Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

jueves, 10 de enero de 2019

DOVE SI GRIDA NON È VERA SCIENZA

“Dove si grida non è vera scienza” – dijo Leonardo da Vinci – “Donde se grita no hay buen conocimiento”. Cuando los hombres no tienen nada claro que decir sobre una cosa, en vez de callarse suelen hacer lo contrario: “dicen” en superlativo, esto es, gritan.
Casi todo el mundo anda alterado en estos tiempos, y en la alteración el hombre pierde su atributo más esencial: la posibilidad de meditar, de recogerse sobre sí mismo, para ponerse consigo mismo de acuerdo y aclararse en lo que cree y no cree, lo que de verdad estima y lo que de verdad detesta. La alteración le obnubila, le ciega, le obliga a actuar mecánicamente, en una especie de frenético sonambulismo.
A Ortega le recordaba esta alteración de los hombres a las pequeñas bestezuelas, constantemente alerta, en perpetua inquietud, mirando, oyendo todas las señales que les llegan de su derredor, atentas sin descanso al contorno, como temiendo que de él llegue siempre un peligro, al que es forzoso responder automáticamente. Son los objetos y acaecimientos del contorno, los que gobiernan la vida del animal. Le traen y le llevan como una marioneta. Él no rige su existencia, no vive de sí mismo, sino que está siempre atento a lo que pasa fuera de él, a lo otro que él. Fijémonos que nuestro vocablo otro, no es sino el latino alter. Decir pues, que el animal no vive de sí mismo sino de lo otro, traído y llevado por lo otro, equivale a decir que el animal vive siempre alterado, enajenado, que su vida es continua alteración.
Pero los hombres podemos y deberíamos, al menos de tanto en tanto, suspender nuestra ocupación directa con las cosas, desasirnos de nuestro derredor, desentendernos de él, y volvernos, por decirlo así, de espaldas al mundo y meternos dentro de nosotros mismos, atender a nuestra propia intimidad o, lo que es lo mismo, ocuparnos de nosotros y no de lo otro, de las cosas. Dicho con un espléndido vocablo, que estimo sólo existe en nuestro idioma, los hombres podemos ensimismarnos.
Ortega y Gasset
Mas si el hombre goza de ese privilegio de liberarse transitoriamente de las cosas, y poder entrar y descansar en sí mismo, es porque con su esfuerzo, su trabajo y sus ideas, ha logrado reobrar sobre las cosas, transformarlas y crear en su derredor un margen de seguridad, siempre limitado es cierto, incluso con algún temporal retroceso, pero siempre o casi siempre en aumento. Y viceversa, porque si el hombre es capaz de modificar su contorno en el sentido de su conveniencia, es porque aprovechó todo respiro que las cosas le dejaban, para ensimismarse, para entrar dentro de sí y forjarse ideas sobre ese mundo, sobre las cosas y su relación con ellas, para fraguarse un plan de ataque a las circunstancias, diría Ortega. En suma, para construirse un mundo interior. Y de este mundo interior emerge y vuelve al de fuera. Pero vuelve en calidad de protagonista, vuelve con un sí mismo que antes no tenía – con su plan de campaña – no para dejarse dominar por las cosas, sino para gobernarlas él, para imponerles su voluntad y su designio, para realizar en ese mundo de fuera sus ideas. Lejos de perder su propio sí mismo en esta vuelta al mundo, por el contrario lleva su sí mismo a lo otro, lo proyecta enérgica y señorialmente sobre las cosas, es decir, hace que lo otro – el mundo – se vaya convirtiendo poco a poco en él mismo. El hombre humaniza al mundo, y cabe imaginar que el mundo, sin dejar de serlo, llegue a convertirse en algo así como un alma materializada. Y como en “La tempestad” de Shakespeare, las ráfagas del viento soplen empujadas por Ariel, el duende de las ideas.
Leonardo da Vinci
Pero prestemos atención a que esa atención hacia adentro, que es el ensimismamiento, es un hecho antinatural. El hombre ha tardado miles y miles de años en educar un poco, su capacidad de concentración. Lo que le es natural es dispersarse, distraerse hacia fuera. Nos cuenta Ortega en “Ensimismamiento y alteración”, que el Padre Chevesta, explorador y misionero, que fue el primer etnógrafo especializado en el estudio de los pigmeos, probablemente la variedad de hombres más antigua que se conoce, y a la que fue a buscar en las selvas tropicales más recónditas, y que se limitaba a describir lo que veía, escribió en su última obra de 1932, sobre los enanos del Congo: “Les falta por completo el poder de concentrarse. Están siempre absorbidos por las impresiones exteriores”.
En resumen, son pues tres momentos diferentes, que cíclicamente se repiten a lo largo de la historia humana, en formas cada vez más complejas y densas: 1º, el hombre se siente perdido, naufrago en las cosas, es la alteración; 2º, el hombre, con un enérgico esfuerzo, se retira a su intimidad, para formarse ideas sobre las cosas, es el ensimismamiento, la vita contemplativa, que decían los romanos, el teoréticos bíos, de los griegos, la theoría; 3º, el hombre vuelve a sumergirse en el mundo, para actuar en él conforme a un plan preconcebido, es la acción, la vita activa, la praxis.
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 11 de Noviembre del 2018.

1 comentario:

  1. El genio de Ortega, sigue alumbrando un mundo cada vez más oscuro. Rescatar a Leonardo y hacernos llegar su comentario, fue un acto de generosidad. Eternamente agradecido. Cada página de Ortega es de una maravilla inacabable.

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