De este libro escribió Ortega en 1952, calificándolo como: “el más ilustre sobre el tema del amor en la civilización musulmana, que ha sido vivido, pensado y escrito en tierras de España, por un árabe “español”. Dicha obra, traducida ya tiempo ha, en otras lenguas, nadie se había atrevido a irle al cuerpo y verterlo en castellano, hasta que lo hizo Emilio García Gómez.
Ante este viejo libro, que se ocupa de la gran tarea que llamamos, frecuentemente con ligereza y siempre con imprecisión, “amor”, deberíamos comenzar esclareciendo un poco, que cosa es esa que así nominamos. Ya sabéis de mi manía de emplear las palabras con la máxima precisión posible. Pero también porque en nuestro contorno actual ¡algo increíble en pleno 2019! aún queda mucha gente convencida, de que este mundo fue creado a beneficio de las ursulinas. El tema del amor, mejor de ciertos amores, parece que sigue siendo tabú para algunos, como si fuera algo estrambótico, surgido patológicamente en este mundo, que tales personas pretenden, a su antojo y provecho, administrar.
![]() |
Tawq al-hamāma |
Sin duda hay en el hombre - ¡gracias sean dadas a Alá! – un repertorio residual de instintos, entre ellos esta sorprendente atracción erótica de un individuo por otro. Esto me parece ha existido siempre. Pero no debemos obviar, que los restos de instintos aún activos en nosotros, no se dan ni funcionan aislados. Aun el más básico de todos, el de conservación, aparece siempre complicado, con las más ocultas creaciones específicamente humanas, como el honor, la fidelidad a una creencia religiosa, la desesperación, que llegan, inclusive, a suspender su funcionamiento. Y esta fusión de lo natural con lo cultural, hace irreconocible el instinto.
Pero perturba aún más la comprensión de esta realidad, que por elemental debería ser resplandeciente, el vicioso uso de llamar con la sola palabra “amor”, las cosas más dispares. En las leguas romances se llamaba “amor”, a todo un repertorio de sentimientos. También ayuda a nuestra perplejidad, el que esta palabra es ininteligible, porque arrastra una raíz para nosotros ya muerta, sin sentido. Nuestras lenguas la tomaron del latín, pero no era un vocablo latino. Los romanos a su vez, la habían tomado del etrusco, que nos es hoy una lengua desconocida, hermética. ¿Qué deberíamos deducir del hecho, de que una realidad tan íntima y, al parecer, tan universalmente humana como el ajetreo erótico, tuviera que ser nombrada por los romanos, con un vocablo forastero para ellos? ¿Sería que los romanos, antes de ser civilizados por los etruscos, no conocían eso que estos denominaban “amor”, y, por tanto, que éste fuera para ellos una “institución” nueva? No podemos dejar de preguntarnos, qué demonios sería eso que los etruscos habían inventado, cultivado y refinado, y a lo que dieron, por razones semánticas para nosotros ocultas, el nombre de “amor”. Por lo que conocemos de la vida etrusca, sabemos que el amor fue en aquel pueblo, cosa muy distinta de lo que acabaría por ser para nosotros. Por eso, a lo mejor, o a lo peor, cuando a nuestro sentimiento por una mujer le decimos “amor”, quizá le estamos, sin saberlo, llamando algo feo. La historia nos declara que los etruscos, fueron uno de los pueblos más sensuales que han existido. Aunque su sensualidad hoy nos parezca torva, exasperada, desesperada. Tuvieron – no explicaba Ortega – el genio de morir a fuerza de voluptuosidad.
Pero volvamos al libro de Ibn Hazm, en el que podemos leer estos versos:
“Te amo con un amor inalterable
mientras tantos amores humanos no son más que espejismos.
Te consagro un amor puro y sin mácula:
en mis entrañas está visiblemente grabado y escrito tu cariño.
Si en mi espíritu hubiese otra cosa que tú,
la arrancaría y desgarraría con mis propias manos.
No quiero de ti otra cosa que amor;
fuera de él no te pido nada.
Si lo consigo, la Tierra entera y la Humanidad
serán para mí como motas de polvo, y los habitantes del país, insectos”.
![]() |
Ibn Hazm |
Como García Gómez (el traductor) hace constar, que en este libro el amor, es indiferente a las diferencias sexuales, y esto ya bastaría para representarnos el amor árabe, como una realidad dispar a la que hemos venido ejerciendo los occidentales, hasta hace muy poco, y algunos aún hoy. Y tampoco podemos decir que sea similar, a la que Platón describe, porque en Platón el amor no es indiferente a los sexos, sino que tiene su sentido primario, en el amor de varón a varón. Platón, inversamente a nosotros, parece que no entendía bien, lo que pudiera ser una amor de hombre a mujer.
Recordando todo esto, no pretendo sino avivar la conciencia, de que este asunto del amor es en sobremanera climatérico, y que no existe eso del amor “natural”, frente al cual aparecerían, por contraste, los amores “antinaturales”.
Pues eso.
Palma. Ca’n Pastilla a 19 de Mayo del 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario