Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

sábado, 20 de junio de 2015

De sueños y ensueños

Según dicen ya están aquí los “Tiempos nuevos”, al menos en el ámbito de la política y en España. Y sobre ello ya escribí algunas reflexiones no hace mucho (ver: http://senator42.blogspot.com.es/search/label/Tiempos%20Nuevos). En las que, entre otras cosas, afirmé que no tardaríamos en descubrir que dentro de lo nuevo hay mucho de viejo, y en el fondo de lo antiguo mucho de moderno. Y es que a veces la Historia parece que vuelve atrás o, por lo menos, algunos desearíamos volver atrás. Pero sólo es, por supuesto, el deseo irreflexivo que se nos presenta, cuando parece que sé cumple en nosotros aquella vieja maldición de: “que los dioses te concedan tus deseos”.
Alicia en el país de las maravillas
Cuando éramos jovencitos soñábamos con abandonar el hogar paterno, que nos parecía poco menos que un campo de concentración, con sus rígidas normas y sus horarios inflexibles. Luego a los veinte y algo, tras los estudios, encontramos un primer puesto de trabajo remunerado (eran otros tiempos) y pudimos alquilar un pequeño apartamento o piso, y casarnos con nuestra novia de toda la vida. Pronto aprendimos que cada día teníamos que pactar el horario del tiempo con ella. Vinieron los hijos y, sin darnos cuenta, nos vimos prisioneros de sus horarios y necesidades. Entonces comenzamos a pensar que el viejo hogar paterno, con todas sus normas, aunque no pactadas en ninguna asamblea, tampoco era tan malo. Que desde luego el viejo piso, era más amplio y más habitable que el moderno en que vivíamos. Y que, por supuesto, con nuestros padres discutíamos menos que con nuestra pareja y nuestros hijos.
Allá por los años sesenta nos ideologizamos hasta los tuétanos. La sociedad en la que vivíamos se nos apareció miserablemente burguesa y casposa (los españoles teníamos algo de razón). A la democracia occidental, con sus libertades ¡¡formales!! la comenzamos a contemplar como algo viejo y caduco y, llenos de entusiasmo, nos apuntamos a una “revolución” de ensueño (en los campus universitarios sólo, pues los obreros siguieron a lo suyo, a combatir por mejores salarios, por un pisito digno y por un Seat 600 y, encima, los partidos comunistas los apoyaban. Eran todos unos burgueses, decíamos). Vivimos a distancia, ilusionados, las revueltas en Berkeley contra la guerra de Vietnam; las manifestaciones estudiantiles en Berlín, cuyo líder Rudi Dutschke fue tiroteado; la Primavera de Praga; y el ya mítico Mayo del 68 francés. En España, también los campus se incendiaron. Mi Facultad de Económicas de la Complutense, en la que se realizó un increíble y masivo recital de Raimon el 18 de Mayo de 1968, fue clausurada.
Raimon en Económicas
Las movilizaciones en EE.UU. (después de que Robert Kennedy fuera asesinado) acabaron con la elección de Nixon; la todavía Checoslovaquia, fue invadida por los tanques soviéticos; el Mayo francés dio paso a unas elecciones, que ganó De Gaulle por abrumadora mayoría; y en España en 1969 fue declarado el “estado de excepción” en todo el territorio.
Llegaron los años 70. Algunos de los que fueron líderes estudiantiles, pasaron a hacer carrera en las grandes multinacionales; otros se convirtieron en verdes o ecologistas (como el conocido Dany el Rojo, que hasta hace muy poco fue eurodiputado) y muchos se pasaron claramente al campo del terrorismo. Comenzaron los tiempos de los “años de plomo”, con las Brigadas Rojas en Italia; la Facción del Ejército Rojo. Banda Baader-Meinhof en Alemania; y ETA y el GRAPO en España. Al final de un largo derramamiento de sangre, todos los dirigentes terroristas fueron abatidos por la policía, o encarcelados.
Después de tanta sangre y tanta decepción “revolucionaria”, muchos de los jóvenes de entonces comenzamos a reflexionar sobre si al final lo viejo, la democracia sin adjetivos y las libertades “formales”, no sería tan viejo; y las formas política occidentales, más modernas de lo que nos habían parecido.
Los partidos democristianos y socialdemócratas tomaron la batuta de la unificación europea; los comunistas fueron siendo marginados; y vivimos los años de lo que fue llamado “el consenso socialdemócrata”. Una nueva y terrible crisis económico social en 2008, volvió a demostrar (como hubiera dicho Keynes) la inestabilidad del capitalismo. Los dirigentes políticos (los económicos ni mencionarlos) no estuvieron a la altura de las circunstancias, el consenso socialdemócrata se quebró, y nos precipitamos de cabeza en una nueva época, llena de miserias e injusticias indignantes.
Con la crisis aún sin resolver, y quizás por ello, en España ya nos hemos metido de pleno, en los tiempos nuevos con su nueva política. Precipitado sería querer analizar ya la trayectoria, de los modernos actores políticos. Tiempo habrá para construir un juicio más objetivo sobre ellos. Pero de momento ya hemos detectado algunos tics, algunas palabras o frases sueltas, algunos síntomas de un pensamiento poco humano y racional, algunas improvisaciones, otras rectificaciones… nada aún muy preocupante, nada aún que no se pueda rectificar o olvidar.
Brigadas Rojas
De momento ya sabemos que los alcaldes y alcaldesas de las grandes urbes, van al trabajo en bicicleta, en metro o andando ¡¡que guay!! ¿Un ejemplo del nuevo estilo? ¿O una pose un tanto demagógica, que costará mantener en el tiempo? También sabemos que algunos de esos jóvenes actores, utilizaron hace un tiempo expresiones desafortunadas: antisemitas y miserables, o tan éticas y estéticas como “menos rosarios y más bolas chinas”, “arderéis como en el 36” ¿humor negro, o resabios de un viejo pensamiento totalitario? Y rectificaciones de calado como “abandonamos la idea de crear un banco público”. Claro han renunciado a todos los asesores, y quizás se han pasado. Y ahora intentan esconder la improvisación, afirmando que su programa no era tal, si no meras sugerencias. Pero hay afirmaciones que sólo se te escapan sin querer, si no llevas dentro un concepto muy claro de la legalidad democrática: “Si hay que desobedecer las leyes injustas, se desobedecen”. También a mí me gustaría modificar situaciones que, desde el punto de vista ético, me parecen un puro desorden. Pero como demócrata no me olvido de que nos hemos dado un sistema, en el cual es básico observar los procedimientos para cambiar las leyes. En la Edad Media lo “justo” era determinado por la Iglesia, y en la edad Moderna por el rey absoluto. Pero hace ya tiempo que decidimos que la soberanía pasaba a residir en el pueblo, que se expresaba mediante leyes aprobadas por los Parlamentos representativos, y que son ellas las que determinan que es lo “justo”. Tiempo ha que hemos convenido que, mientras no se cambie, lo “justo” es la ley. Por eso son preocupantes algunas manifestaciones, porque parecen indicar un desconocimiento de cómo funciona esto de la democracia, y que lo que es justo y verdadero, aunque siempre difícil de dilucidar, desde luego no se resuelve por impulsos emocionales e irracionales. Como esta del Presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona, cuando afirma que “Los problemas de Barcelona son de tal magnitud, que ningún gobierno los puede resolver, sin la inteligencia colectiva que late en los barrios”. Si quería decir que el consistorio elegido de Barcelona, haría bien en consultar con los vecinos, me parece de perlas. Pero me huele a: “la inteligencia colectiva de los barrios” es la que decide. La “inteligencia colectiva”, sea lo que sea lo que signifique eso, en todo caso decide mediante las votaciones municipales. Y ya lo ha hecho.
Luchino Visconti
No olvidemos nunca aquello que se dice de que “las palabras matan más que las balas”. Pero seamos optimistas. Seguro que todo esto no es si no bisoñez, meteduras de pata, aterrizaje en la política de verdad, frotamiento con la realidad pura y dura, resabios de pasadas indignaciones y /o de trasnochadas ideologías, cosas de viejos sueños y ensueños.
Y por supuesto no me hagáis mucho caso, yo pertenezco a los viejos tiempos, soy un clásico si no un antiguo. Y un enamorado del estilo y la estética decadentes, un fan de Bearn y Llorenç Villalonga, del Gatopardo y Giuseppe Tomasi di Lampedusa, y de las películas de Luchino Visconti, aquel inmenso aristócrata comunista, que tenía tanta clase que podía vivir en esa contradicción.

Palma. Ca’n Pastilla a 19 de Junio del 2015.


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