Leyendo a G.E. Moore

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Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

martes, 3 de noviembre de 2015

Bernstein-Kautsky. La gran controversia (II)

Hasta el momento en que Bernstein lanzó su desafío, tanto Liebknecht como Bebel (por entonces los líderes del Partido Socialdemócrata) se iban desplazando rápidamente hacia la derecha. Después el desafío, hizo que volvieran a reafirmar enérgicamente sus creencias marxistas básicas; pero cuando el revisionismo fue derrotado, reanudaron de nuevo su interrumpido movimiento hacia la derecha.
Como adelanté en la entrada anterior, Bernstein inició su ataque revisionista con una serie de artículos titulada “Problemas del socialismo”, que fue publicada en 1896 en el Neue Zeit (el periódico de Kautsky). En el primero de los mismos, “Utopismo y eclecticismo”, acusaba al partido de ser “utópico”, porque se permitía estar dominado, por la idea de un futuro salto repentino del capitalismo al socialismo. Y esto era “suponer milagros sin creer en ellos”. En los artículos sucesivos, combatió sobre todo la idea de que la sociedad capitalista estaba a punto de derrumbarse, que estaba cerca de la “crisis final”. No negaba que esta creencia tenía su fundamento en las enseñanzas de Marx, pero sostenía que Marx se había equivocado. Porque si no debía haber un derrumbamiento rápido de la sociedad capitalista ¿qué iba a ser de la política aceptada por la socialdemocracia, de aplazar toda reforma constructiva para después de “la revolución”? ¿Se creía que los trabajadores debían esperar por tiempo indefinido, sin reclamar reformas que pudieran obtenerse dentro del sistema y Estado capitalista? Y fue con motivo de esto, que Bernstein escribió la famosa sentencia en la que declaró que para él, el “movimiento” lo era todo, y lo que usualmente se llamaba “el objetivo final del socialismo”, nada. “Nunca he tenido demasiado interés – escribía – en el futuro aparte de los principios generales: no he podido concebir con detalle una imagen de lo que sucederá. Mis pensamientos y mis esfuerzos, se dedican a los deberes presentes y al futuro inmediato”.
En su imprescindible obra “Socialismo evolucionista”, Bernstein sostenía que el socialismo vendría, no como un sistema construido por los socialistas, al día siguiente de haber conquistado el poder, sino como una acumulación de pequeños cambios, que serían producidos por la acción social dentro de los límites establecidos, por las necesidades mismas del desarrollo económico. No habría una transición repentina de la sociedad capitalista a la socialista, sino más bien una transformación gradual de la una en la otra; y sería imposible decir que el gran cambio, hubiese ocurrido en un momento determinado de este proceso evolutivo.
Esto era precisamente lo que los fabianos, sobre todo Sidney Webb, habían estado diciendo durante más de doce años, antes de que Bernstein escribiera su primer artículo. La filosofía fabiana de la historia, era apenas menos determinista que la de Marx, en relación con el curso general de la evolución social, y apenas menos económica, en su acentuación de la importancia principal de los factores económicos; pero en donde Marx veía que la historia se producía de una época a otra por saltos repentinos, Webb y su discípulo Bernstein, veían un proceso evolutivo, en el cual eran excepcionales los saltos repentinos, y la regla general era el cambio gradual que se iba acumulando. Para Webb y Bernstein la lucha de clases, aunque no la negaban como hecho, no era el instrumento de cambio verdaderamente importante. Las cosas cambian, porque cambian las condiciones básicas de la vida social, y porque los cambios de estas condiciones, hacen que los hombres, más bien que las clases, adapten sus instituciones para satisfacer las nuevas necesidades.
Bernstein citaba pasajes de Marx, y aun más de Engels, en los cuales se reconocía que fuerzas no económicas, podían ejercer un influjo en el curso de la historia y, asimismo, pasajes en los cuales se afirma que los hombres, mediante su conducta, influyen en la manera y en la rapidez de la adaptación social. Engels admitía en gran proporción la influencia de los factores no económicos, incluyendo las ideas, y estaba de acuerdo en que él y Marx, habían exagerado y simplificado demasiado en las primeras exposiciones de su teoría. Era legítimo, dentro de la escuela marxista, admitir las "ideas" entre las fuerzas secundarias, siempre que se considerase indiscutible, que el curso general de la evolución social, estaba determinado por fuerzas económicas que actuaban manifiestamente en la lucha de clases. Sin embargo, esto era precisamente lo que Bernstein negaba, aunque reconocía la gran importancia de los factores económicos. “El punto del desarrollo económico – sostenía Bernstein – a que ahora se ha llegado, permite a los factores ideológicos, y especialmente a los morales, más campo para la actividad independiente de lo que antes se acostumbraba. Por consiguiente, la interdependencia de causa y efecto entre la evolución técnica y económica, y la evolución de otras tendencias sociales, se está haciendo constantemente más indirecta, y de acuerdo con esto, las necesidades de la primera están perdiendo mucha de su fuerza, para determinar la forma de la última.”
Jean Touchard. Historiador y politólogo
Bernstein lo que hacía era distinguir las concepciones marxistas esenciales, de las que sólo eran secundarias. Y salvar las primeras desechando muchas de las segundas. Para él la teoría de la plusvalía, tal como la expuso Marx, no era necesaria para explicar la explotación y, de hecho, no la explica, y sólo introduce confusión en este punto. Negaba también que la tendencia hacia la concentración capitalista, se produjera de hecho, con la velocidad y fuerza que Marx afirmaba. Tampoco era verdad que la tierra estaba pasando a un número menor de manos; por el contrario, aunque existían excepciones locales, la tendencia general en Europa, caminaba hacia la multiplicación de pequeñas propiedades de aldeanos. Pero quizás, uno de los puntos principales de la disidencia de Bernstein, era el de que la clase media no iba desapareciendo, sino más bien rejuveneciéndose en formas nuevas, con la consecuencia de que la lucha de clases, en lugar de hacerse más aguda, se iba atenuando mediante las clases y grupos intermedios.
Bernstein negaba que el capitalismo mostrase ninguna tendencia, a moverse rápidamente hacía una “crisis final”. Así que, de acuerdo con esto, los que aconsejaban que toda acción constructiva, debía aplazarse hasta después de que la crisis revolucionaria hubiera llevado a los trabajadores al poder, en realidad estaban aconsejando un aplazamiento, no de pocos años, sino de una duración indefinida, y seguramente muy larga. ¿No era mejor considerar que mejoras podrían lograrse, antes de llegar a derrocar al capitalismo, y hacer lo posible para asegurar las mayores concesiones que pudieran alcanzarse, dentro de esta limitada situación? Si tenía razón en sostener que el camino hacia el socialismo, consistía en ganancias fragmentarias, más bien que en una revolución, su argumentación estaría conforme con las mejoras conseguidas por los sindicatos obreros, y por la acción política. De este modo los sindicatos obreros, serían elevados a una situación de colaboración con el partido, como factor de la misma importancia, y ya no serían meros auxiliares. Pero esto, en modo alguno, era una idea que agradara a los líderes ortodoxos, que se inclinaban a sospechar que los sindicatos obreros, deseaban anteponer sus distintos intereses de grupo, por encima de los que eran propios de la clase obrera en su conjunto.
En su libro ya mencionado “Socialismo evolucionista” Bernstein estudia la relación entre socialismo y democracia. Ataca la idea de la “dictadura del proletariado”, como incompatible con los principios democráticos. Opinaba que a la democracia va unida la idea de una justicia social para todos. Y, según esto, implicaba limitaciones al derecho de la mayoría a imponerse a la minoría. Incluso si el proletariado constituyese la mayoría del pueblo, esto no le daría derecho a prescindir de una norma de justicia. La democracia significa la supresión de un gobierno de clase, no la sustitución de una forma de éste por otra.
Todo esto suponía una penetrante crítica del sistema marxista con su marco ricardiano y hegeliano. Bernstein llamó a la dialéctica hegeliana “jerga” y apeló a Kant en contra de ella. “La socialdemocracia – decía – necesitaba de un Kant que juzgase la opinión recibida, y la examinase críticamente con la mayor penetración posible, y él mostraría que su aparente materialismo era el súmmum de la ideología, y le advertiría que el desprecio del ideal, exagerando los factores materiales, hasta convertirlos en fuerzas omnipotentes de la evolución, es engañarse a sí mismo”. Pedía a la socialdemocracia que se emancipase de doctrinas anticuadas, y “que adaptase el pensamiento a lo que ella era en realidad entonces: un partido democrático y socialista de reforma”. Así, de este modo, Bernstein se incluía entre los neokantianos, contra los cuales Lenin, entre otros, habría de lanzar más tarde ataques furiosos.
En sustancia, esta fue la defensa del “revisionismo” que Bernstein presentó al Partido Socialdemócrata Alemán. Difícilmente podía esperar que fuera aceptada, ni siquiera en sus líneas principales, en ninguna asamblea del partido. Pero en todo caso el partido, después de una discusión larga y con frecuencia enconada, decidió no decir nada como tal partido, acerca de las cuestiones que Bernstein había planteado, limitándose a aprobar una moderada censura contra él, por la “manera” como había defendido su opinión. Bebel, que presentó la propuesta oficial, dijo claramente que Bernstein a pesar de sus herejías, no era considerado como un “mal camarada” o como un renegado. Lo cual demuestra hasta que punto, los líderes se dieron cuenta del apoyo que tenía en el partido, no ya el “revisionismo” en su conjunto, sino muchas de las críticas que Bernstein había hecho de la ortodoxia marxista.
Muy pronto fueron apareciendo nuevos líderes en el partido, menos devotos de la tradición marxista que sus antepasados. Y sí el “revisionismo” no consiguió alterar el dogma oficial, sí tuvo una influencia creciente en la manera de actuar del partido, y en el pensamiento práctico de quienes lo iban a dirigir en el futuro.

Palma. Ca’n Pastilla a 18 de Septiembre del 2015.



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