Mi estimado Lord Russell, hace ya algo así como poco más de medio siglo, explicó (algo que merece ser recordado en esta época de la posverdad) que una proposición es verdadera, solo si se corresponde con los hechos. Lo hizo entonces contra los pragmatistas y los neopositivistas, que sostenían que las afirmaciones no se validan por los hechos, sino por su coherencia con el marco interpretativo. Y a Russell le como escandalizaba esta posición porque, según ella, una proposición falsa podría declararse verdadera, si se construía un marco fantástico o ilusorio para interpretarla, que fuera mayoritariamente aceptado. La historia cultural posterior, parece haber dado la razón a los adversarios de Russell, y a él, algunos, le han considerado una especia de cascarrabias desfasado. Hasta el punto de que hoy los gabinetes de prensa, elaboran “hechos alternativos”, para convertir en verdadera cualquier proposición, por muy fantasmagórica que sea. Es cierto que no siempre consiguen crear una “verdad alternativa”, pero sí logran sembrar la duda, acerca de cual es la realidad y cual la ficción.
En mi opinión, los catalanes independentistas “viven en una realidad paralela”. Según algunas encuestas, el marco interpretativo mayoritario en Cataluña, sería el de quienes creen tener un “derecho a decidir” sobre la forma del Estado español, derecho del que carecen el resto de sus compatriotas. A mi, en la línea de Russell, esto me parece una “ilusión”. Pero para probarlo tendría que recurrir a los “hechos” – a los jurídicos, no a los estadísticos – y en este momento sería cuando me convertiría, a ojos de muchos, en un reaccionario ¡quien me lo iba a decir a estas alturas! tan recalcitrante como el viejo Russell, y se me acusaría de atentar contra las “ilusiones colectivas”.
Bertrand Russell |
Este sería pues, a día de hoy, el marco interpretativo dominante (fantástico, sí, pero no por ello ineficaz, opina Pardo) en el cual la ficción soberanista, se torna estrictamente coherente, como igualmente coherente resulta también, el corrimiento del espectro ideológico estatal, en el que se ha insertado con sonados triunfos, la nueva izquierda revolucionaria nacida del 15M, y debido al cual, quienes a principios de este siglo éramos de izquierda, pero no nacionalistas ni anticapitalistas, sin necesidad de haber cambiado de ideas, y de acuerdo con las nuevas coordenadas interpretativas, hemos acabado situados en el fondo del pozo del facherío, como muy a la derecha de Trump y de Marie Le Pen, por sólo citar dos energúmenos.
Y ahí, me temo, terminaremos todos aquellos a los que se nos ocurra, como al querido Russell, invocar la correspondencia con los “hechos” como fundamento de la “verdad”, en lugar de aceptar la más absurda teoría de la verdad, como coherencia con el delirio dominante.
Pues eso.
Palma. Ca’n Pastilla a 23 de Septiembre del 2017.