Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

jueves, 23 de enero de 2020

EXPERIENCIA. BUEN JUICIO

Para Hegel, el camino de la experiencia de la conciencia, tenía que conducir, necesariamente, a un saberse a sí mismo, que ya no tenga nada distinto ni extraño fuera de sí. Para él la comunicación de la experiencia, era la “ciencia”. El patrón bajo el que pensaba la experiencia era, por tanto, el del saberse. Por eso la dialéctica de la experiencia, tiene que acabar en la superación de toda experiencia, que se alcance en el saber absoluto, es decir, en la consumada identidad de conciencia y objeto.
Para Hans-Georg Gadamer, la verdad de la experiencia contiene siempre, la referencia a nuevas experiencias. En este sentido, la persona a la que tildamos de “experimentada”, no es sólo aquel que ha llegado a ser lo que es “a través” de experiencias, sino también alguien que está abierto a nuevas experiencias. La consumación de su experiencia, el ser consumado de aquel a quien llamamos experimentado, no consiste en ser alguien que lo sabe ya todo, y que de todo sabe más que nadie. Por el contrario, el hombre experimentado es siempre el más radicalmente no dogmático, que precisamente porque lleva a las espaldas tantas experiencias, y ha aprendido tanto de ellas, está particularmente capacitado para volver a experimentar y aprender de nuevo. La dialéctica de la experiencia tiene su propia consumación no en un saber concluyente, sino en esa apertura a la experiencia, que es puesta en funcionamiento por la experiencia misma.
Con todo eso, el concepto de la experiencia del que trata Gadamer, adquiere un momento cualitativamente nuevo. No se refiere sólo a la experiencia, en el sentido de lo que ésta enseña sobre tal o cual cosa. Se refiere a la experiencia en su conjunto. Esta es la experiencia que, constantemente, tiene que ser adquirida, y que a nadie le puede ser ahorrada. La experiencia es aquí, algo que forma parte, de la esencia histórica del hombre. Aun tratándose del objetivo limitado de una preocupación educadora, como la de los padres, o la de ahorrar a los demás determinadas experiencias, lo que la experiencia es en su conjunto, es algo que no puede ser ahorrado a nadie.
En este sentido, sí, la experiencia presupone necesariamente, que se defrauden muchas expectativas, pues sólo se adquiere a través de decepciones. Entender que la experiencia es, sobre todo, dolorosa y desagradable, no es tampoco una manera de cargar las tintas, sino que se justifican bastante inmediatamente, si se atiende a su esencia. Ya Bacon, recordemos, era consciente de que sólo a través de instancias negativas, se accede a una nueva experiencia. Toda experiencia que merezca ese nombre, se ha cruzado en el camino de alguna expectativa. El ser histórico del hombre contiene así, como momento esencial, una negatividad fundamental que aparece en esta referencia esencial, de experiencia y buen juicio.
Este buen juicio, es algo más que conocimiento de este o aquel estado de cosas. Contiene siempre un retornar, desde la posición que uno había adoptado por ceguera. En este sentido implica siempre, un momento de autoconocimiento, y representa un aspecto necesario, de lo que llamamos experiencia, en sentido auténtico. También el buen juicio sobre algo, es algo a lo que se accede. Asimismo esto es al final, una determinación del propio ser humano: ser perspicaz y capaz de apreciar bien.
Si quisiéramos aducir también algún testimonio, para este tercer momento de la esencia de la experiencia, el más indicado sería, a mi entender, Esquilo, que encontró la fórmula con la que expresar, la historicidad interna de la experiencia: “aprender del padecer”. Pero atentos, esta fórmula no sólo significa que nos hacemos sabios a través del dolor, y que sólo en el desengaño y en la decepción, llegamos a conocer más adecuadamente las cosas. No, la fórmula va más allá.
El filólogo platónico alemán Heinrich Dörrie, presume que el sentido original del refrán o de la frase, sería que sólo el idiota necesita sufrir para ser listo, ya que el listo prevería por sí mismo. Sin embargo el propio mito que toma Esquilo, habla de la escasa visión del género humano, no de la de idiotas aislados. Además la limitación de la previsión humana, es una experiencia tan temprana y tan humana, tan estrechamente vinculada con la experiencia general del dolor por los hombres, que es difícil creer que esta idea hubiera permanecido oculta en un inocuo refrán, hasta que Esquilo lo descubrió. Lo que el hombre aprenderá por el dolor, no es esto o aquello, sino la percepción de los límites del ser hombre, la comprensión de que las barreras que nos separan de lo supuestamente divino, no se pueden superar.
Esquilo
La experiencia es, pues, experiencia de la finitud humana. Es experimentado, en el auténtico sentido de la palabra, aquel que es consciente de esta limitación, aquel que sabe que no es señor, ni del tiempo ni del futuro; pues el hombre experimentado conoce los límites de toda previsión, y la inseguridad de todo plan. En él llega a su plenitud, el valor de la verdad de la experiencia. Si en cada fase del proceso de la experiencia, lo característico es que el que experimenta, adquiere una nueva apertura para nuevas experiencias, esto valdrá tanto más, para la idea de una experiencia consumada. En ella la experiencia no tiene su fin, ni se ha accedido a la forma suprema del saber (Hegel), sino que en ella es donde en verdad, la experiencia está presente por entero, y en el sentido más auténtico. En ella accede al límite absoluto, todo dogmatismo nacido de la dominante posesión por el deseo, de que es víctima el ánimo humano. La experiencia enseña a reconocer lo que es real, sí. Pero lo que es, no es en este caso esto o aquello, sino “lo que ya no puede ser revocado”, tal como nos enseñaba Leopold von Ranke.
Es entonces cuando se desvela como pura ficción, la idea de que se puede dar marcha atrás a todo, de que siempre hay tiempo para todo y de que, de un modo u otro, todo acabará retornando. El que está y actúa en la historia, hace constantemente la experiencia de que nada retorna. Reconocer lo que es, no quiere decir aquí, conocer lo que hay en un momento, sino percibir los límites dentro de los cuales, hay todavía posibilidad de futuro para las expectativas y los planes; o más fundamentalmente, que toda expectativa y toda planificación de los seres finitos, es, a su vez, finita y limitada. La verdadera experiencia es así, experiencia de la propia historicidad.
Pues eso.


Palma. Ca’n Pastilla a 6 de Diciembre del 2019 (XLI aniversario de la Constitución)


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