Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

martes, 22 de marzo de 2016

LEIBNIZ. LA FILOSOFÍA Y LA INFORMÁTICA

En su continua búsqueda de la paz intelectual, Leibniz siempre insistió en la virtud de la claridad. Si los filósofos escribieran con mayor claridad, declaró, dejarían de pelearse los unos con los otros. De esta manera Leibniz inauguraba uno de los leitmotiv de su “filosofía de la filosofía”. En el “Arte de las combinaciones”, un ensayo académico que escribió antes de cumplir los veinte años, planteó por primera vez la idea de una “característica universal”, un leguaje de símbolos lógicos tan transparente, que reduciría todas las disputas filosóficas, a la manipulación mecánica de unos cuantos signos. Con una prescencia increíble, acerca del futuro de la tecnología de la información, previó la codificación de este lenguaje lógico, en una “máquina aritmética” que fuese capaz de acabar con los debates filosóficos, simplemente pulsando una tecla. En el futuro, predecía extasiado, cuando los filósofos lleguen a un desacuerdo, exclamarán alborozados: ¡Vamos a calcularlo!
La máquina de Leibniz
La “característica universal” de Leibniz, nunca llegó a ser más que la idea de una idea. Lo que resulta fascinante en ella no son los resultados conseguidos, sino la expresión que representa de cierta clase de aspiración. Leibniz, como ciertos pensadores más modernos, estaba convencido de que no existen en realidad, auténticos conflictos filosóficos, lo único que hay son errores gramaticales. Quería creer sobre todo en “la elegancia y la armonía del mundo”, y su intento de reconciliar todas las posturas filosóficas, en los plácidos movimientos de una máquina de calcular inimitablemente barroca era, en el fondo, un esfuerzo encaminado a confirmar esta creencia. La filosofía, parecía asumir Leibniz, no es un fin en si mismo; ni tampoco es la jubilosa experiencia de la unión de la mente con Dios (Naturaleza, Sustancia) como quería Spinoza. Es, simplemente, una forma más de lograr un silencio tranquilo. En el mundo ideal de Leibniz, de hecho, la filosofía no sólo podría elaborarse perfectamente con una hermosa máquina, sino que también podría funcionar mientras uno estuviera durmiendo, ni más ni menos que un ordenador.

Palma. Ca’n Pastilla a 18 de Marzo del 2016

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