Cuando Heidegger emprende la interpretación de ser, verdad e historia, a partir de la temporalidad absoluta, su planteamiento ya no es el de Husserl, va más allá. Es cierto que en el “ductus” (guía, dirección) de “Ser y tiempo”, todavía escuchamos como un reforzamiento de la reflexión transcendental, como la conquista de una etapa más alta de la reflexión, cuando el tiempo se revela como el horizontes del ser. Para Gadamer, es la falta de una base ontológica, propia de la subjetividad transcendental – que ya Heidegger había reprochado a la fenomenología de Husserl – lo que parece quedar superado, en la resurrección del problema del ser. Lo que el ser significa, debe ahora determinarse desde el horizonte del tiempo. La estructura de la temporalidad, aparece así como la determinación ontológica de la subjetividad. La tesis de Heidegger, es que el ser mismo es tiempo.
El fundamento que ahora está en cuestión, el que hace posible toda comprensión del ser, es ya uno muy distinto, es el hecho mismo de que exista un “ahí”. Es sabido que Heidegger pone manifiesto este olvido esencial del ser, que domina al pensamiento occidental desde la metafísica griega, apuntando al malestar ontológico que provoca en este pensamiento, el pensamiento de la nada. Y en cuanto que pone de manifiesto, que esta pregunta por el ser, es al mismo tiempo la pregunta por la nada, reúne el comienzo y el final de la metafísica.
Esta es la razón por la que el verdadero precursor
de la posición heideggeriana, en la pregunta por el ser y en su remar contra la
corriente de los planteamientos metafísicos occidentales, no podía ser ni
Dilthey ni Husserl, sino en todo caso Nietzsche. Puede que Heidegger mismo –
opina Gadamer – sólo lo comprendiera más tarde. Pero a toro pasado podemos
decir, que la elevación de la crítica
radical de Nietzsche contra el “platonismo”, hasta la altura de la tradición
criticada por él, así como el intento de salir al encuentro de la metafísica
occidental a su misma altura, y de reconocer y superar el planteamiento
transcendental, como consecuencia del subjetivismo moderno, son tareas que
están ya esbozadas, de un modo u otro, en “Ser y tiempo”.
En definitiva, lo que Heidegger llama la
“conversión”, no es un nuevo giro en el movimiento de la reflexión transcendental,
sino la liberación y realización de esta tarea. Aunque “Ser y tiempo”, pone
críticamente al descubierto, la deficiente determinación ontológica del
concepto husserliano de la subjetividad transcendental, la propia exposición
del problema del ser, está formulada todavía, con los medios de la filosofía
transcendental. Sin embargo, la renovación de este problema, que Heidegger
convierte en su objetivo, significa que en medio del “positivismo” de la
fenomenología, Heidegger ha reconocido “el problema básico aún no dominado de
la metafísica”, problema que en su culminación extrema, se oculta en el
concepto del “espíritu”, tal como éste fue pensado por el idealismo
especulativo. En este sentido, Heidegger orienta su crítica contra el idealismo
especulativo, a través de la crítica de Husserl.
La fenomenología hermenéutica de Heidegger, y el análisis de la historicidad del “estar ahí”, se proponía una renovación general del problema del ser, más que una teoría de las ciencias del espíritu, o una superación de las aporías del historicismo. A la luz de la resucita pregunta por el ser, Heidegger está en condiciones de dar a todo esto, un giro nuevo y radical. Sigue a Husserl en que el ser histórico no necesita destacarse, como en Dilthey, frente al ser natural, para legitimar epistemológicamente, la peculiaridad metódica de las ciencias históricas.
Husserl“Comprender” no “es” un ideal resignado, de la
experiencia vital humana en la senectud del espíritu, como en Dilthey, pero
tampoco como en Husserl, un ideal metódico último de la filosofía, frente a la
ingenuidad del ir viviendo, sino que por el contrario, es la “forma originaria
de realización del estar ahí”, del ser-en-el-mundo. Antes de toda
diferenciación de la comprensión, en las diversas direcciones del interés
pragmático o teórico, la comprensión es el modo de ser del estar ahí, en cuanto
que es poder ser y “posibilidad”.
Sobre el trasfondo de este análisis existencial
del estar ahí, con todas sus amplias, aunque apenas explotadas, consecuencias
para las instancias de la metafísica general, el ámbito de problemas de la
hermenéutica espiritual-científica, se presenta de pronto con tonos muy
distintos.
En cuanto que Heidegger resucita el tema del ser, y
rebasa con ello a toda la metafísica anterior, gana, frente a las aporías del
historicismo, una posición fundamentalmente nueva. El concepto de la
comprensión, no es ya un concepto metódico como en Johann Gustav Droysen. La
comprensión no es tampoco, como en el intento de Dilthey, de fundamentar
hermenéuticamente las ciencias del espíritu, una operación que seguiría, aunque
en sentido inverso, al impulso de la vida hacia la idealidad. Comprender, es el
carácter óntico original de la vida humana misma. Si, partiendo de Dilthey, Georg
Misch había reconocido, en la “libre lejanía respecto a sí mismo”, una
estructura fundamental de la vida humana, sobre la que reposa toda comprensión,
la reflexión ontológica radical de Heidegger, intenta cumplir la tarea de
ilustrar esta estructura del “estar ahí”, mediante una “analítica
transcendental del estar ahí”.
Pues eso.
Palma. Ca’n Pastilla a 30 de Noviembre del 2019.