Pues bien, justamente hoy, he leído el recorte que tenía guardado, de un artículo de Antonio Muñoz Molina en El País. Babelia. En el mismo el gran escritor relata, como cuando arrecia la bronca pública y la temperatura del delirio, entre nosotros los españoles siempre tan alta, va llegando al punto de ebullición, su instinto le lleva a esconderse y retirarse. Y que uno se esconde como puede en la vida privada y se retira a un silencio que está hecho, en gran parte, de las palabras luminosas y acogedoras de unos cuantos libros o, más bien, de las voces de los que los escribieron, preservadas en ellos puede que desde hace siglos.
La Torre de Montaigne, en Saint Michel-de-Mont |
Actualmente el cretinismo de algunos propagadores de la ignorancia, ha puesto de moda la llamada “caducidad de los saberes”. Pero fue en las obras de escritores romanos de más de mil quinientos años atrás, donde Montaigne reconoció el diagnóstico de las debilidades y las estupideces humanas, que había presenciado él mismo: la facilidad del error, el éxito del engaño, lo incierto de las capacidades humanas, la utilidad de la ironía, la necesidad de modelar la propia vida, y el ejercicio soberano y escéptico de la razón. Viviendo también en tiempos inciertos y oscuros, sin embargo Montaigne no concedió jamás, ningún crédito intelectual a la pesadumbre, y consideró siempre que uno de los indicios más seguros de la sabiduría, era un disfrute constante de los placeres de la vida, más valiosos todavía por ser pasajeros e inseguros.
Que en la política española haya hoy mucho de monólogo mitinero, y que todo diálogo sea un diálogo de sordos y un guirigay de insultos, quizás tenga que ver con el olvido de la tradición reflexiva de Montaigne, el cual nos legó gran parte de nuestro pensamiento racional y democrático, así como el modelo de la escritura crítica.
De la trastienda de uno mismo, o de la “arrière-boutique”, en la cual, según Montaigne, hay que saber esconderse a solas, aprendió Virginia Woolf la idea de la habitación propia, que una mujer necesita para escribir. Así como en Habermas, también en Montaigne buscamos algunos, el camino para apartarnos un poco sin alharacas ni misantropía; pero sin embargo continuar estando presentes con dignidad y los ojos abiertos y, a ser posible, sin excesiva angustia.
Palma. Ca’n Pastilla a 9 de Octubre del 2015.
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