Leyendo a G.E. Moore

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Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

martes, 3 de febrero de 2015

Pactos de Estado

Como era de esperar, hoy todo dios, arrimando el ascua a su sardina, comenta el pacto contra el terrorismo, entre el Gobierno y el PSOE.
Me parece que la gran mayoría de los españoles, siempre hemos estado de acuerdo con los pactos antiterroristas, como en los desgraciados tiempos de ETA. Así que seguro que ahí no hay problema.
El problema ha surgido, a mí entender, por dos causas. 1.- Existe una aversión generalizada, que comparto, a cualquier acuerdo entre el PP y el PSOE y 2.- Este pacto ha coincidido en el tiempo y se ha mezclado, con la aprobación de un nuevo Código Penal, en el cual el Gobierno quiere introducir el controvertido tema de la prisión permanente revisable, concepto con el cual muchos estamos en total desacuerdo por dos esenciales motivos: porque se trata de una aberración jurídica, y porque choca frontalmente con nuestra concepción del régimen penitenciario, como una penalización sí, pero también como una posibilidad de formación para la reinserción social.
En lo que se refiere a la prisión permanente, el PSOE ha repetido reiteradamente que aboliremos este artículo del Código Penal, en cuanto tengamos la posibilidad de gobernar. Y además, presentaremos ya recurso de anticonstitucionalidad al mismo. Entiendo que algunos no se lo crean, pues la credibilidad de los políticos está bajo mínimos. Yo sí me lo creo. Y en pocos días veremos si es cierto o no lo del recurso. Lo de si es verdad o no que aboliremos el artículo del Código Penal, tendrá que esperar más, pues de momento PP tiene mayoría absoluta en el Congreso (yo no les voté).
Pero lo que me preocupa, es esa percepción de los pactos, que se extiende demagógicamente, como algo perverso e inmoral. Los ciudadanos, lo entiendo, a veces ven con sorpresa y alarma, como los oponentes de hoy, llegan mañana a un acuerdo de gobernabilidad, o sobre algunos temas concretos. Seguramente se preguntan ¿dónde queda en este caso la lealtad, las convicciones y los principios? En política, en democracia, ya lo he repetido, los pactos son consustanciales al ejercicio de la misma. En política la lealtad que debe primar es hacia los ciudadanos, y los intereses del pueblo deben estar por encima de todo. Y muchas veces las circunstancias obligan a pactar con los adversarios, para anteponer el bien común a los intereses o proyectos de un partido. No siempre, ni mucho menos, son las mayorías absolutas, las que mejor defienden los interese generales.
En la buena política, los cargos públicos y/o los partidos, deberían defender lo que, equivocadamente o no, estiman como el bien general, aunque en ese momento muchos electores no piensen igual, y ese posicionamiento reste votos. Mantener la identidad y la lealtad a lo que honestamente creemos, debe privar por encima de los mal interpretados intereses electorales a corto plazo. John F. Kennedy escribió un maravilloso librito “Profiles in courage” (“Perfiles de valor”) en el cual relataba la sucinta biografía de líderes políticos que, por ser fieles a su opinión profunda, en ese momento minoritaria entre los electores, arruinaron sus carreras políticas.
Debo reconocer que yo soy el primero que se alarma y se pone en guardia, cuando algún político invoca el “interés del Estado”. En la mayoría de los casos, por desgracia, el “interés del Estado” oculta bajo su noble capa, el interés de alguien o de muchos poderosos. Pero dicho eso, si repasamos el desarrollo de los sistemas democráticos, veremos que en ellos se pacta continuamente: los sindicatos con las patronales; los ayuntamientos o gobiernos con los diversos grupos sociales, con las minorías, con los grupos marginados, con las asociaciones de vecinos; el Gobierno nacional, con los de las Comunidades Autónomas… Lo que sí se debe exigir, es que los pactos sean siempre transparentes, publicitados, sin cláusulas secretas. Y nos gusten o no, sospechemos de ellos o no, y según las encuestas a día de hoy, en España deberemos acostumbraros ya a los pactos, para asegurar la gobernación de los Ayuntamientos, de las Comunidades y del Estado.
Pactos de la Moncloa
De los Pactos de Estado no se debe abusar, y mucho menos colar de matute intereses privados o de colectivos poderosos, bajo su rótulo. Tampoco es admisible, como no sea por circunstancias excepcionales, un pacto que esconda acabar con una oposición relevante en los Parlamentos, pues eso degrada de forma muy importante el buen funcionamiento de la democracia.
Pero en ciertos momentos y en ciertos terrenos, yo si creo que un Pacto de Estado puede ser bueno y conveniente: contra el terrorismo; en las leyes de educación; en ciertos puntos de la política exterior (nuestra posición en la Unión Europea); en momentos graves de la situación económica (Pactos de la Moncloa en su día) y en pocos más etc. etc. etc.

Palma. Ca’n Pastilla a 3 de febrero del 2015.



4 comentarios:

  1. Yo hay una cosa que no entiendo. Si no estás de acuerdo y estás dispuesto a recurrirlo e incluso gritas a los 4 vientos que en cuanto gobiernes vas a abolir algunos de sus términos ¿por que lo firmas?. Si firmas un pacto, aceptas todos sus términos, si no ¿No resulta un poco hipócrita? ¿Acaso no puede verse como un acto electoralista o de cara a la galería?.

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    1. Hola Kepa:
      Menos mal que alguien comenta por la vía "normal". La mayoría de amigos, contestan directamente en Facebook, y como yo no entro ahí a diario, a veces ni me entero.
      Creo que tienes razón, y que tus preguntas se pueden convertir en afirmaciones sin problemas.
      En realidad no pretendía entrar en la discusión de ese pacto en particular, que me parece un tanto extraño, y cuya razón de fondo ignoro. No se ha explicado bien, y cuando en política las cosas no se pueden explicar con sencillez... malo.
      Yo había redactado ya muchos párrafos tratando de los pactos en general, pues me preocupa mucho, esa especie de de demonización que se extiende sobre los mismos, especialmente cara a un futuro próximo, en el cual parece que los mismos serán imprescindibles para gobernar en todos los lugares, desde los ayuntamientos hasta el Estado.
      Pero justo cuando estaba con ese articulo más generalista... zas, irrumpe ese pacto en especial. Y me pareció, quizás erroneamente, que si no me refería al mismo, la gente creería que escurría el bulto, cosa que nunca suelo hacer. En fin.
      Un abrazo muy especial,

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  2. Yo estoy muy a favor de pactar, sobre todo cosas que son muy relevantes para la vida de los ciudadanos. Por ejemplo, se hace imperioso un pacto educativo que dure en el tiempo. No es cabal que en 30 años hayamos tenido "nosecuantas" reformas educativas a cada cual más sesgada y más desastrosa. Cosa que por cierto sufro ahora en mi labor educativa universitaria.

    En mi vida laboral he tenido que llegar a muchos consensos, lidiar con muchos egos y esquivar desacuerdos insalvables, pero cuando he aceptado un pacto, cuando he acordado algo, lo he cumplido y respetado, aunque hubiera aspectos de los mismos que no me gustaran, por que siempre he entendido que cuando se negocia, se ganan cosas y se sacrifican otras, por ambas partes.

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    1. Mil gracias Kepa. Cuanto se agradece hoy en día, una reflexión meditada y racional como la tuya.
      Los pactos son algo frecuente en la vida cotidiana. Pactamos hasta con nuestra pareja a diario. Pactamos en el trabajo con los demás compañeros y con los jefes.
      ¿Por qué no habría que pactar en el ámbito político? En un sistema democrático debe existir una oposición "ça va de soi". Pero algunos temas determinantes para los intereses de todos, deberían ser pactados. Por ejemplo, como bien dices, la Ley de Educación. Las reformas en la Constitución, por supuesto. Y algunos pocos más. Como he dicho, eso sí, los pactos políticos deben hacerse con luz y taquígrafos. Y con frecuencia consultarlos con los interesados antes de ratificarlos. Por ejemplo el SPD alemán, hizo una consulta a todos sus militantes, antes de cerrar el acuerdo de gobierno con la señora Merkel.
      Un afectuoso abrazo, Kepa.

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