Leyendo a G.E. Moore

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Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

martes, 15 de septiembre de 2015

Yugoslavia e Italia

En 1980, cuando murió Josep Broz “Tito” (al que por cierto conoció mi padre en Albacete, base de las Milicias Internacionales, durante nuestra guerra civil) a los 87 años, existía realmente la Yugoslavia que él había reconstruido en 1945. La componían unidades separadas dentro de un Estado federal, en cuya presidencia había representantes de las seis repúblicas y, también, de dos regiones autónomas pertenecientes a Serbia. El pasado de cada una de las unidades había sido diferente. Eslovenia y Croacia, en el norte, eran mayoritariamente católicas y, en su día, habían formado parte del Imperio Austrohúngaro, al igual que Bosnia. La parte meridional del país (Serbia, Macedonia, Montenegro y Bosnia) había estado durante siglos, bajo el dominio de los turcos otomanos, lo cual explica que, además de serbios, mayoritariamente ortodoxos, hubiera un gran número de musulmanes.
Pero esas diferencias históricas, se habían ido atenuando en las décadas posteriores. Las transformaciones económicas habían puesto en contacto, a aisladas poblaciones rurales con ciudades importantes; y esas mismas transformaciones habían acelerado una integración, que pasó por encima de antiguas fronteras sociales y étnicas. Entre la generación que surgió en la postguerra, se alentó la identidad yugoslava, en lugar de la croata o macedónica; y muchos, especialmente las persona jóvenes, las de mayor formación y los habitantes de las ciudades, cada vez más numerosos, habían adoptado esa costumbre. A los intelectuales jóvenes de Liubliana o Zagreb, ya no les interesaba mucho la heroica o turbulenta historia de sus antepasados étnicos. En 1981, en la cosmopolita Sarajevo, el 20% de la población se consideraba “yugoslava”.
Yugoslavia
Mientras que la manía que seguían teniendo los serbios a los albaneses, se alimentaba de la proximidad y la inseguridad, en el extremo norte de Yugoslavia, la creciente aversión hacia los sureños, no se basaba en el punto de vista étnico, ni en la nacionalidad, sino en la economía. En Yugoslavia ocurría como en Italia, el norte, más próspero, era cada vez más hostil hacia los empobrecidos habitantes del sur, “mantenidos” – según se propalaba – con transferencias y subvenciones de sus más productivos conciudadanos. En Yugoslavia, el contraste entre la riqueza y la pobreza, se estaba haciendo cada vez más acusado, y tenía un peligroso correlato geográfico.
Eslovenia y en menor medida Croacia, ya estaban al mismo nivel que los países menos prósperos de la Comunidad Económica Europea, mientras que Kosovo, Macedonia y la Serbia rural, se parecían más a ciertas partes de África o Latinoamérica. De este modo, si los eslovenos y los croatas estaban cada vez más intranquilos, dentro de la patria común yugoslava, no era por la reaparición de arraigados sentimientos religiosos o lingüísticos, ni por un resurgimiento del particularismo étnico. Era porque estaban empezando a creer que le iría mejor, si se ocupaban de sus propios asuntos, sin tener en cuenta las necesidades e intereses de los yugoslavos del sur, que no estaba a la altura de las circunstancias.
Milosevic
Los errores económicos se estaban cometiendo en la capital Belgrado, pero sus consecuencias se sufrían sobre todo en Zagreb y Liubliana, y allí era donde peor sentaban. Muchos croatas y eslovenos, comunistas o no, creían que su situación mejoraría si tomaban sus propias decisiones, libres de la corrupción y el nepotismo, de los círculos gobernantes de la capital federal. Y estos sentimientos se acentuaron con el miedo creciente, a que el reducido grupo de aparatchiks que rodeaba a Slobodan Milosevic, el hasta entonces desconocido presidente de la Liga de los Comunistas de su Serbia natal, tratara de hacerse con el poder, en medio del vacío político posterior a la muerte de Tito, suscitando y manipulando los sentimientos nacionales serbios.
En sí mismo, el comportamiento de Milosevic no era inusual entre los líderes comunistas de esos años. En la República Democrática Alemana, los comunistas trataron de congraciarse con las masas, aludiendo a las glorias de la Prusia del s.XVIII; y el “comunismo nacional” ya llevaba algunos años a la vista, en las vecinas Bulgaria y Rumanía. En la época de Gorbachov, cuando la legitimidad ideológica del comunismo y su papel preponderante estaban en pleno declive, el patriotismo ofrecía una forma alternativa de garantizar el control del poder. Y en efecto el nacionalismo, fue la manera que tuvo Milosevic, para afianzar su control sobre Serbia. Y en marzo de 1989, comenzó a derribar el cuidadosamente calculado equilibrio de influencias, entre las diversas repúblicas que componían Yugoslavia. Desde la perspectiva de Eslovenia y Croacia, como ya no podían confiar en mejorar o mantener su situación, dentro del sistema federal, crecientemente disfuncional, su única esperanza, pensaron, era distanciarse de Belgrado, declarando su total independencia. De lo que sucedió en los años siguientes, todos nos acordamos por haberlo vivido.

Italia
Italia a partir de 1970, cumpliendo de forma tardía una provisión de la Constitución postbélica, se dividió en 15 regiones y cinco provincias autónomas que, en líneas generales, no eran sino una ficción administrativa. Las disidencias regionales, siendo verdad que no habían desaparecido del todo, sí estaban muy amortiguadas. Pero la nueva división artificial, recordó a los italianos la existencia de una brecha fundamental y perenne, entre el próspero norte y el dependiente sur, el mezzogiorno, dando expresión política, a los resentimientos que provocaba dicha brecha. Y la consecuencia fue la aparición de algo completamente nuevo, al menos en el ámbito italiano: el “separatismo de los prósperos”.
Durante la década de 1980 surgió una nueva alianza política, la Alianza Lombarda, más tarde Liga Norte o Lega Nord, para capitalizar la generalizada creencia de que el “sur”, llevaba demasiado tiempo aprovechándose de la riqueza septentrional. La solución, según Umberto Bossi, carismático fundador de la Lega, radicaba en arrancar a Roma sus competencias fiscales, separarse del resto del país, lograr la independencia de Lombardía y sus vecinos, y dejar que todos los demás, unos “parásitos”, se las arreglaran solos.
Bossi
En las elecciones nacionales de los años noventa, la Liga Norte consiguió ganar suficientes votos en Lombardía y el Véneto, como para introducirse en coaliciones de gobierno conservadoras. Sin embargo, irónicamente, la presencia en el poder de la Liga, dependía de su alianza con el movimiento Forza Italia de Silvio Berlusconi, y con los ex fascistas de Alianza Nacional de Gianfranco Fini que, en ambos casos, sobre todo en el segundo, dependían precisamente del apoyo de los votantes pobres y subvencionados del mezzogiorno, a los que tanto despreciaba la Liga. En consecuencia, a pesar de estas antipatías mutuas, y de las ilusiones de los partidarios más temerarios de Bossi, nunca hubo realmente peligro de que Italia se fragmentara.

Yugoslavia e Italia, “motivos” iguales pero Historias diferentes. Porque, como se demuestra una vez más, al final la Historia la escribimos los hombres, con nuestra inteligencia o falta de ella, pero raramente sólo con nuestras emociones.

Palma. Ca’n Pastilla a 4 de Septiembre del 2015.

3 comentarios:

  1. Lo de Italia era un pacto contra natura, como se suele decir, donde además se juntaron dos bloques populistas. El mayor problema que tiene Italia es la mafia (en cualquiera de sus encarnaciones). Curiosamente solo Mussolini y el fascismo consiguió ponerla a raya.

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  2. Por cierto, hay otra eterna futura escisión en Europa: Bélgica. Tengo varios amigos belgas y ni ellos mismos saben lo que quieren, pero las tensiones entre norte y sur han tenido a ratos al país durante meses con el gobierno en funciones por la imposibilidad de formarlo tras las elecciones. Solo el rey Balduino consiguió cierta estabilidad y PAX Romana, pero su hermano Alberto no fue nada popular y las tensiones volvieron.

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    1. Apreciado Kepa:
      Potenciales futuras escisiones en Europa hay varias: comenzando por tu tierra Euskadi, Flandes como tu apuntas, Escocia, la Bretaña francesa, el norte de Italia (la Padania de Bossi)... Por eso me parece que sería tan difícil (además de por los Tratados) que la U.E. aceptara a Catalunya, por el enorme riesgo del contagio.
      Un afectuoso abrazo,

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