“Como resultado de una percepción adánica del momento político, en el que parece que todo está inventándose o apunto de inventarse, se concluye que cualquier gesto es histórico, cuando a veces es solo un aniversario, de algo ya hecho anteriormente” (Manuel Jabois).
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Carmen Iglesias |
¿Será verdad que las jóvenes generaciones, creen que la democracia es nada más que la voluntad de las mayorías en cada momento? ¿Que la falta de una educación cívica, ha conducido a un adanismo que se sitúa fuera de la realidad y de la historia? ¿Es posible que ideologías y prácticas políticas, que demostraron en el siglo XX el fracaso, y llevaron a la muerte a millares de personas, pretendan ser todavía la panacea de los males y de las imperfecciones de instituciones y seres humanos, y amenacen su libertad y sus derechos?
Los historiadores conocemos bien por haberlo estudiado que, en cualquier época, los coetáneos viven las vicisitudes inevitables de la historia humana, con la sensación de que la crisis de valores y de formas de vida que experimentan son excepcionales, y los cambios los peores que pueden ocurrir. Pero también aprendimos que la historia no estaba cerrada, ni era inevitable lo que ocurrió y tal como fue, sino que había alternativas, quizá brumosas, para sus protagonistas en aquel presente, pero factibles y no fatales.
El mundo que nos rodea, para bien y para mal, es siempre incierto. Alguien escribió: “La aceptación de la incertidumbre, es un medio para resistir a la simplificación de la ignorancia”, referido tanto a la política como a la historia. Un concepto de “incertidumbre”, como préstamo estimulante de la microfísica de Heinsenberg a las ciencias sociales, que resulta algo diferente de la duda y adopta el sentimiento de ausencia de creencia dogmática o verdad evidente: dada la insuficiencia de total conocimiento de una compleja realidad, y de las consecuencias no intencionadas, derivadas de la acción sobre la misma y sobre los seres humanos, se impone siempre una cierta moderación y prevención, frente a decisiones inapelables y a ensayos de ingeniería social. Nos explica Golo Mann, como una tarde del verano de 1933, estando en la Costa Azul, le explicó el novelista Arnold Zweig, que el “principio de incertidumbre” de Heinsenberg, había eliminado el principio de causalidad. Y que Bertrand Russell, a diferencia de Zweig, se acerca más al porqué de la superación de ese concepto: la multiplicidad de las causas que aumentan indefinidamente, a medida que se remontan en el tiempo; la separación en el tiempo, que ocurre con frecuencia, de la causa y el efecto, de forma que la causa empieza a obrar, cuando ya ha dejado de existir: la confusión entre relación causal, y actividad o voluntad humanas. Como nos recuerda Carmen Iglesias, el Padre Feijoo escribió en los albores de la Ilustración: “Para lograr la utilidad, importa que todo el mundo conozca la incertidumbre”. Una incertidumbre muy necesaria en estos tiempos, en el mundo de la política y de la cultura, en que los delirios y fantasías de ciertas gentes – como avisaban también Montaigne y Hume, que temían la vuelta de esos “ciclos fanáticos” destructivos – afectan a hombres y mujeres de carne y hueso en su vida cotidiana, y pueden convertirla en una pesadilla.
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Manuel Tuñón de Lara |
“Cuantas más cosas tengamos que eliminar con el pensamiento, para imaginar que una serie de acontecimientos, por ejemplo, una revolución, una guerra, una evolución espiritual o científica, no han existido o han existido de una manera diferente, tanto más inevitables habrán sido” (Golo Mann).
Palma. Ca’n Pastilla a 4 de Marzo del 2016.
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