Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

lunes, 21 de noviembre de 2016

QUERIDA LUCY

Siempre he tenido a mano la docena de mis libros favoritos, y algunos textos que releo con frecuencia, para tener siempre presente su contenido. Uno de esos textos, es este:
El 1 de Septiembre de 1902, Bertrand Russell escribía estas letras a Lucy Martin Donnelly:
<Para la mayoría de la gente, la familia posee un grado de realidad, superior al de no importa que ulterior relación, comprendidas las del esposo y/o la esposa.  Lo puede observar en Carlyle: sus padres en Annandale, estuvieron presentes para él, como jamás lo estuvo su esposa hasta que murió… Las personas asociadas a nuestra infancia, tienen una presencia superior a la que pudieran pretender, aquellos que conocemos más tarde (los primeros viven siempre en nuestro pasado instintivo)…
No, no he leído a los Isabelinos desde mi primer año en la universidad: según mis recuerdos, su principal mérito residía en la riqueza y esplendor de su verbo. No demande a los antiguos dramaturgos, un Evangelio capaz de regenerarnos: su mundo es decididamente, demasiado irreal. “Bien sûre”, vuestra propia vida es una vida “de papier”, como usted misma dice, una vida en la que la experiencia viene adquirida por el intermediario de los libros. Para remediar esto, más libros no es una buena solución. El único remedio es la vida real, pero no es un remedio fácil. Por “vida real”, entiendo una vida hecha de cierta forma de intimidad con otros seres humanos (la vida pasional de Hodder, no tiene ninguna especie de realidad). O, si usted lo prefiere, la vida real significa la experiencia, que uno adquiere por si mismo, de las emociones que constituyen la materia de la religión y la poesía. La vía para llegar a ella, es la misma que la aconsejada al hombre que quería fundar una nueva religión: Muera en la cruz y resucite al tercer día.
Si usted se siente preparada para estas dos pruebas, no lo dude: láncese a la vida real. Pero en el mundo moderno, la cruz es generalmente la que uno se inflige a sí mismo, deliberadamente; y la resurrección, con la perspectiva de nuevas crucifixiones, exige un considerable esfuerzo de voluntad. Me parece que sus dificultades, provienen del hecho de que en su mundo, usted no tiene interlocutores reales. Los jóvenes no son nunca reales; los solteros lo son raramente. Además, si me permite remarcarlo, la calidad de las emociones en América, me parece más frívola, más superficial, más pusilánime que en Europa; se constata allí una banalidad de sentimientos, que hace que las personas reales sean muy escasas…

En suma, la vida real no consiste, como Hodder querría haceros creer, en aventuras con los hombres casados. Si busca experiencias raras, algo de renunciamiento, o de cumplimiento del deber, os procurará sensaciones infinitamente más singulares, que las más bellas, las más libres pasiones del mundo. Por lo demás, una vida rodeada de libros, procura un alto grado de calma y serenidad. Es exacto que se acaba teniendo hambre de algo más inmaterial; pero se ahorra uno el remordimiento, el horror, la tortura y el veneno enloquecedor de la pesadumbre. Por mi parte, yo me construyo un refugio, donde lo más profundo de mi mismo, pueda habitar en paz, mientras un simulacro de mi persona afronta el mundo exterior.

Ayer, como hablaba en descampado, los espectros de mi pasado surgieron y desfilaron ante mí en procesión – tantos muertos, con sus esperanzas y sus temores, sus alegrías y sus penas, y las aspiraciones de su juventud dorada – todo perdido, desvanecido en los limbos inmensos de la humana locura. Y mientras hablaba, tenía la impresión que yo mismo y los otros, desaparecíamos ya en el pasado, y que nada tenía ya importancia: luchas, sufrimientos… todas las cosas, pura fatuidad, ruidos y furor, sin ningún sentido. “Et voilàcomo se alcanza la serenidad, como los rayos del Destino, se reducen a simples cuentos de niñeras, relatados para asustar a los chavales…
He releído, por otra parte, el más exquisito de todos los pequeños relatos históricos, “Le collier de diamants” de Carlyle. Es el único autor que ha sabido dar a la Historia, su legítima plaza en las Bellas Artes>.

Palma. Ca’n Pastilla a 6 de Noviembre del 2016.

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