o esperando, a la luz de la idea de la Razón, una sociedad mucho más humana. Pero lo que me parece absurdo, es imaginar que, digamos, la propiedad colectiva de los medios de producción, sea el inicio de la realización de la idea de la Razón. Y eso es lo que más me molesta de algunos pensadores como Merlau-Ponty, por ejemplo. Por supuesto es concebible una idea de la Razón y de una sociedad humanizada, pero no alcanzo a ver que sea únicamente el proletariado o la propiedad pública, lo que defina una sociedad conforme a la Razón.
¿Los hombres son, somos, libres a la hora de elegir su destino? Bueno, si con ello queremos decir que los hombres, considerados colectivamente o globalmente, construyen su destino, y no existe Dios, pues sí, son ellos evidentemente quienes lo construyen. Ahora bien, si lo que nos preguntamos es ¿fulanito de tal es libre de su destino, de su historia? La respuesta es, claramente, no. Todos venimos determinados por el medio, por nuestro origen, por los cromosomas. Pero incluso admitido esto, existe un margen de libertad, existe una toma de consciencia de nosotros mismos, que da un sentido a nuestra decisión de hacer esto o aquello.
Personalmente, a pesar de las calamidades, injusticias y retrocesos, sufridos estos últimos años, sigo creyendo en el progreso. La mayoría de las civilizaciones han atravesado diversas fases hasta llegar a su final. Este proceso sigue siendo plausible hoy. Cada uno se construye su propia filosofía respecto a la Historia. Por lo que a mí concierne, a pesar de mis experiencias, a pesar del siglo XX, sigo siendo un progresista.
La humanidad, a mi entender, no tiene otra esperanza de sobrevivir que la Razón y la ciencia. Todo lo que resta es indispensable también para vivir, pero la condición para que la humanidad continúe su aventura, una aventura extraordinaria por cierto, si reflexionamos sobre el punto de partida y en el que estamos hoy, esa condición, si deseamos que esta aventura tenga algún sentido o valor, no es otra que depositar nuestra confianza en una forma de pensar que de oportunidad a la verdad. Se trata de diferenciar entre las ilusiones, las pasiones, las esperanzas y, especialmente, la verdad que se pueda demostrar. En política no se puede demostrar la verdad, pero podemos intentar, partiendo de lo que sabemos, tomar decisiones razonables.
Estas son algunas de mis convicciones respecto a la filosofía de la historia, pero si no te gustan lo siento, no tengo otras,

Palma. Ca’n Pastilla a 11 de mayo del 2015.


lunes, 8 de junio de 2015

Estética y Pactos

Para desconectarme un poco de la política, para huir de estos días demasiado emocionantes y angustiosos, de pactos por aquí y por allá, me había puesto a estudiar la relación entre las obras pictóricas del pasado, y lo que Raymond Aron llama el espíritu objetivado de la historia y Dilthey llamaba espíritu objetivo, es decir, todas aquellas cosas de la naturaleza sobre las cuales el espíritu humano ha grabado su huella: libros, piedras talladas, estatuas, edificios, templos, y todo tipo de pinturas o cuadros. Así por ejemplo La Gioconda (Lisa Gherardini de Giocondo) la gran obra de Leonardo da Vinci, tomada como documento histórico, revelaría un cierto modo de sentir o de crear de un hombre en un instante, en una época histórica.
Pero me parece que me he metido en un jardín que me viene grande, y no sé si podré o sabré salir del mismo. Pero mientras tanto, estudiando el tema, me di de bruces ayer, con unas notas que el doctor alemán Vulpius, profesor de filosofía y experto en Estética en Leipzig, le envió a Ortega. Sus notas tratan de Estética, pero leyéndolas con atención, me pareció que podrían trasladarse perfectamente, a la complicada política de pactos con la cual se está lidiando estos días. Al fin y al cabo, alguien afirmó con acierto que “la política es un arte, el arte de lo posible”.
Vulpius le escribió a Ortega, entre otras cosas, esta:
“Los aficionados al arte suelen sentir desvío por la estética. La estética intenta domesticar el lomo rotundo e inquieto de Pegaso; pretende encajar en la cuadrícula de los conceptos la plétora inagotable de la sustancia artística. La estética es la cuadratura del círculo; por consiguiente, una operación bastante melancólica…
No hay manera de aprisionar en un concepto, la emoción de lo bello que se escapa por las junturas. En estética siempre se le olvida a uno algo después de cerrar penosamente el baúl, y es menester volverlo a abrir y volverlo a cerrar y, al cabo, comenzar de nuevo. Con una peculiaridad: eso que habíamos olvidado, es siempre lo principal…
Pactos de la Moncloa
La pintura interpreta el problema de la vida, tomando como punto de partida los elementos espaciales, las figuras. Aquella forma de la vida, aquella infinita totalidad de relaciones necesarias para constituir la simple vida de una piedra, se llama, en pintura, espacio. El pintor crea bajo su pincel una cosa, organizando un sistema de relaciones espaciales y dándole puesto en él; entonces aquella cosa comienza a vivir para nosotros.
El espacio es el medio de la coexistencia: si a un mismo tiempo existen varias cosas, débese al espacio… De aquí que un cuadro es tanto más perfecto, cuanto más referencias haga cada centímetro cuadrado del lienzo al resto de él. Es la condición de la coexistencia, la cual no se reduce a un mero yacer una cosas junto a la otra. La Tierra coexiste con el Sol, porque sin la Tierra el Sol se desbarataría, y viceversa: coexistir es convivir, vivir una cosa de otra, apoyarse mutuamente, conllevarse, tolerarse, alimentarse, fecundarse y potenciarse.
El arte es síntesis merced a este poder particular y extraño, de hacer que cada cosa penetre a las demás y en ellas perdure.
La construcción de la coexistencia, del espacio, necesita de un instrumento unitivo, de un elemento susceptible de diversificarse en innúmeras cualidades, sin dejar de ser uno y el mismo. Esta materia soberana de la pintura es la luz.”
Y hasta aquí las notas que Vulpius envió a Ortega. Pero a mí me gustaría añadir: si para el pintor la luz es el elemento unitivo, la luz para los políticos que intentan ponerse de acuerdo, el elemento unitivo sobre el cual deben erigir el pacto, es la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas, la opinión pública, pero la real que permanece a veces borrosa tras los votos. Porque la verdadera opinión late: no se la ve, hay que descubrirla al través de sus efectos, a la luz de la política. Hay que interpretar bien esa luz que ilumina al todo, al margen del foco particular con el que cada uno pretenda enfocarse a si mismo.
Así que amigos míos ¡¡poca Estética y mucha Política!!

Palma. Ca’n Pastilla a 8 de Junio del 2015.

lunes, 1 de junio de 2015

Notas a vuela pluma, sobre los Tiempos Nuevos

Según opinión de la mayoría, ya están aquí los “tiempos nuevos”. Pero uno que es escéptico, no por naturaleza, si no por precaución intelectual, se refugia en su despacho y se sitúa a la espera. Y algo dentro de él le susurra, que no tardaremos en descubrir que dentro de lo nuevo hay mucho de viejo, y en el fondo de lo antiguo mucho de moderno. Se repite que estamos en un tiempo nuevo, pero en la Historia estamos siempre en épocas de transición. A veces ese flujo continuo pega un acelerón ¿una revolución? Pero incluso en esas épocas, en tiempos históricos seguimos en transición, de lo contrario la Historia se habría acabado. En todas las épocas la sustancia histórica, es decir, la sensibilidad íntima de cada pueblo, se encuentra en transformación. De la misma forma que, según Heráclito, no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, porque éste es algo fluyente y variable de momento o momento, así cada nuevo lustro al llegar, según Ortega, encuentra la sensibilidad del pueblo un tanto variada.
Los veteranos montañeros sabemos que si nos cae encima una avalancha, no debemos intentar oponernos a la misma, si no nadar en su interior, con ella, hasta que se detenga. Y entonces sí, podremos ponernos de nuevo en pie.
Mucho se habla estos días de Vieja y Nueva Política, identificándola con viejos y nuevos partidos políticos, quizás en una errónea transposición a la actualidad, del título de la conferencia que dio Ortega y Gasset en el Teatro de la Comedia en Madrid el 23 de Marzo de 1914. Pero si en algún caso eso fuera así, se demostraría, una vez más, que mucha gente no pasa de los titulares de los medios, o de los nombres de los libros. Porque para Ortega, la nueva política nada tenía que ver con nuevos partidos. Ortega dijo y escribió en verdad, cosas como estas: “Un principio nuevo como idea, no puede mover a las gentes. Nueva política es nueva declaración y voluntad de pensamientos que, más o menos claros, se encuentra ya viviendo en las conciencias de nuestros ciudadanos… Por tanto, esta nueva política tiene que tener consciencia de sí misma y comprender que no puede reducirse a unos cuantos ratos de frívola peroración, ni a unos cuantos asuntos jurídicos, sino que la nueva política tiene que ser toda una actitud histórica. Esta es una diferencia esencial.”
Ortega y Heidegger
Observo con satisfacción que muchos ciudadanos se han incorporado de nuevo a la política (“renace violenta la fe en el poder que el hombre tiene sobre sus personales destinos”) y que los recién llegados, ya han dejado de despreciar nuestras instituciones democráticas, que ya se han percatado de que para alcanzar el poder no basta con un exceso de hybris (en griego: desmesura, falta de control sobre los propios impulsos, sentimiento violento inspirado por las pasiones exageradas) de que, además de una buena ración de ego y arrogancia, es preciso algo tan antiguo como organizarse en partidos, concurrir a las elecciones y conseguir votos. En ese camino ya están, y todos debemos felicitarnos de ello. Ahora falta ver como se convierten los votos y escaños, en opciones realistas para gobernar una cruda realidad.
Llegó la hora de la POLÍTICA. La hora de abandonar ensoñaciones, y fajarnos con lo real, lo auténtico. En pocos días sabremos con cierta certeza, quienes son Políticos, y quienes solamente Politiquillos (en francés se diferencia muy bien el Politique, político u hombre de Estado, del Politicien, arribista, politicastro). El socialista alemán Ferdinand Lassalle, dijo que Fichte tenía razón, que el político descubre con mirada zahorí la opinión pública, la real, la eficaz y decisiva. Y descubierta la misma, la expresa, la saca a la luz y triunfa. Porque la verdadera opinión late: no se la ve, hay que descubrirla al través de sus efectos. Ahí tiene usted, remataba Lassalle, la genialidad del Político con mayúsculas; la política minúscula es el juego de la superficie. Y Ortega escribió: “Es un acto inmoral convertirse en conquistador del poder, sin crearse previamente un ideal gubernativo”. Y la política ciertamente es acción, pero la acción es también movimiento, es dar un paso, y un paso exige una dirección que vaya en línea recta, y no se quiebre cada pocos días.
Pero bueno, seguiremos expectantes. Los que me leéis en Facebook o aquí, en mi Blog, ya sabéis que desde hace un año, yo andaba luchando en una batalla un poco especial. Desde las elecciones europeas, he estado confrontándome a todos aquellos que afirmaban, que al PSOE ya no le quedaban si no un par de telediarios, que se iba a disolver ya, o que quedaría tan marginal en política como el Pasok griego. No me voy a repetir, pero argumentaba que si nos renovábamos en profundidad, en ideas y personas, eso no tenía porqué ocurrir. Que la Historia demostraba que los socialdemócratas, ya habíamos pasado muchas veces por esos cataclismos en que nuevos actores sobrevenidos, parecían querer relegarnos al rincón más obscuro de la Historia.
Pedro Sánchez
Pues bueno, a un año de las europeas, aquí seguimos, claramente como el primer partido de la izquierda. Y la Historia no ha acabado. Como hubiera escrito de haber vivido, la gran historiadora francesa Annie Kriegel: ¡¡Nous sommes tenu!! Hemos aguantado, hemos resistido, firmes en nuestras convicciones. Por nuestro orgullo de pertenecía y por la lealtad a nuestras ideas. Pero quizás también porque hemos sabido leer la Historia. Porque hemos proyectado con inteligencia el pasado en el presente. Porque entendemos lo que Goethe llamaba sinfronismo, la analogía que la historia ofrece entre etapas o episodios muy distantes, pero estructuralmente idénticos o de significado muy semejante, la coincidencia espiritual de estilo, de módulo vital entre el hombre de una época y los de todas las épocas, de los presentes, de los próximos o de los dispersos en el tiempo, en el espacio y en las edades... Porque la clave está en identificar en el pasado la textura subterránea del presente, parte capital de nuestra filosofía de la historia.
Pero ¡¡atentos, en el PSOE no podemos conformarnos con la situación actual!! Hemos recuperado algunos votos desde las europeas, bien, pero hemos perdido muchos en relación a las municipales anteriores. Desde ¿2008 inicio de la crisis? los partidos con más historia, los parlamentarios (PP, PSOE, IU, CIU, PNV…) habían subsistido como inmersos en la fluencia general de la vida española, nunca antes había faltado por completo una actividad de ósmosis y endósmosis, entra la España de las instituciones y la España de los ciudadanos. Pero desde hace algún tiempo esa función de pequeñas renovaciones continuas en el espíritu, en lo intelectual y moral de los partidos, ha venido a faltar, y privados de esa actividad, de esa acción de ósmosis y endósmosis (en el leguaje de Ortega) con el ambiente, los partidos se han ido anquilosando, petrificando, y, consecuentemente, han ido perdiendo intimidad con la ciudadanía. Renan decía que una nación es un plebiscito de todos los días (y a mí me parece que ello es también aplicable a los partidos) que tiene que justificar cada día su legitimidad, no sólo negativamente, cuidando de no faltar al derecho, sino positivamente, impulsando la vida de sus ciudadanos. Los partidos tienen que justificar, prácticamente a diario, su fecundidad histórica, y si no lo hacen, más antes que después irán desapareciendo. Tienen que mirar cara a cara, con valor, la plenitud de esta enorme crisis, a fin de no embarcarse, como en naves maltrechas, dentro de ideales desvencijados. Los dos términos que constituyen los polos de la actividad política se han modificado: los problemas y el ánimo público. Vano será, por tanto, que aspire a triunfar un movimiento desde cuyos principios no se pueda atacar la faz de aquellos (los problemas) ni satisfacer íntimamente a éste (el ánimo público).
El día siguiente a las votaciones escribí en Facebook: Pero el PSOE no se puede conformar con su situación actual, tiene que continuar su renovación sin descanso. Y necesita ya, encontrar la solución a las dos grandes lagunas, que le cierran el paso hacia una nueva hegemonía: los jóvenes y las grandes ciudades. Y hoy en una entrevista en El País, Pedro Sánchez dice: “Claro que tenemos un problema en grandes capitales, y entre los jóvenes, que vamos a abordar de inmediato. El partido requiere renovación, apertura, fin de la endogamia y proponer como candidatos a figuras de prestigio. Reconozco el trabajo de miles de compañeros y la renovación ha empezado con un 85% de las listas con nuevos candidatos y con una media de edad de 41 años. Sí, hemos entendido el mensaje de que la sociedad quiere cambio porque el ciclo político del PP se ha acabado.” Mi Secretario General está en ello, y yo no tengo más que decir al respecto.
Antonio Maura
Quizás sólo insistir, ya que él tan oportunamente lo comenta, en ese cáncer de la endogamia, esa selección a la inversa, que en algunos lugares corroe al PSOE. Casualidades de la vida, hace apenas un par de días, en la estupenda biografía de Ortega de Jordi Gracia, leía sobre la “Historia de la caída del Mundo Antiguo” de Otto Seeck, en la que se habla de “La destrucción o aniquilación de los mejores”. Otto Seeck cree que la destrucción del Imperio Romano no la causaron tanto las invasiones bárbaras, como la progresiva debilidad social y colectiva derivada del “aniquilamiento de los jóvenes entusiastas”. Se operó una selección a la inversa que sólo “dejó vivir a los cobardes, los temperamentos de compromiso, y de su simiente crecieron las nuevas generaciones”. Pues eso ¡¡ojo al parche!!
Y para terminar, desearles a los compañeros que estos días están picando piedra, en la compleja labor de los pactos de mayorías en ayuntamientos y comunidades, mucha calma, flema británica, cintura política, y firmeza en nuestros principios. Y si al final no se puede, pues no se puede, no pasa nada. La Historia continuará. Y como dijo el gran político mallorquín Antonio Maura: ¡¡Que gobiernen los que no dejan gobernar!! Salud.

Palma. Ca’n Pastilla a 31 de Mayo del 2015.