Como escribió Hans Georg Gadamer, a una edad ya avanzada: “Y ahora? Pues bien! Soy un anacronismo viviente: ciertamente ya no formo parte de este mundo, pero sigo todavía en él”. El mundo se me hace cada día, un poco más extraño. Me he pasado una vida predicando la comprensión y ahora… Pero no pierdo la esperanza. Los hombres no podemos vivir sin esperanza. Es una tesis que he defendido siempre, y lo seguiré haciendo.
Mis lecturas de estos días, me han llevado a recordar, un debate que tuvo lugar entre Derrida y Gadamer, en el Instituto Goethe de Paris, en abril de 1981, sobre las nociones de sentido, verdad y comprensión. Gadamer creía que era la propia idea de comprensión, lo que irritaba a Derrida. ¿Cómo puede uno renunciar a comprender? se preguntaba Gadamer. El debate con un interlocutor, que ponía en cuestión de forma radical, las nociones de comprensión y verdad, se le hacía difícil, tanto más cuando Derrida, parecía interpretar la idea de diálogo, como un ejercicio meramente fútil. Gadamer trataba de explicar que la comprensión y el diálogo, no tenían nada de metafísicos. Mientras éste trataba de atraer la atención, sobre la experiencia que realizamos, cuando abrimos los oídos e intentamos comprender, Derrida ponía en valor, especialmente, las “experiencias” de ruptura, interrupción y alteridad, que demostraban los límites de la comprensión y el entendimiento. El psicoanálisis, decía Derrida, nos enseña que la comprensión no es siempre posible, y con frecuencia abusa de nosotros.
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Habermas a la izquierda. Gadamer a la derecha |
En el año 2000, Derrida rehusó participar en un ”Festschrift” (publicación de homenaje) para el centenario de Gadamer. Sin duda estimaba aquel, que el debate de 1981, por poco valor que le concediera, había resultado un fracaso para él. Y la mejor forma de demostrar las limitaciones, de la idea gadameriana de entendimiento, era la de no proseguir con ningún tipo de diálogo. Pero en el espíritu de Gadamer, el debate no había concluido, pues los verdaderos diálogos, no tienen fin.
Gadamer, ha pesar de su edad, jamás renunció a hacerle comprender a Derrida, que la idea de un horizonte de comprensión, no tenia nada de totalizadora, pues el horizonte es algo que se mueve con nosotros, por el juego infantil de las diferencias, si se quiere, pero que no se alcanza jamás. Su propósito no era el de sostener, que lo podemos comprender “todo”, sino sólo el de recordar, que somos seres de comprensión y de sentido, justamente porque con frecuencia son valores que nos faltan.
La correcta comprensión de sí mismo consiste justamente, Gadamer lo aprendió de Bultmann, en reconocer que uno no logra jamás, conocerse del todo a sí mismo. En eso no necesitaba, que Derrida le recordara los límites, incluso la violencia, que comporta toda comprensión.
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Jacques Derrida |
Gadamer repetirá, cada vez más, que el alma de la hermenéutica, consiste en reconocer, que puede ser el otro quien tenga razón. “Comprender” quiere decir en este caso, abrirse al otro, a sus razones y, a partir de aquí, desapropiarse de sí mismo. Si la comprensión permanece como una apropiación, es únicamente porque ella sigue siendo “respuesta”, a la interpelación del otro.
En una entrevista el 11.02.1995 (día de su cumpleaños) Gadamer respondía: “Después de la guerra, o después del largo aislamiento, he podido encontrarme de nuevo, con colegas que hablaban italiano, francés e inglés. Fue interesante para mí, darme cuenta de todo lo que se puede desarrollar, cuando se habla con otros. En el diálogo, se alcanza una forma de superioridad, en relación a cualquier dominación monológica del conocimiento. Ese es el gran misterio del diálogo: que el otro me devuelve, algo que nos interesa a los dos”.
Pues eso.
Palma. Ca’n Pastilla a 24 de Septiembre del 2019.
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