Leyendo a G.E. Moore

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Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

lunes, 7 de marzo de 2016

LA HISTORIA Y LA INCERTIDUMBRE

Con motivo, supongo, del aniversario del 23F, de la reciente firma del acuerdo PSOE-Ciudadanos, y de las votaciones de investidura, analistas políticos e historiadores, vienen reflexionando sobre nuestros pasados cuarenta años de historia. Uno de ellos ha sido Carmen Iglesias, actual Directora de la Academia de la Historia. Me parece recordar que la conocí en persona, allá por los años setenta, en los Coloquios de Historia Contemporánea de España, organizados por Manuel Tuñón de Lara en Pau, que impulsaron los estudios de Historia social, y que constituyeron un foco de encuentro y debate, al que acudió un buen número de estudiosos desde las Universidades españolas. A esos coloquios asistí yo un par de veces, como estudiante de historia, y llegué a entablar una buena amistad con Tuñón, uno de mis historiadores de cabecera. Pero en cualquier caso, si estoy seguro de que estuvimos con Iglesias y con Tuñón, cuando el homenaje que se le rindió a éste, en la Universidad Internacional Menéndez Pidal, en Santander.
“Como resultado de una percepción adánica del momento político, en el que parece que todo está inventándose o apunto de inventarse, se concluye que cualquier gesto es histórico, cuando a veces es solo un aniversario, de algo ya hecho anteriormente” (Manuel Jabois).
Carmen Iglesias
Algunos de los que aún andamos por aquí, nacimos en medio de la dictadura franquista, vivimos la época dura y esperanzada de la Transición, la alegría democrática de la Constitución del 78, y los casi cuarenta años de desarrollo, con una recuperada autoestima de pertenecer a Europa y al mundo, como una nación más dentro de las democracias occidentales. Y hoy esos mismos, nos asombramos y desasosegamos ante lo que parecería, una especie de castillo de naipes – como escribe Carmen Iglesias – que se desmorona mostrando las costuras de una corrupción bastante generalizada; una crisis económica que no por general en el mundo global, sirve de consuelo a unas clases medias y menos medias, que han conocido un ascenso de nivel de vida por primera vez en su historia, y que ahora subsisten ahogadas y desesperanzadas; una desobediencia impune ante las leyes con desafío a la Constitución; una grave amenaza de secesión; y un populismo rampante.
¿Será verdad que las jóvenes generaciones, creen que la democracia es nada más que la voluntad de las mayorías en cada momento? ¿Que la falta de una educación cívica, ha conducido a un adanismo que se sitúa fuera de la realidad y de la historia? ¿Es posible que ideologías y prácticas políticas, que demostraron en el siglo XX el fracaso, y llevaron a la muerte a millares de personas, pretendan ser todavía la panacea de los males y de las imperfecciones de instituciones y seres humanos, y amenacen su libertad y sus derechos?
Los historiadores conocemos bien por haberlo estudiado que, en cualquier época, los coetáneos viven las vicisitudes inevitables de la historia humana, con la sensación de que la crisis de valores y de formas de vida que experimentan son excepcionales, y los cambios los peores que pueden ocurrir. Pero también aprendimos que la historia no estaba cerrada, ni era inevitable lo que ocurrió y tal como fue, sino que había alternativas, quizá brumosas, para sus protagonistas en aquel presente, pero factibles y no fatales.
El mundo que nos rodea, para bien y para mal, es siempre incierto. Alguien escribió: “La aceptación de la incertidumbre, es un medio para resistir a la simplificación de la ignorancia”, referido tanto a la política como a la historia. Un concepto de “incertidumbre”, como préstamo estimulante de la microfísica de Heinsenberg a las ciencias sociales, que resulta algo diferente de la duda y adopta el sentimiento de ausencia de creencia dogmática o verdad evidente: dada la insuficiencia de total conocimiento de una compleja realidad, y de las consecuencias no intencionadas, derivadas de la acción sobre la misma y sobre los seres humanos, se impone siempre una cierta moderación y prevención, frente a decisiones inapelables y a ensayos de ingeniería social. Nos explica Golo Mann, como una tarde del verano de 1933, estando en la Costa Azul, le explicó el novelista Arnold Zweig, que el “principio de incertidumbre” de Heinsenberg, había eliminado el principio de causalidad. Y que Bertrand Russell, a diferencia de Zweig, se acerca más al porqué de la superación de ese concepto: la multiplicidad de las causas que aumentan indefinidamente, a medida que se remontan en el tiempo; la separación en el tiempo, que ocurre con frecuencia, de la causa y el efecto, de forma que la causa empieza a obrar, cuando ya ha dejado de existir: la confusión entre relación causal, y actividad o voluntad humanas. Como nos recuerda Carmen Iglesias, el Padre Feijoo escribió en los albores de la Ilustración: “Para lograr la utilidad, importa que todo el mundo conozca la incertidumbre”. Una incertidumbre muy necesaria en estos tiempos, en el mundo de la política y de la cultura, en que los delirios y fantasías de ciertas gentes – como avisaban también Montaigne y Hume, que temían la vuelta de esos “ciclos fanáticos” destructivos – afectan a hombres y mujeres de carne y hueso en su vida cotidiana, y pueden convertirla en una pesadilla.
Manuel Tuñón de Lara
Por todo ello en estos días más que nunca, la cultura política, la educación de la ciudadanía, es fundamental. Una cultura política que exija la asunción de la realidad, no la que nos gustaría que fuera, sino la que es. Una cultura política como conversación; una conversación que no pretenda alcanzar lo absoluto, sino evitar lo realmente malo (la corrupción, la desobediencia a las leyes comunes, el aplastamiento de los más débiles…); una conversación que aborde la política como un medio necesario, vinculado a la específica aventura humana y que, por ello, no está dominada por seguridades y certezas de ningún tipo, sino por la incertidumbre; “un conversar durante el camino, por lo diferentes azares y modos de experiencia, que vamos topando” que escribió Luis Gonzalo Diez; y que intentamos ir resolviendo con inteligencia, sentido del bien común, y la apuesta por la libertad e igualdad de nuestro Estado de derecho, que tanto nos ha costado conseguir a lo largo de nuestra azarosa historia.
“Cuantas más cosas tengamos que eliminar con el pensamiento, para imaginar que una serie de acontecimientos, por ejemplo, una revolución, una guerra, una evolución espiritual o científica, no han existido o han existido de una manera diferente, tanto más inevitables habrán sido” (Golo Mann).

Palma. Ca’n Pastilla a 4 de Marzo del 2016.


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