Leyendo a G.E. Moore

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Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

domingo, 23 de noviembre de 2014

Ruptura o reforma. La historia


Se debate actualmente sobre si eliminar radicalmente el Régimen del 78, o reformar la Constitución. ¡¡Ruptura o reforma!! Vaya, eso suena a déjà vue. Lo apuntaba hace unos días Josep Ramoneda. Bienvenidos de nuevo a los años 70. Eso me rejuvenece, pues ya dediqué muchas horas a discutir ese dilema, allá por mis treinta años.

Por mi parte he sido siempre un reformista, no un revolucionario. En los años setenta, en el seno de la izquierda, eso era algo incómodo, pues los compañeros te acusaban de burgués. Yo venía de una familia burguesa, como otros muchos socialistas, pero no es que se metieran con la familia, es que lo de burgués en aquella época, era identificado como reaccionario. Entonces lo guay era ser revolucionario y radicalmente marxista. Algunos hablaban de democracia revolucionaria, y ya sabemos que cuando a la democracia se la adjetiva, malo (democracia popular, democracia orgánica…). Por el contrario yo intuía que un proceso acumulativo de reformas democráticas, era más factible que un intento de repetición de la toma del palacio de invierno al estilo bolchevique, y que los resultados, al final, podían ser semejantes, pero menos traumáticos, más aceptados y/o incluso más eficaces y más duraderos. Pero no sabía construir una teoría que racionalizara mis intuiciones. Hasta que un día, entre mis muchas lecturas sobre el marxismo, me topé con la famosa polémica entre Karl Kautsky y Eduard Bernstein. Y fue este último el que me proporcionó los argumentos histórico/teóricos, con los que apoyar mis intuiciones reformistas. En la década de 1890, la polémica entre Kautsky y Bernstein, fue crucial para el porvenir de la socialdemocracia. Algún día, aunque sea sólo a modo de curiosidad histórica, escribiré un poco sobre ello.
En 1974 cuando me afilié al PSOE su programa (el del Congreso de Suresnes) era rupturista o revolucionario. Unos meses después también se apuntó al partido Félix Pons, y ambos confiábamos, lo hablamos muchas veces, que aquellas ensoñaciones revolucionarias, que estimábamos muy propias de la clandestinidad, se moderarían cuando nos pudiéramos mover en una legalidad democrática, apoyándonos para esa creencia, en lo que había sido la practica (praxis se decía entonces) del PSOE en su historia, hasta los últimos y convulsos años de la II República. En el Congreso de 1976 en Madrid, aún ilegales, pero ya “tolerados” por el gobierno de Suárez, aún se produjeron algunas escenificaciones un tanto demagógicas, poco acordes con la realidad de la Europa occidental (abucheos a Willy Brandt, y sonoros aplausos a Carlos Altamirano, Secretario del Partido Socialista Chileno, y uno de los responsables, a mi entender, del trágico final de la experiencia de la Unidad Popular de Salvador Allende). Pero crecimos rápido, pronto nos hicimos adultos, y nos convertimos de activistas y agitadores, a políticos. Los dos Congresos de 1979, los famosos del debate sobre el marxismo, así lo atestiguaron.
Bernstein entre otros socialdemóctras alemanes en 1917
Fueron los años del dilema a que me he referido: ¿ruptura o reforma? Los días en que Torcuato Fernández Miranda, machacaba aquello de “desde la ley a la ley”, línea que seguía Suárez. Y en los que el Partido Comunista de España se adaptaba, casi a mayor velocidad que nosotros, a la desagradable, aunque real, situación sociopolítica de nuestra nación (escondía la bandera republicana, aceptaba la monarquía…). Y en los que su Secretario General, Santiago Carrillo, zanjaba el dilema diciendo: ni ruptura ni reforma, “ruptura pactada”. Este aggiornamento de los partidos de la izquierda en los años de la Transición ¿os suena algo a la rápida deriva de algún partido político emergente de de hoy en día?

Bernstein a los 80 años, en 1930
Pues eso, a los políticos de izquierda nos cuesta con frecuencia, aceptar que la gran mayoría del pueblo español, es menos radical que nosotros. Pero como necesitamos sus votos, no nos queda otra que atemperar nuestra radicalidad. Por supuesto eso sólo si lo que deseamos es gobernar para cambiar las cosas. Si a lo que aspiramos es a hacer estética y no política, para poder seguir sin tener que elegir entre intereses encontrados, sin tener que separar las soluciones factibles de las utópicas, sin “mancharnos” las manos en el cotidiano devenir de la governanza de lo público… entonces sí podemos seguir siendo vírgenes y puros, radicales.


Palma. Ca’n Pastilla a 22 de Noviembre del 2014.

10 comentarios:

  1. Demasiada importancia sobre si la Constitución hay que reformarla o sustituirla. Si se la atendiera, si se respetase, si sirviese para que el ejercicio del poder se celebrase sin perderla de vista, pues vale. Pero resulta que el Tribunal Constitucional se ha convertido en la ultima posibilidad de apelación para cualquier cosa, los propios abogados recomiendan argumentar indefensión desde el primer escrito para poder apelar en el Constitucional en el peor de los casos con lo cual aquello es una jaula de grillos administrada por unos magistrados digitales ( a dedo).
    Es posible que lo que viene sea ante todo una necesidad de buena administración sin el mínimo interés en desempolvar el pendón de Castilla, los estandartes de León o las banderas de la Corona de Aragón. Luego todo se organizará como decida la gente con absoluto respeto a esas voluntades
    Valentin Alonso.

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    1. Hola Valentín:
      La diferencia entre reformar o sustituir la Constitución, no me parece baladí. Pero bueno, si hubiera votos suficientes para reformarla, y se reformara muy a fondo, llegaría un momento en el que sería difícil, decir si se trata de la misma Constitución reformada, o es ya otra. Es lo mismo de los de las reformas. Si se lleva adelante un proceso acumulativo de las mismas, llegaríamos a un punto en que se podría hablar de una ruptura o revolución.
      Y en lo del Tribunal Constitucional, totalmente de acuerdo. Siempre me ha parecido un error judicializar lo que es político (en el terreno privado, no basta aducir indefensión, hay que argumentarla). Los conflictos políticos hay que resolverlos políticamente (vease lo de Cataluña). Por ejemplo, cuando en el partido alguien aducía, que para resolver un conflicto interno, había que acudir a los Estautos del mismo, yo decía, malo, y me oponía. Pues me parecía que era admitir la derrota de la negociación política, para solucionar el desacuerdo.
      Un fuerte abrazo,

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  2. Interesante disyuntiva. Con el tiempo me estoy haciendo cada vez menos revolucionario, o será que, como en cierto modo soy representante del estado por mi condición laboral, mi moral pública cada vez se parece menos a mi moral privada (aquello que decía Kant en su Discurso de la Ilustración). El caso es que siempre me ha resultado curioso que la gente que está en contra de la revolución siempre hace alusión a la bolchevique, que no olvidemos desterró del mapa un sistema, el zarista, que era del todo menos democrático y respetuoso con el campesinado. Otra cosa es lo que vino después, discutible, utópico y que terminó en fracaso. Sin embargo, a esos mismos se les olvida la revolución Francesa que marca el inicio de la Europa moderna, de los estados modernos y un cambio en las relaciones laborales, en el derecho (penal, mercantil, etc)... Y resulta aún más curioso, y es una opinión personal, que los países que no participaron de esa revolución francesa ni se empaparon de ese espíritu revolucionario hayan sido históricamente los países más atrasados de Europa. Yo creo que tanto revolución como reforma son compatibles y que hay ejemplos de éxitos y fracasos hay en ambos casos. Y vuelvo a una reflexión que discutimos en el post anterior ¿podemos confiar en que los que nos han llevado a esta situación sean los mismos que propongan las reformas? ¿En el año 78 que hubiera sido de nosotros si quien propone las reformas hubiera sido Arias Navarro? por poner un ejemplo.

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    1. Hola Kepa:
      Hay que releer a Kant y a Weber, para discernir lo que es la responsabilidad política, y la responsabilidad privada, que no siempre coinciden.
      Cuando yo hablo de reforma versus revolución, debe entenderse que siempre me sitúo en el ámbito de la libertad y de los regímenes democráticos. Si nos encontramos en un sistema totalitario y/o absolutista (la Rusia zarista, o la monarquía francesa de 1789) tengo claro que la revolución se impone. La Revolución Francesa, coincido totalmente contigo, fue un paso de gigante hacia la Modernidad (antes lo había sido la revolución de los EE.UU. frente a la intransigencia del Reino Unido) Y, efectivamente, los países que no anduvimos por la senda de los revolucionarios franceses, pagamos nuestro pecado con un atraso secular.
      Y las muchas reformas radicales que necesita este país, las tendrán que llevar a cabo nuevos actores. Los partidos tradicionales, renovados a fondo en sus estructuras: más democracía interna, más transparencia, más contacto continuo con los ciudadanos, menos cooptación desde la cúpulas, intransigencia radical con la corrupción... Y, especialmente, dirigidos por una nueva generación honesta, y más preocupada por el bienestar de todos, que por su "carrera" política. Y si no, las reformas las dirigirán las nuevas fuerzas política emergentes. Lo cual, si se demuestra la incapacidad de "aggiornamento" de los partidos de siempre, no me parecerá mal. Mientras la ruptura o las reformas se lleven adelante, mediante un limpio proceso democrático, por supuesto lo aceptaré, y me pondré a observar serenamente, desde la fidelidad a mis ideas, lo que vaya pasando. Pero eso sí, si la cosa se tuerce, y este país deviene ingobernable, nadie me privará de repetir aquello de: yo ya lo advertí.
      Un afectuoso abrazo,

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  3. Totalmente de acuerdo con Kepa, da mucho gusto que alguien añada con tanto acierto lo que uno intentaba expresar
    Valentin

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    1. Es que Kepa, es mucho Kepa. Uno de esos muchos vascos que son la hostia

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  4. Hola Emilio.
    Quina importància té que es reformi o no la constitució, si els artícles que efecten a la gran majoria (39-40-47 i molts d'altres) en les coses més bàsiques, no es compleixen. Això mateix es pot aplicar a Rajoy, amb les noves mesures contra la corrupció, si de totes maneres no es compleixen les que ja hi ha.
    Amic Emilio, a escèptic no em guanyarà!
    Salutacions cordials.

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    1. Hola Joan:
      Me parece que, como dices, a escéptico no te gano. Pero casi estoy seguro de que a apasionado tampoco.
      Las leyes hay que cumplirlas, y los responsables polticos los primeros, de lo contrario nos precipitamos al caos. Y en un sistema democrático, si las leyes o los políticos no nos gustan, pues a pelear por cambiarlas y cambiarlos por otras y/u otros con nuestro voto. Y quien dice las leyes, dice por supuesto la Constitución, la ley de leyes, nuestro marco de convivencia.
      Si tienes tiempo y humor, léete este artículo de Pérez Tapias. Siendo del PSOE, es miembro de la corriente Izquierda Socialista, y no siempre estoy de acuerdo con ellos, aunque mi hija Sarah sea miembro de su Gestora a nivel nacional.
      http://argumentosptapias.blogspot.com.es/2014/11/prioridades-constitucionales.html
      Un abrazo,

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  5. Ando retrasado con mis lecturas.... Al hilo de este post y nuestros comentarios quería resaltar las medidas anticorrupción de nuestro actual presidente. El otro día tuve los arrestos de oírme por la radio el debate del parlamento. No se que opinión tenéis pero fue de vergüenza ajena. Me gusto sin embargo mucho el discurso de Pedro Sánchez. Es una pena que esté perdiendo su credibilidad después de haberse echado atrás y matizado lo que dijo sobre abolir el artículo 135. Son estas cosas las que nos hacen dudar sobre las verdaderas intenciones de algunos políticos. Donde dije digo digo Diego. Mal asunto.

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  6. Hola Kepa:
    A propósito del ya famoso Artº 135 y de lo que dijo o dejo de decir Pedro Sánchez sobre él: Reconstruir con detalle y certeza la evolución de un debate a través de los medios es muy complicado, ya que los mismos destacan o suprimen partes de dicho debate. Sólo en el Congreso es posible, debido a la existencia del Diario de Sesiones. En estos momentos te prometo que no recuerdo las primeras palabras de Pedro, respecto a sus intenciones sobre el Artº. por tanto no estoy seguro si se desdice, matiza, o qué.
    En su día fue un grave error introducirlo en la Constitución, esencialmente por la forma en que se hizo, no consultando a la ciudadanía.
    Preguntando, esta vez sí, a los españoles, a mí personalmente, me parece mejor que se reforme o complete, de forma que nadie crea que renunciamos a la estabilidad presupuestaria (que no debe confundirse con el déficit cero en cada Presupuesto) y, por otra parte, que su nueva redacción no dificulte las políticas sociales, o las de inversión pública y/o de relanzamiento de la economía, en épocas de estancamiento o decrecimiento de la misma.
    Un fuerte abrazo,

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