Así que creo llegada la hora de “salvar al soldado Sánchez”, de algunos de sus talibanes de salón. Con permiso de Benedetti: hay que defender a Pedro de la miseria y de los miserables; de las ausencias transitorias y de las definitivas; defenderle del pasmo y las pesadillas; de las dulces infamias y los graves diagnósticos; defenderle del rayo y la melancolía, de los ingenuos y de los canallas… Especialmente ponerle a resguardo de muchos de sus fans en las redes que, bajo la excusa de defender su programa, no hacen sino colocar plomo es sus alas. Y por cierto: ya no hay programa sanchista propiamente dicho, ha sido subsumido en las resoluciones del 39 Congreso, que ahora es el programa de TODO el PSOE. Les guste a unos más o menos.
El sanchismo no puede, como algunos parecen pretender, devenir en una religión que nos impida a todos una mirada limpia, que nos imponga esa sinrazón que, supuestamente, cosería un mundo de sinrazones. Por lo menos los librepensadores, entendemos la democracia, como una práctica de pública racionalidad. No nos va esa visión cainita de la política. No creemos en eso de buenos frente a malos. Personalmente soy más del debate entre verdades relativas, para llegar al final a los que los ingleses denominan "compromise" (que no tiene una buena traducción en castellano). Me enerva esa legión que ha surgido de pedristas acríticos. No lo puedo evitar. Y pienso sinceramente, que Pedro estaría de acuerdo conmigo.
Al contrario de algunos compañeros, que parecen sentirse en posición de la verdad única y exclusiva, más bien creo que la verdad es dialógica. Que es el resultado del diálogo igualitario; en otras palabras, que es la consecuencia de un diálogo en el que diferentes personas, dan argumentos basados en pretensiones de validez y no de poder. El concepto de aprendizaje dialógico, se vincula con contribuciones provenientes de varias perspectivas y disciplinas, como con la teoría de la acción dialógica (Freire, 1970); la aproximación de la indagación dialógica (Wells, 2001); con la teoría de la acción comunicativa (Habermas, 1987); la noción de la imaginación dialógica (Bakhtin, 1981) y con la teoría del “Yo Dialógico” (Soler, 2004). Además, el trabajo de una importante variedad de autores contemporáneos, está basado en concepciones dialógicas.
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Jürgen Habermas |
Pues eso.
Palma. Ca’n Pastilla a 18 de Julio del 2017.
Sabes que en este punto prefiero el realismo político de un indeseable como Schmitt antes que a un "cura-laico" como Habermas. Juzgo imprudente confiar excesivamente en esas las condiciones ideales del diálogo que plantea, grosso modo, la teoría de la acción comunicativa, sobre todo, en los asuntos que atañen a la política, porque considero que no se puede huir de lo político, que es esencialmente el horizonte del amigo-enemigo, o amigo-adversario dicho en términos menos dramáticos. En cualquier caso mi principal objección es que no toda la razón se puede encapsular en el lenguaje, ni que lo contrario del diálogo sea el irracionalismo y la barbarie necesariamente. Y miedo me da que en nombre de las "verdades parciales" se introduzca alguna moneda falsa en circulación susceptible de ser instrumentalizada por algún sofista malandrín que haya abolido desvergonzadamente el principio lógico de no contradicción. Creo que sobra política y falta lo político, en resumidas cuentas. Obviamente no hay política sin políticos, pero a mí me sabe muy mal atestiguar que la política ha degenerado en politiquería. Las soluciones políticas pueden ir perfectamente por carruseles independientes del derecho constitucional o de la lógica, pero no de las consecuencias que dejan tras de sí las decisiones políticas. Un abrazo.
ResponderEliminarApreciado Carlos, gracias por tu comentario y por hacerlo aquí, directamente en el Blog.
ResponderEliminarY sí, sí, siempre tengo presentes tus preferencias por Schmitt y su concepto del "amigo-enemigo". Yo soy más del "compromise" como lo entienden los ingleses.
No sé de verdad alguna que no sea "parcial", aunque yo prefiero decir "relativa".
Siempre ha habido politicastros en la política, no es de ahora. Los tratadistas franceses han distinguido siempre entre "Politique" (hombre de estado) y "Politicien" (politiquillo o politicastro.
Y por supuesto, al menos para mi, jamás hay que obviar en política, las consecuencias de las decisiones que se toman. Siguiendo a Weber, diría que yo soy partidario de la ética de la responsabilidad, y no de la ética de los principios.
Un gran abrazo.