Pero “Filosofía de la existencia” no es, en la denominación de Hannah Arendt, el existencialismo – al que sí se refirió en una anterior obra – sino la derrota que ha seguido la filosofía europea, desde que Kierkegaard y Nietzsche respondieron al cambio que introdujo Kant en el orden filosófico, al demoler la identidad entre el ser y el pensar, creencia en la que la filosofía había vivido desde los griegos.
Lo que en Kierkegaard llama el “nacimiento del sí mismo”, es la única vía afirmativa, aunque paradójica, que intenta asumir el riesgo de una existencia desprovista de Dios, pero también de “mundo”, entendido ya en el sentido preciso, que Arendt dará al término en su obra posterior, es decir, “mundo” como esfera de los asuntos humanos, de la interacción de unos hombres con otros. Heidegger habría profundizado en este camino, para terminar en una especia de absurdo: “El ser en el sentido heideggeriano es la nada”. El análisis del hombre, reducido a las categorías formales del “dasein”, no permite restaurar una idea de humanidad compartida. El “dasein” es profundamente solipsista. Según Arendt, el propio Heidegger fue consciente de ello, pues en los cursos posteriores a la aparición de “Ser y tiempo”, buscaría para este “sí-mismo” aislado, “un fundamento común” sirviéndose de “anticonceptos metafísicos como ‘pueblo’ o ‘tierra”, que sólo pueden conducir a “alguna superstición naturalista”. Esta apenas velada acusación de racismo, marca el punto más bajo en la apreciación de la obra de Heidegger por Arendt.
Soren Kierkegaard |
Pues eso.
Palma. Ca’n Pastilla a 6 de Marzo del 2018.
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