Bien es cierto que a los términos “razón” y “racionalismo” les asignamos un sentido amplio, que abarca no sólo a la actividad intelectual, sino también la observación y la experimentación. Pero con frecuencia tienen un sentido distinto, más estrecho, opuesto no a racionalismo, sino a “empirismo”, queriendo señalar la preponderancia de la inteligencia, sobre la observación y la experimentación, por lo cual algunos autores piensan que sería mejor, en este caso, utilizar el término “intelectualismo”.
Pero yo cuando hablo de “racionalismo”, utilizo siempre la palabra, en un sentido que incluye al empirismo, además del intelectualismo. Esto no debería extrañar a nadie, puesto que la ciencia se vale por igual, de la experimentación y del pensamiento. Además utilizo la palabra “racionalismo”, para indicar, aproximadamente, una actitud que procura resolver la mayor cantidad posible de problemas, recurriendo a la razón, es decir, al pensar claro y a la experiencia, más que a las pasiones y las emociones.
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Karl Popper |
En resumen, la actitud racionalista o, como quizá pudiese llamarse, la “actitud de la razonabilidad”, es muy semejante a la actitud científica, a la creencia de que en la búsqueda de la verdad necesitamos cooperación, y que, con la ayuda del raciocinio, podremos alcanzar, con el tiempo, algo de objetividad.
También es posible que se torne más claro, el significado que otorgamos a la palabra “racionalismo”, si distinguimos entre el verdadero racionalismo, y el falso o pseudo racionalismo. Llamamos “verdadero racionalismo” al de Sócrates, o sea, a la conciencia de las propias limitaciones; a la modestia intelectual de aquellos que saben, con cuanta frecuencia yerran; a la comprensión de que no debemos esperar demasiado de la razón; de que todo argumento, raramente deja aclarado un problema, si bien es el único medio para aprender, no para ver claramente, pero sí para ver con mayor claridad que antes.
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Jürgen Habermas |
A mi modo de entenderlo, un racionalista, aun cuando se crea intelectualmente superior a otros, habrá de rechazar toda pretensión de autoridad, ya que tiene conciencia de que, si bien su inteligencia es superior a la de otros (lo cual además no le resultará fácil de juzgar) ello se cumple sólo en la medida, en que es capaz de aprender de la crítica de los demás, de sus propios errores y de los ajenos, y de prestar atención a las razones de los demás. Priva así en el racionalismo, la idea de que el adversario, tiene derecho a hacerse oír, y a defender sus argumentos. Esto supone el reconocimiento de la tolerancia, por lo menos de todos aquellos que no son, en sí mismos, intolerantes. No se mata a un hombre, cuando se adopta la actitud, de escuchar primero sus argumentos. Para mi Kant tenía razón, al basar la “Regla de oro”, en la idea de la razón.
La ética no es una ciencia. Pero aunque no exista ninguna “base científica racional” de la ética, existe en cambio una base ética, de la ciencia y el racionalismo. La idea de imparcialidad, también conduce a la de responsabilidad: no sólo tenemos que escuchar los argumentos, sino que tenemos la obligación de responder, allí donde nuestras acciones afecten a otros. De este modo, en última instancia, el racionalismo se halla vinculado, con el reconocimiento de la necesidad de instituciones sociales, destinadas a proteger la libertad de la crítica, la libertad de pensamiento y, de esta manera, la libertad de los hombres.
La adopción del racionalismo significa, además, que existe un medio común de comunicación, un lenguaje común de la razón. Esta, la razón, establece algo así como una obligación moral para con este lenguaje, la obligación de conservar los patrones de claridad, y de usarlos de tal forma que aquel, el lenguaje, retenga en todo su vigor, su función de vehículo del razonamiento. Y entraña el reconocimiento de que la humanidad, se halla unida por el hecho de que nuestras diferentes leguas maternas puedan, en la medida en que son racionales, ser traducidas de una a otra.
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Inmanuel Kant |
La actitud básica del racionalista: “yo puedo estar equivocado y tú puedes tener razón” exige, cuando se la lleva a la práctica y, especialmente cuando se plantean conflictos humanos, un verdadero esfuerzo de nuestra imaginación. Además, la razón sostenida por la imaginación, nos permite comprender que los hombres situados a remotas distancias de nosotros, a quienes nunca veremos, se nos parecen, y sus relaciones mutuas son como las que nos unen con nuestros allegados.
Todas las anteriores consideraciones demuestran, a mi modesto entender, que el vínculo que une el racionalismo con el humanitarismo, es sumamente estrecho, mucho más, por cierto, que el correspondiente eslabón entre el irracionalismo y la actitud antihumanitaria y antiigualitaria.
Pues eso.
Palma. Ca’n Pastilla a 19 de Abril del 2020.
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