Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

jueves, 14 de febrero de 2019

CAVERNAS Y DOGMAS

Cuando uno sin darse cuenta, se ha convertido ya en una persona provecta, que tiene ya más pasado que futuro, el pasarse horas al día dándole vueltas a los recuerdos, se convierte en rutina. Así pienso mucho en mi generación de antifranquistas y/o “revolucionarios del 68”. En tantos conocidos, incluso algún amigo, que desde la izquierda más izquierda, han derivado hacia un rancio conservadurismo.
Al respecto escribía hace algunos meses el historiador José Álvarez Junco, que nuestra generación no ha vivido un proceso gradual de aprendizaje, una tranquila acumulación de conocimientos, sino una sucesión de refugios en grutas, cavernas, mundos cerrados, en los que nos integramos con fe ciega durante años para, en cierto momento, tras dramáticas crisis personales, arrumbarlos y sustituirlos por otros.
En ciertas ocasiones ya me he referido a esos mundos mentales cerrados, propios de las sectas, círculos de elegidos, creyentes en la salvación colectiva, alimentados por ideologías globales – “Weltanschauungs”, visiones del mundo – con respuestas para todo; comunidades que sólo reciben su propia e interesada información – ver Redes Sociales – desconfían de cualquier aportación proveniente del exterior, y castigan o excluyen a quien se obstina en plantear dudas, o mantener opiniones propias. No es fácil salirse de esos mundos cerrados. Todos conocemos a gente que no ha cambiado nunca, que han sido siempre fieles a una Iglesia, o a Trotski, toda su vida. “Vivíamos en cárceles mentales” decía Jorge Edwards (Muy recomendable su último libro: “Esclavos de la consigna”).
Pero claro, para salir de esas cavernas, lo primero que se necesita es disponer de una razón crítica, cierta actitud rebelde, algo de propensión al individualismo, a la independencia personal, y repudio a las lealtades incondicionales a grupos, líderes o libros. Es necesaria una mínima dosis de confianza en sí mismo, para no necesitar como el aire que respiramos, el refugio de una caverna, de uno u otro dogma.
Los de mi generación española, crecimos en el mundo cerrado del nacional catolicismo, tan arraigado en los colegios de curas o frailes. En ese ambiente era muy difícil, por no decir imposible, mantener un debate serio sobre la libertad, o respecto al origen del mal en el mundo. Y eso que a mí los franciscanos casi me mimaban, pensando que era un chaval serio – quizá porque en clase hablaba poco y no era revoltoso – interesante, con inquietudes. Algunos hermanos – como el padre Ramón – me decían a veces, que un día deberíamos hablar largo y tendido. Jamás llegó ese día.
En la sociedad en que crecí, pocos eran los que prescindían del amparo de un grupo cerrado: falange, acción católica, carlistas... Incluso ya en la universidad, aunque aparentemente los franquistas no estaban en mayoría, muchos eran lo que llamábamos “pasotas”; y los “concienciados”, los más vivían en cuevas dogmáticas: estalinistas, maoístas, trotskistas… Yo tenía la gran ventaja de haberme educado en una familia liberal, progresista, demócrata y republicana. Y luego la de mis primeros libros “serios” que comencé a leer: Ortega y Gasset, Unamuno, Bertrand Russell… Y algunos historiadores marxistas: Maurice Dobb, E.H. Carr, Eric Hobsbawn, Tuñón de Lara…
Pero el mundo mental, en el que nos refugiamos los miembros de mi generación universitaria, mayoritariamente antifranquista, fue el de una cultura contestataria cuyo soporte intelectual era básicamente marxista. Aquella nueva gruta proporcionó a muchos: amigos, amores, apoyos ante cualquier conflicto personal. Cualquier frustración de tipo personal, también se debía a la dictadura (cuando la misma cayera, todos seríamos felices) cuyos cimientos eran la explotación de la clase obrera, y el amparo del imperialismo americano. Todos los males que afligían a la humanidad, decía Álvarez Junco: hambres guerras, analfabetismo, extinción de especies; todo, bien explicado, era culpa del capitalismo depredador.
Álvarez Junco
No fue nada fácil escapar de toda aquella especie de hegemonía estalinista-maoísta-trotskista. Todo empezó cuando algunos comenzaron – comenzamos – a hacer preguntas capitales, como porqué la revolución proletaria, había desembocado en los horrores de estalinismo. La psicopática personalidad de Stalin no bastaba – nos parecía a algunos – como respuesta, pues era el propio sistema, quien había confiado a un tipo como él, y sin control alguno, la máxima responsabilidad. Uno empezó a ser sospechoso – si ya no le era desde hacía tiempo por socialdemócrata – en cuanto repitió demasiadas veces sus dudas. Perdimos amigos y nos oímos llamar traidores.
Aún me pregunto porque existen esas grutas, porque algunos, muchos, tienden a refugiarse en ellas, cual es el camino que les permita encontrar la salida. Y porque con tanta frecuencia, los que consiguen abandonar una, salen corriendo a refugiarse en otra similar. Dejan el Manifiesto Comunista, para abrazar las Sagradas Escrituras. O pasan del marxismo al nacionalismo, sin despeinarse. O porque muchos no salen nunca de la caverna, ni aun cuando creen haberlo hecho, porque siguen aferrados a los tópicos propios de aquella visión, en la que un día fueron felices, con su verdad, obedeciendo al líder, sin duda alguna existencial.
Ocurre por antonomasia con las sectas religiosas, pero también con los partidos políticos, en general radicales de derechas o de izquierdas, con nacionalismos y populismos: hablan únicamente entre ellos, leen su propia prensa, oyen su cadena de televisión, se comunican sólo con sus “amigos” en las redes; no permiten que voces ajenas les cuestionen su visión del mundo. Lo tranquilizador es que exista una sola verdad, garantizada por una autoridad, sea persona o libro. Lo contrario, lo propio del espíritu libre, es afrontar la realidad sin armadura, a pecho descubierto, aceptando que la verdad es múltiple, dialógica, que sus fragmentos viven dispersos por aquí y por allá; que hay que oír a todos y estar dispuesto, hasta el final, a aprender a cambiar de opinión, o a matizarla. Y hace falta mucha fuerza intelectual para ello.
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 2 de Diciembre del 2018.


No hay comentarios:

Publicar un comentario