Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

jueves, 17 de enero de 2019

EL PECADO ORIGINAL

Diversas veces me he referido a esa interpretación moderna de la culpa del pecado original: si tienes un antepasado fascista, no puedes ser un hombre de izquierdas; si tu padre fue comunista, no puedes votar al PP; si eres español, eres culpable de las supuestas atrocidades de los colonizadores de América… y así suma y sigue.
Pero en estas pasadas semanas dos de mis autores preferidos – Javier Marías y Albert Camus – me han recordado el tema.
Recuerdo que siendo aún prácticamente un niño, uno de mis primeros recelos ante la enseñanza cristiana, me lo produjo ese que me parecía disparatado concepto del “pecado original”. Si cierro los ojos, me puedo ver todavía claramente en Ca’n Tapara, donde los franciscanos nos encerraban una semana para “ejercicios espirituales”, oyendo a un fraile asustándonos con ese concepto: ¡arrepentíos de vuestros pecados, de los de vuestros padres, y de los padres de vuestros padres! ¡La mare de deu! Por lo visto ese pecado era grave, y se cargaba con él por el mero hecho de haber nacido. Supongo que, por la aún poca racionalidad que había absorbido de la educación en casa, me parecía propio de miserables, aterrorizar a unas criaturas que todavía no habíamos tenido tiempo de hacer daño a nadie – ni siquiera entendíamos que era eso de pecar de pensamiento – con ese idea de que estaban ya contaminadas, por pertenecer a una especie cuyos antepasados más remotos, habían “pecado” a los ojos de un Dios tan severo.
Javier Marías
Pero lo que más me extraña y desespera, es ver como casi el mundo entero – laicos y agnósticos incluidos – parece abrazar ese dogma cristiano con un fervor incomprensible y, me temo, de funestos resultados. Dice Marías que se buscan y señalan sin cesar, culpables que no han hecho nada personalmente, contraviniendo la creencia, más justa y democrática, de que uno sólo es responsable de sus propios actos.
La verdad es que he vivido muchos años durante los cuales, a nadie se le ocurría acusar a Javier Pradera o a Sánchez Ferlosio, por poner sólo dos ejemplos muy conocidos, de ser, respectivamente, nieto de un notario carlista e hijo de un falangista destacado. Parecía que estábamos todos de acuerdo, en que los crímenes de los bisabuelos no nos atañían ni condenaban, y en que sólo respondíamos de nuestras trayectorias personales.
Pero a día de hoy pareciera, no ya que se exija continuamente que naciones e instituciones “pidan perdón”, por las atrocidades cometidas por compatriotas de otros siglos, o por antidiluvianos miembros con los cuales nada tenemos que ver los actuales, sino que hemos entrado en una época, en la que casi todo el mundo es culpable por su raza, su sexo, su clase social, su nacionalidad o su religión, es decir, justamente por los factores por los que nadie debería ser discriminado.
Nadie podría librarse de las tropelías de sus ancestros, si las responsabilidades se extienden hasta el comienzo de los tiempos. Pocos pueblos, si hay alguno, no han invadido, asesinado, conquistado y esclavizado. Hoy no es raro oír o leer, nos recuerda Marías: “Ante tal o cual situación, se nos debería caer la cara de vergüenza”. Y a mi me entran unas ganas locas de gritar: Hable usted por si mismo, y haga el favor de no meterme en sus ridículas vergüenzas hereditarias.
Albert Camus
También he encontrado estos días párrafos de Albert Camus, que de alguna forma nos remiten a lo que estamos hablando.
Sartre, en su famosa polémica con Camus, decía que éste siempre experimentaba la necesidad de acusar a alguien. Y “si no es usted, será entonces el universo”. Al lo que Camus respondió indirectamente, por intermedio de su protagonista de “La Chute” Jean-Baptiste Clamence: “Cada uno siente la necesidad de ser inocente a cualquier precio, incluso si para ello es necesario acusar al género humano y al cielo”.
Franck Jotterand (enviado de un suplemento literario de un periódico suizo), interrogó a Camus sobre lo que pensaba del punto de vista según el cual, todos seríamos culpables. A lo que el escritor argelino-francés respondió: “Muchos escritores modernos, entre ellos los existencialistas ateos, han suprimido a Dios; pero han conservado la noción del ‘pecado original’. Hoy se pretende aplastarnos bajo el peso de nuestra culpabilidad. Existe, creo, una verdad intermedia”. Estimaba, Camus, que el hombre pecaba de falta de indulgencia (me recuerda a Arendt hablando del perdón). Y citaba a Sancho Panza, nombrado Gobernador de la Ínsula Barataria: “Dado que no podemos ejercer una justicia transparente, al menos hagamos apelación a la misericordia”. Camus sonriente, terminaba: “Vaya usted hoy a hablar de misericordia, en las calles de Paris” (eran los días de la rebelión argelina).
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 16 de Diciembre del 2018.


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