Como preámbulo, relataré dos anécdotas con mi profesor de “Estructura Económica Internacional” en la Complutense, el gran José Luis Sampedro. Un día nos recordó que en España, las cosas provisionales tienen con frecuencia una vida muy larga. Por ejemplo – nos dijo – el impuesto ‘provisional’ sobre el café, data de finales del siglo pasado. Y para que no nos liáramos, a lo largo del estudio de su asignatura, con los significados de ‘Coyuntura’ y ‘Estructura’, nos recitó:
“Estructura es lo que dura,
Lo demás es Coyuntura”.
Pero bueno, vayamos a lo nuestro. Recuerdo que en un artículo sobre Shakespeare, Goethe resumía su pensamiento sobre el gran bardo inglés, con estas palabras: “Shakespeare acompaña a la Naturaleza”. Y Ortega, al respecto, opinaba que todo espíritu dotado de alguna penetración, se esfuerza asimismo en acompañar a la Naturaleza, y ve en ello, su mandamiento primero y más genérico. De aquí el amor a la circunstancia, que Goethe sintió también profundamente. Tomémonos la licencia de sustituir Naturaleza por Historia.
Las almas superficiales, desdeñan lo que en cada caso es circunstancia o coyuntura, pensando siempre en una situación definitiva que, claro está, no llega jamás. Como el día de la toma del Palacio de Invierno, o ese “Un largo sábado” de Steiner, que para algunos no terminará nunca. Pero la vida de la persona o del universo no conoce situaciones definitivas, sino que consiste en una serie inacabable de circunstancias o coyunturas, que se van sucediendo y negando la una a la otra. Ninguna de ellas puede alzarse frente al resto, como la única perfecta. Lo definitivo, lo acabado, lo perfecto, no consiste en una realidad determinada que, por si misma, se eleva sobre las demás y las anula. En cambio, toda coyuntura y toda realidad, contiene una posible perfección. Y es este margen de perfeccionamiento de la circunstancia, lo que algunos llamamos “ideal” y nos esforzamos por henchir.
Nos recordaba Ortega, que lo circunstante, lo coyuntural, no sólo inspira al arte y a la ciencia, sino también a la sensibilidad moral (releamos a Hume) y a la invención política. Mucho ojo con las formas utópicas o ucrónicas en política. Al loro con la verdad única. Mejor aprender con Habermas, que la misma es dialógica. La única superioridad de Grecia, por así decirlo, fue creer que el universo se halla saturado de “nous”, de sentido, y que, por tanto, de él es de donde debemos extraer las normas para la mente.
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José Luis Sampedro |
En lo nuevo, algunos advertimos la presencia de lo viejo, desgraciadamente de mucho de lo viejuno, arcaico. Pero cada moneda tiene una cara que quema menos. También podemos ser optimistas, contemplando como en este profundo viraje de la Historia, hay personas y equipos que, acostumbrados a vivir en y con la coyuntura, se ajustan al rolar del viento y – como expertos balandristas diría Ortega – navegan de ceñida; salvan el punto difícil y no pierden contacto, adherencia íntima, con la nueva circunstancia. Son personas infinitamente plásticas, capaces de la más fina adaptación a los alabeos cósmicos. Esta es la impresión que producen en su secreto afán, algunos (pocos por desgracia) de los políticos más inteligentes, de está difícil coyuntura social que vivimos. Han aceptado el imperativo de la hora, y trabajan en la forja de las nuevas normas.
Pues eso.
Palma. Ca’n Pastilla a 9 de Agosto del 2018.
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