Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

lunes, 5 de noviembre de 2018

LA MORAL SEGÚN HUME

A lo largo de los tres años (1734-1737) que David Hume vivió en la Europa continental por primera vez, escribió gran parte de los dos primeros volúmenes de su famoso “Tratado de la Naturaleza Humana”: “(I)Del entendimiento” y “(II)De las pasiones”. En septiembre de 1737 regresó a Londres, con grandes expectativas respecto a la publicación de la obra, que acabó apareciendo en 1739. Pero sufrió una gran decepción, ante la pobre acogida de la misma. “Nació muerta desde la imprenta” dijo (la frase hace referencia al texto de Alexander Pope: “Salvo la verdad, todo nace muerto desde la imprenta/Desde el último periódico a la última nueva”). Hume volvió a Escocia y, a pesar de todo, perseveró en la idea de añadir un tercer volumen, “De la moral”, que cuando salió a la venta (noviembre de 1740) fue recibido con aun más indiferencia entre el gran público. Pero a pesar de que el primer libro de Hume, no fue un gran éxito en su época, los años que han transcurrido han compensado con creces aquel fracaso. Los filósofos de hoy consideran de forma casi unánime el “Tratado”, como la obra maestra de Hume en el ámbito de la filosofía. En el siglo XIX, Thomas Henry Huxley, alias “el bulldog de Darwin”, llegó a afirmar que “es probablemente la obra filosófica más remarcable, que se haya escrito jamás, tanto en sí misma, como por los efectos que tuvo en el pensamiento”.
Hume alega que la moral no emana de una fuente transcendente, sino de los sentimientos humanos comunes y, en especial, de nuestro sentido de aprobación y desaprobación. Para Hume, a diferencia de Francis Hutcheson, no poseemos una especie de “sexto sentido”, un sentido moral que perciba el bien y el mal. También para Hume, algunos rasgos del carácter – como el esfuerzo y la alegría – nos parecen útiles o agradables, tanto que los aprobamos. Algo similar ocurre con otros rasgos del carácter – como la generosidad y la modestia – que son útiles o agradables para terceros, cosa que identificamos gracias a la facultad que Hume llama “simpatía” (noción cercana a lo que hoy denominaríamos “empatía”) y que transmite los sentimientos entre las personas. Según Hume, la moral es simple y llanamente esto: una convención humana verdaderamente práctica con un único objetivo, mejorar la vida de la gente. La virtud es toda cualidad que consideramos útil o agradable, en términos sociales, para nosotros o para otros. No guarda relación con los designios de Dios, un plan divino o el más allá.
La producción literaria de Hume, no se vio afectada en absoluto, por las frecuentes mudanzas y los vaivenes profesionales. En 1751 salió a la luz su obra “Investigación sobre los principios de la moral” (la “Segunda investigación”). Si la “Primera investigación”, había sido una readaptación del primer libro del “Tratado”, esta obra revisaba el tercero. Tanto la “Primera investigación” como la “Segunda”, eran más breves, refinadas y concisas, que los correspondientes volúmenes del “Tratado”.
David Hume
El tercer libro del “Tratado”, había expuesto un planteamiento visiblemente mundano de la moralidad, pero la “Segunda investigación” era todavía más ofensiva, para la sensibilidad cristiana. Hume reitera la tesis primordial de que la moralidad deriva de los sentimientos humanos – no de la palabra o la voluntad de Dios – pero, además, recalca que la mayoría de las cualidades que los devotos tenían por nobles virtudes, eran en realidad defectos. En definitiva, si las virtudes son sólo rasgos que consideramos útiles o agradables para nosotros mismos o para el resto, en verdad los rasgos fuera de esta categoría, no representan la virtud.
Hume mete en el mismo saco “celibato, ayuno, penitencia, mortificación, abnegación, humildad, silencio y soledad, además de toda la ristra de virtudes monacales”. Según él, estas cualidades “no tienen ningún propósito. No permiten a uno progresar en el mundo, ni le convierten en un miembro preciado de la sociedad. Tampoco le hacen más agradable para la gente, ni le enseñan a saber disfrutar en soledad”. De hecho, “contradicen todos estos fines deseados, aturdiendo el entendimiento y endureciendo el corazón. En definitiva, nublan la imaginación y turban el ánimo”. Hume concluye que todo aquel que no tenga el juicio enturbiado, por “el espejismo de la superstición y la falsa religión”, debería considerar vicios estas cualidades. Una vez más, Hume destacó que muchas veces la religión era tajantemente dañina, aparte de innecesaria. Poco después de publicarse la obra, admitió que era su favorita, y mantuvo esa preferencia hasta el final.
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 8 de Julio del 2018.

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