Leyendo a G.E. Moore

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Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

sábado, 5 de septiembre de 2015

Del por qué se dividió Checoslovaquia

“Nada en la vida de la Unión Soviética fue tan característico como el hecho de abandonarla”, escribe Tony Judt en su libro “Postguerra”. (Por cierto, la única obra de Historia Contemporánea que conozco, en la cual la historia de las naciones de la Europa Oriental, ocupa el mismo espacio que la de las Occidentales). Y lo mismo, en gran medida, podríamos afirmar de la ruptura de Checoslovaquia, del “divorcio de terciopelo” de eslovacos y checos, pacífica y amigablemente consumado el 1 de Enero de 1993. A primera vista, podría parecernos un ejemplo de manual de cómo los sentimientos étnicos, ocuparon el vacío creado por la desaparición del comunismo: el “retorno de la historia” en forma de renacimiento nacional. Pero si observamos con más atención, la división de Checoslovaquia pone de manifiesto una vez más, las limitaciones de ese tipo de interpretaciones.
Está claro que no faltaba “historia” a la que remitirse. Los checos y los eslovacos habían tenido pasados notablemente diferentes. Bohemia y Moravia – los territorios históricos checos – no sólo podían presumir de un destacado pasado medieval y renacentista, sino que también habían tenido un papel primordial en la industrialización de la Europa central. Y en 1914, Praga – una de las joyas estéticas del continente – era un importante centro del modernismo artístico y literario.
Václav Havel

Los eslovacos, por el contrario, tenían poco de que presumir. Gobernados durante siglos desde Budapest, carecían de una historia nacional propia. No era casual que la ciudad más populosa de la zona, situada a pocos kilómetros al este de Viena, se conociera a veces como Presburgo (para los austriacos germano parlantes) y otras como Pozsony (para los húngaros). Sólo con la independencia de Checoslovaquia en 1918, se convertiría en la segunda ciudad del nuevo Estado, con el nombre de Bratislava.
En los primeros años del estalinismo, la acusación de ser un “nacionalista eslovaco burgués” era muy corriente. Pero, con el tiempo, los comunistas de Checoslovaquia, como los de otros lugares, llegaron a comprender las ventajas que tenía fomentar un cierto grado de sentimiento nacional. Los reformistas de 1968 (muchos de ellos eslovacos) haciéndose eco del aumento de dicho sentimiento en Bratislava, propusieron una nueva Constitución federal, que diera cabida a dos repúblicas distintas. Y de todas las innovaciones importantes, debatidas o puestas en marcha durante la Primavera de Praga, esta fue la única que sobrevivió a la “normalización” posterior. El retraso de Eslovaquia ahora obraba a su favor. Con menos coches y televisiones y peores comunicaciones, los eslovacos parecían menos vulnerables a la influencia extranjera, que los disidentes asentados en Praga, que tenían acceso a medios de comunicación extranjeros. En consecuencia, sufrieron mucho menos durante la represión y las purgas de los años setenta. Ahora eran los checos, los que se llevaban la peor parte del desdén de las autoridades.
Checoslovaquia

Si tenemos en cuenta esta historia, la ruptura de Checoslovaquia después de 1989 podría parecer, si no algo cantado, sí al menos, un resultado lógico de décadas de mutua animadversión que, reprimidas y explotadas por el comunismo, no había sido olvidada. Pero no fue así. Todas las encuestas mostraban que la mayoría de los checos y los eslovacos, eran partidarios de mantener algún tipo de Estado checoslovaco común. Y tampoco la clase política estaba profundamente dividida al respecto: en términos generales, tanto en Praga como en Bratislava, estaban de acuerdo en que al final, la nueva Checoslovaquia sería una federación. Y el nuevo presidente Václav Havel, creía con firmeza en mantener a checos y eslovacos en el mismo país.
La escasa relevancia inicial de la cuestión “nacional”, se puede apreciar en el resultado de las primeras elecciones libres de junio de 1990. En Bohemia y Moravia el “Foro Cívico” de Havel logró la mitad de los votos; y en Eslovaquia el partido hermano del “Foro Cívico”, “Público contra la Violencia” fue el más votado, y el “Partido Nacional Eslovaco” sólo obtuvo el 11%, o sea que menos de uno de cada siete electores eslovacos, optó por la única formación política, partidaria de dividir el país en dos partes distintas.
Václav Klaus
Pero a partir de 1991 el “Foro Cívico” comenzó a desintegrarse. Lo que había sido una alianza basada en un enemigo común (el comunismo) y un líder popular (Havel), ya no tenía ni lo uno ni lo otro: el comunismo había desaparecido, y Havel era el presidente de la República, supuestamente por encima de las disputas políticas. Ahora las diferencias entre antiguos colegas salían a la palestra, y los doctrinarios partidarios del libre mercado, dirigidos por el ministro de Hacienda Václav Klaus (que se proclamaba thatcheriano) tenían cada vez más influencia. En abril de 1991, después de que el Parlamento aprobará una amplia ley de privatizaciones de empresas públicas, el “Foro Cívico” se escindió, y la facción de Klaus (la mayoritaria) se convirtió en el “Partido Democrático Cívico”.
Klaus estaba decidido a conducir rápidamente al país por la senda del “capitalismo”. Pero mientras que en las tierras checas, ese objetivo sí contaba con apoyos reales, no era así en Eslovaquia, que dependía mucho más del empleo que proporcionaban fábricas, minas y acererías estatales, deficitarias y desfasadas. Para muchos círculos empresariales y políticos de Praga, Eslovaquia era una pesada herencia.
Entre tanto el eslovaco “Público contra la Violencia” también se desunió, por razones análogas. Uno de sus líderes destacado era ahora Vladímir Meciar, un ex boxeador que había demostrado más maña que sus colegas, para esquivar los escollos de la política democrática. Pero que al no tener la mayoría del partido, lo abandonó y fundó el “Movimiento para una Eslovaquia Democrática”, desde el cual enarboló la bandera del nacionalismo eslovaco, un tema por el que hasta entonces, no había demostrado mucho interés.
Encumbrado por esa retórica y por su chabacano, pero carismático comportamiento público, Meciar llevó a su nuevo partido a una victoria en las elecciones federales de junio de 1992, en las que logró casi el 40% de los sufragios en Eslovaquia. Entre tanto en las regiones checas, el nuevo “Partido Democrático Cívico” de Václav Klaus, también salió victorioso. Las dos regiones de la República Federal, ya estaban en manos de hombres que, por razones diferentes pero complementarias, no lamentarían la división del país. Ahora, únicamente el presidente federal, Havel, representaba, en términos constitucionales y con su propia persona, el ideal de una Checoslovaquia unida y federal. Pero Václav Havel ya no tenía el favor popular de antes y, en consecuencia, ya no era tan influyente como lo había sido menos de dos años atrás.
Ambos (Klaus y Meciar) que ahora eran los dos políticos más poderosos de sus respectivas regiones, se pasaron las semanas siguientes, supuestamente negociando los términos del tratado de constitución, de una Checoslovaquia federal. Parece muy improbable que hubieran podido llegar a un acuerdo. Pero es que, de hecho, las reuniones que mantuvieron durante junio y julio de 1992, no fueron realmente negociaciones: Klaus se hacia el sorprendido y el disgustado, ante las exigencias de Meciar; pero en realidad, era Klaus, y no al revés, el que estaba manejando al líder eslovaco, para llegar a un punto de ruptura.
Vladímir Meciar
Los ciudadanos checos y eslovacos, sin apenas darse cuenta, se vieron pronto ante la tesitura, de aceptar un hecho consumado. Al estancarse las negociaciones, Klaus les decía realmente a sus interlocutores: como parece que somos incapaces de llegar a un acuerdo, quizás podríamos abandonar estos infructuosos esfuerzos, e ir cada uno por nuestro lado. Los eslovacos ante la aparente realización de sus propios deseos, cayeron en la trampa del asentimiento, en muchos casos aun sabiendo que era un error.
En consecuencia, el 17 de julio de 1992, el Consejo Nacional Eslovaco adoptó una nueva bandera, una nueva constitución y un nuevo nombre: República Eslovaca. Checoslovaquia desapareció y sus dos repúblicas se convirtieron en Estados independientes, con Klaus y Meciar como primeros ministros. Václav Havel, cuyos esfuerzos por mantener unido al país, habían sido cada vez más desesperados, dejó de ser presidente de Checoslovaquia, y se reencarnó en presidente de la recortada República Checa (pero ojo, la división política resultó más fácil que la económica: hasta 1999, siete años después, no se llegó a un acuerdo definitivo para dividir los bienes federales).
Durante mucho tiempo no se supo si el divorcio había sido bueno para los dos socios: a lo largo de la primera década postcomunista, ni la República Checa ni Eslovaquia fueron países boyantes. Tanto la “terapia de choque” de Klaus, como el “nacionalcomunismo” de Meciar, fracasaron, aunque de distinta manera. El divorcio checoslovaco fue un proceso manipulado, en el que la derecha checa consiguió lo que decía no haber buscado, y los populistas eslovacos lograron bastante más de lo que pretendían; el resultado no entusiasmó a casi nadie.
La división de Checoslovaquia fue producto del azar y de las circunstancias. Pero también fue una obra humana. Si el control hubiera estado en manos de otras personas, y si los resultados de las elecciones de 1990 y 1992 hubieran sido diferentes, la historia no habría sido la misma. Si en 1992 se hubiera consensuado la constitución de un Estado federal, si Checoslovaquia hubiera durado unos años más, es muy poco probable que en Praga o Bratislava, hubiera habido nadie con razones para continuar sus peleas: las perspectivas de admisión en la Unión Europea, habrían centrado la atención de todos.
Pero en Historia no existe la moviola, que le vamos a hacer.

Palma. Ca’n Pastilla a 3 de Septiembre del 2015.




2 comentarios:

  1. A pesar de todo la ruptura no fue violenta, como poco después lo fue la desintegración de Yugoslavia, que también estaba cantada. Curiosamente, en el segundo caso se interpuso además el tema religioso: ¿Coincidencia? ¿simple circunstancia?

    También produce desazón el comprobar como héroes, como lo fue Havel, un referente moral y político, de la noche a la mañana, se convirtió en un estorbo...

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    1. Hola Kepa:
      Lo más curioso de la división de Checoslovaquia, es recordar como se "manipuló" el proceso. Ahora, todos ya dentro de la Unión Europea, comparten muchas de las normas que entonces, por los intereses de unos líderes, se negaron a compartir.
      No sé si me has leído el pensamiento, pero estoy consultando notas y libros, para escribir unas lineas sobre Yugoslavia. En cuya división, por cierto, no parece que de inicio el tema religioso y/o étnico, tuviera mucho que ver; aunque iniciadas las masacres, sí que se utilizó. Una vez más, parece que fueron intereses económicos y políticos, los que desataron el infierno.
      Un afectuoso abrazo,

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