Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

viernes, 11 de marzo de 2016

B. RUSSELL: ESCEPTICISMO Y RACIONALIDAD

Los Russell han jalonado mi vida. En mi juventud, años de universidad e inicios en la política, estuvo presente Bertrand Russell. En mi madurez, en los tiempos de apasionamiento montañero, me acompañó el conde Henry Russell, el gran cantor de los Pirineos, y autor de las “primeras” a la mayoría de los “tresmiles”. Y ahora en mi última etapa, me he vuelto a encontrar con Russell el filósofo. Y, casualidades de la vida, ambos eran parientes lejanos: Lord John Russell, Primer Ministro de la reina Victoria, y abuelo de Bertrand Russell, era primo del padre de Henry Russell.
Para las personas de mi generación, Bertrand Russell (1872-1970) fue un mito; un hombre admirado tanto por sus contribuciones al pensamiento, como por los compromisos sociales que asumió, durante toda su larga vida. De joven leí con entusiasmo algunos de sus libros: “Historia de la filosofía occidental”, “Por qué no soy cristiano”, “Ideales políticos”, “Ensayos impopulares”, “Elogio de la ociosidad”… y muy especialmente, su increíble “Autobiografía”.
Mi querido y admirado Russell, escribe en su introducción a los “Ensayos escépticos”: “Quisiera procurar a la amble consideración del lector, una doctrina que podría parecer moderada, pero, de aceptarse, acabaría revolucionando por completo la vida humana”. Con estas palabras iniciales, Russell nos anticipa unas ideas que siguen siendo hoy, me parece, revolucionarias. Porque, a pesar de asumir la insoslayable irracionalidad del mundo, propone algo profundamente paradójico y subversivo: la convicción de que la racionalidad, a través del ejercicio de la duda escéptica, puede transformar el mundo.
Bertrand Russell siempre se consideró un escéptico. Sin embargo, compaginaba este parecer con la inconmovible convicción de que el uso de la razón, podía transformar la vida humana. La coexistencia de ambos puntos de vista no resulta fácil. Entre los antiguos griegos, el escepticismo era una forma de alcanzar la paz interior, no un programa de cambio social. Montaigne volvería a recurrir al escepticismo, para justificar su alejamiento de los asuntos públicos. Cuando en realidad los escépticos griegos, al menos los pirrónicos, al contrario de los epicúreos que preferían aislarse en su “jardín”, optaban por mantenerse presentes en el “mundo real” y en el espacio público. Y a los ojos de Russell aquel alejamiento resultaba impensable.
Miembro de una noble familia liberal, siempre fue y se sintió un aristócrata – su abuelo lord John Russell, había sacado adelante la gran Ley de la Reforma del año 1832, que había encarrilado a Inglaterra por la senda de la democracia – y era, asimismo, ahijado de John Stuart Mill. Llevaba por tanto la idea reformista en la sangre. Así nada más natural, que tratara de mostrar a los demás – y de probarse a sí mismo - que el escepticismo y la confianza en la posibilidad del progreso, no tenían porque ser nociones encontradas. Algunos de los ensayos más sugerentes y mejor escritos, con que cuenta la lengua inglesa, un conjunto de textos en los que el autor intenta mostrar, que la duda escéptica puede transformar el mundo, son sus “Ensayos escépticos”.
En ellos Russell argumenta que hemos de estar dispuestos, a aceptar la incertidumbre de nuestras creencias. Nos dice que el hecho de que los expertos de un determinado campo del conocimiento discrepen, no implica que la opinión contraria sea meridianamente cierta; y que si estos afirman que no existe base suficiente, para expresar una opinión positiva, lo mejor es dejar en suspenso, la adopción de un criterio propio (Los pirronianos trataban los problemas que la vida les puede presentar, mediante una sola palabra, que actúa como resumen para esta maniobra: en griego “epoché”. Que significa “suspendo el juicio”. Tal como explique hace unos días en mi Blog: http://senator42.blogspot.com.es/search/label/Escepticismo%20de%20Pirr%C3%B3n). Aunque este hábito de reserva mental, se halla un tanto alejado, de la pasión que Russell habría de exhibir, en su faceta de reformista (la misma contradicción que expresa el título de mi Blog: Escéptico y apasionado). Escéptico en cuanto a la teoría del conocimiento, a la que él mismo se atenía, Russell se mostraba un tanto candoroso y confiado, a la hora de abordar los asuntos humanos. Sus cambios de impresiones con Joseph Conrad, nos ilustran este extremo. Y debemos recordar que Conrad, a diferencia de Russell, sí era un verdadero escéptico. Russell defendía que la única solución a los problemas de la humanidad, era el socialismo internacional. Y Conrad no quería saber nada de semejante perspectiva. A Russell le encantaba Conrad. Y su admiración hacia él, estaba llamada a ser profunda y duradera. Prueba de ello es que Russell elegiría en honor de aquel, el nombre de su hijo Conrad (más tarde historiador, par de Inglaterra y miembro del Partido Liberal Demócrata). Sin embargo, nunca lograría convencerse de que pudiera resultar sensato, aceptar el escepticismo que despertaban en Conrad las posibilidades del progreso.
La tensión reflexiva del planteamiento de Russell, es realmente de fondo. A diferencia de muchos de los racionalistas posteriores, no siempre habrá de juzgar la ciencia con veneración acrítica. Dado que su escepticismo arraigaba en la tradición de Hume, Russell sabía bien que la ciencia depende de la inducción filosófica; esto es, de la convicción de que, al hallarse el mundo regido por las relaciones de causa-efecto, el futuro habría de resultar necesariamente similar al pasado. Algo de lo que yo repito, con menos gracia y profundidad, cuando afirmo que en lo nuevo hay mucho de lo viejo.
Pero cierto es que en Russell anidó siempre, un conflicto nunca resuelto. En su papel de reformista y partidario del racionalismo, juzgaba que las principales esperanzas del género humano, descansaban en la ciencia. La ciencia era la encarnación misma de la racionalidad práctica, de modo que la difusión del enfoque científico, no podía determinar a la postre, sino que la humanidad se volviera más razonable. Sin embargo, en su condición de filósofo escéptico, Russell sabía que la ciencia era incapaz de hacer que la humanidad fuese más racional, dado que la ciencia misma, es producto de un conjunto de creencias irracionales.
El escepticismo moral de Russell se remontaba a la época, en que decidió abandonar la fe de George Edward Moore (el gran referente ético-moral de los “Apóstoles” de Cambridge) en las cualidades éticas objetivas. Y en varios pasajes de sus obras, vendrá a reiterarse convencido, como estudioso de las teorías de Hume, de que la razón es incapaz de determinar, cual es la finalidad de la vida.
En sus aclamadas memorias, publicadas originalmente con el título “My Early Beliefs”, John Maynard Keynes sostiene que Russell profesaba dos “creencias ridículamente incompatibles: por un lado se mostraba convencido de que todos los problemas del mundo, procedían del hecho de que los asuntos humanos, tendían a organizarse de las más irracional de las maneras, y por otro confiaba en que la solución resultara sencilla, puesto que todo lo que había que hacer, era comportarse de forma racional”. No podemos negar que se trata de una aguda observación esta de Keynes, pero no estoy seguro de que alcance a ver la clave del error, en que incurre el racionalismo de Russell. La dificultad no estriba, opino, en el hecho de que Russell sobrevalore, la capacidad humana para el comportamiento razonable. Radica en la circunstancia de que, según su propio planteamiento, la razón es impotente.
Y la apasionada admiración que Russell sentía por Conrad, debía beber de otras fuentes. Una de ellas, seguramente, brotaba de la sospecha de que el fatalismo escéptico de Conrad, viniera a dar más veraz cuenta de la vida humana, que la desazonada fe que el mismo, depositaba en la razón y la ciencia. Como reformista, Russell creía que la razón podía salvar al mundo, pero en su condición de escéptico y seguidor de Hume, sabía en cambio que la razón jamás alcanzaría a liberarse, de la esclavitud de las pasiones. Al escribir los “Ensayos escépticos”, Russell asume la defensa de la duda racional. Al leerlos hoy, podemos ver en ellos una profesión de fe, el testimonio de un racionalista militante, que dudaba de las capacidades de la razón.

Palma. Ca’n Pastilla a 22 de febrero del 2016.



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