Los grandes líderes políticos en la historia, no han sido grandes moralistas, ni grandes intelectuales, ni grandes teóricos (aunque algo de todo ello pueden haber sido). El líder político se caracteriza, en los sistemas democráticos, por su determinación, por su valentía para arriesgarlo todo, por su empatía, por su paciencia para negociar y conciliar contrarios (un “culo di ferro” que diría Pertini) por su inteligencia práctica, por la coherencia de sus ideas, y por su ambición de poder. No hay gran político sin ese “chute” de la ambición. Mendes France era más coherente y más sincero que Mitterrand; Adlai Stevenson, seguramente fue más sólido intelectualmente que Kennedy… Pero a Mitterrand y Kennedy, les empujaba su inconmensurable ambición. No, no hay liderazgo político sólido, sin ambición de poder. Poder no exclusivamente como satisfacción personal, también como posibilidad única, de llevar a la práctica su proyecto de sociedad.
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Golo Mann. Historiador |
Como apuntaba, la talla política de los líderes se mide por varios parámetros. Y uno de los más importantes me parece ser: el de la valentía frente a la incertidumbre y la angustia del vértigo. Esa que Pedro Sánchez está teniendo ante la apatía y cobardía de Rajoy; los ataques por la retaguardia de barones y vetustos “ex”, anclados en un pasado ya pasado; y los órdagos y líneas rojas, de quienes andan cabalgando su ego desbocado. En Spinoza podemos leer: “Omnis determinatio est negatio”. Toda decisión es negación. Negación de todo aquello contra lo que, o por lo que, uno “no” se decide, la exclusión de todas las demás posibilidades. Realizamos algo de lo que existía potencialmente en nosotros, pueden ser cosas muy diferentes, pero nunca todas: o porque las circunstancias son adversas, o porque una cosa sofocó a la otra.
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Spinoza |
1.- La “ética de la convicción” (Gesinnungsethik). Animada únicamente por la obligación moral y la intransigencia absoluta, en el servicio de los principios.
2.- La “ética de la responsabilidad” (Verantwuortungsethik). Que valora las consecuencias de sus actos, y confronta los medios con los fines, las consecuencias y las diversas opciones o posibilidades, ante una determinada situación. Que es una expresión de racionalidad instrumental, en el sentido que no sólo valora los fines, sino los instrumentos para alcanzar determinados fines. Y es esta racionalidad instrumental, maduramente reflexionada, la que conduce al éxito político.
A mi modesto entender, sería un error de la acción política, plantearse exclusivamente la “racionalidad de los valores”, para prescindir de lo fundamental: la racionalidad en las herramientas que han de conducir, a la realización de estos valores. Hay pues, creo, en la política, una ética implícita que no conocen los “moralistas”, los partidarios de la pureza, de la ingenuidad evangélica, o del doctrinarismo dogmático de cualquier signo.
Palma. Ca’n Pastilla a 13 de febrero del 2016.
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