La potencia verdaderamente sustantiva que impulsa y nutre un partido político, es siempre un proyecto sugestivo de vida en común. No viven juntas las gentes sin más ni más y porque sí; esa cohesión “a priori”, sólo se da en el ámbito de la familia, y aun así. Los ciudadanos, grupos o sectores sociales que integran un partido, viven juntos “para algo”; son una comunidad de propósitos, de anhelos. No conviven por “estar juntos”, sino “para hacer” juntos algo.
A los pueblos que la rodeaban, Roma les sonaba a nombre de una gran empresa vital, donde todos podían colaborar; Roma era un proyecto de organización nacional o internacional, era una tradición jurídico-política superior, un tesoro de ideas recibidas de Grecia, que prestaban un brillo superior a la vida. Y el día que Roma dejó de ser ese proyecto de “cosas por hacer mañana”, el Imperio se desarticuló.
“Fecisti patriam diversis gentibus unam,
Urbem fecisti quod prius orbis erat”
(Bloch “L’Empire romain”)
En el PSOE recordamos y presumimos, con razón, nuestros 137 años de antigüedad. Pero no es el ayer, el pretérito, por muy grande que haya sido, lo decisivo para que un partido exista. Los partidos se forman y viven de tener un programa para el mañana. No sé si son muchos más que yo, los militantes que estos días se preguntan ¿para que vivimos juntos? Y lo hacemos a mí entender, porque “vivir es algo que se hace hacia delante”, es una actividad que va de este segundo mismo, al inmediato futuro. No basta, pues, para vivir, la resonancia del pasado, y mucho menos para convivir. Renan decía que una nación es un plebiscito cotidiano. Pues de la misma forma, en el secreto inefable de nuestros corazones, se produce todos los días, hace meses, un fatal sufragio que decide si el PSOE puede, de verdad, seguir siendo el partido que fue y debería seguir siéndolo.Julian Besteiro |
Debemos aceptar que el juego de la existencia, individual y colectiva, va a regirse ya por reglas distintas, y para ganar en él la partida, serán menester dotes y destrezas muy diferentes, de las que en el próximo pasado proporcionaban el triunfo. El sistema de valores que disciplinaba nuestra actividad en los ochenta, ha perdido, sino vigencia, al menos evidencia, fuerza de atracción, vigor imperativo.
Hannah Arendt |
Y especialmente nos será imprescindible, elegir al líder adecuado, que nos ilusione, que nos provoque, que nos emocione, que lea bien la batalla y nos dirija en ella. Decía Hannah Arendt a propósito de esto: “Las ideas de que solamente aquellos que saben obedecer, están capacitados para mandar, o que solamente aquellos que saben como gobernarse a sí mismos, pueden gobernar legítimamente sobre los demás, hunden sus raíces en la relación entre la política y la filosofía”. Pero ese líder emotivo e ilusionante, capaz de obedecer y gobernarse a sí mismo, también deberá ser capaz de articular un amplio y hoy difícil consenso. Imposible dirigir un partido dividido internamente en grandes proporciones. ¿Cómo podría vencer al adversario exterior, un líder que se viera obligado a diario, a conquistar a su propio partido?
Pues eso.
Palma. Ca’n Pastilla a 14 de Diciembre del 2016.
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