Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

jueves, 17 de octubre de 2019

"LOS AMNÉSICOS"

Aunque fue publicado hace un par de años, se ha traducido ahora al castellano “Los amnésicos” de Geraldine Schwarz, periodista franco-alemana, con un extraordinario prólogo, del gran historiador José Álvarez Junco.
Geraldine Schwarz, vuelve sobre los conocidos temas del genocidio judío, del papel del mal en las comunidades humanas, de la alteración de la conducta personal en situaciones emocionales masivas… Pero supera todos estos temas y va más allá.
Para empezar, establece la responsabilidad de todos los alemanes en lo ocurrido, exceptuando exlusivamente a los que se opusieron activamente al nazismo – que bien caro lo pagaron - , pero la sociedad en general, opina, no se opuso a la escalada de medidas antisemitas de 1933-1938. Ni tampoco pudo simular que no sabía lo que estaba pasando. Pero la responsabilidad se extiende también, a franceses, italianos, húngaros, polacos o tantos otros, que tampoco protegieron a los judíos amenazados. Aquellas sociedades, desgarradas, sí, internamente por el conflicto, y plagadas de colaboracionistas, coincidían en 1945, en percibirse a sí mismas como meras víctimas del nazismo.
La autora distingue, claro está, grados de responsabilidad, especialmente individual. Pero reconoce la dificultad de atribuir responsabilidades, dividiendo con trazos gruesos las comunidades que sufren situaciones traumáticas, en grupos de verdugos y víctimas. Una dificultad que aumenta exponencialmente – he escrito con frecuencia sobre ello – cuando se proyectan tales culpas sobre las generaciones siguientes. Porque los descendientes de los protagonistas originarios, no siempre perpetúan las posiciones políticas de sus padres o abuelos, e incluso se mezclan y tienen hijos comunes. Tampoco es lo mismo, sufrir personalmente una dictadura, una guerra civil o un genocidio, que oírselo contar a nuestros padres; y no digamos vivirlo como tercera generación, a través de nuestros abuelos.
Algunos éramos aún chavales, pero recordamos perfectamente como Adenauer, negaba cualquier colaboración de la población con el nazismo, a la vez que integraba sin demasiado pudor, a los cuadros del NSDAP (partido nazi) entre las élites de la nueva República Federal. Y en los ochenta – lo sabemos bien los que leemos a Jürgen Habermas – estalló la disputa de los historiadores, la “Historikerstreit”. Conservadores como Ernst Nolte, exoneraban al país del nazismo, tildándolo de ocasional extravío, causado por un grupo de criminales. Mientras que el propio Habermas y los historiadores “sociales”, interpretaban las tragedias del siglo XX, como la culminación del “Sonderweg”, o “camino excepcional” alemán, dominado desde Bismarck por un nacionalismo beligerante.
Es necesario decir también, que Alemania se convirtió en el modelo de un buen “trabajo de memoria”, lo cual le permitió construir una sociedad civil y una democracia, excepcionalmente sólidas. A partir de su reflexión sobre lo ocurrido, los alemanes interiorizaron unos valores y un espíritu crítico, cruciales para una convivencia en libertad, al repudiar extremismos, dirigentes providenciales y discursos de odio.
Ésta me parece, es la idea central del libro: que una aceptación honesta y crítica del pasado, permite el desarrollo de actitudes democráticas y tolerantes en el presente. Cuando uno comprende que sus padres, sus abuelos, su comunidad, fueron responsables directos o indirectos de algunas barbaridades, cuando uno acepta la dificultad de atribuir nítidamente culpas colectivas, cuando uno se da cuenta de lo fácil que es convertirse en perseguidor, o consentidor de la persecución, cuando uno entiende las confusas identidades que ha heredado, es probable que esté más dispuesto a convivir con otras culturas, otras lenguas, otra creencias, otras posiciones políticas. En cambio, los educados en un mundo mental aislado, que sólo celebran los heroísmos y lamentan los sufrimientos de sus antepasados, que únicamente se perciben como descendientes de victimas inocentes, tienden con más facilidad a adoptar posiciones de intolerancia, de simpleza ideológica, de repudio hacia el extranjero, de nostalgia de cualquier absolutismo dogmático.
Geraldine Schwarz
Dicho de otra manera: la aceptación del diferente y sus derechos, a la vez que la fuerte convicción de los nuestros, se derivan de la clara comprensión de lo complejos que fueron los problemas del pasado, lo cual es un claro síntoma de personalidad sólida, y no de complejos de inferioridad, criaderos de demagogias de toda índole. Por el contrario, la amnesia, la ignorancia, la simplificación y/o sacralización del pasado, de cualquier pasado, llevan al dogmatismo y al odio hacia los diferentes; indicio, de nuevo, de cualquier cosa, menos de principios fuertes. Conocer y aceptar la historia, comprender las muchas formas de evaluar las culpas ante los crímenes, ser conscientes de la fragilidad de las identidades heredadas, no se trata de relativismo, sino de ciudadanos dotados de mayor sentido crítico, más responsables, más independientes, más capaces de enfrentarse con autoridades abusivas.
Si nos fijamos bien, nuestra experiencia nos lo ratifica casi diariamente. Los gobiernos menos europeistas, más proclives a populismos de toda laya, como Hungría o Polonia, son también los que se apoyan, en una visión simplista y autocomplaciente de su pasado. Por su parte Italia, que tampoco ha hecho adecuadamente su “trabajo de memoria”, sigue confiando en “hombres providenciales”. Y los propios alemanes educados en la antigua RDA, que glorificaba a los “héroes comunistas” opuestos al nazismo, y no reconocían que nadie – en especial ningún proletario – se hubiera sentido atraído por Hitler, son hoy los que más votos otorgan a los populistas del AfD.
El honesto reconocimiento de todo lo ocurrido, y no sólo de lo que ennoblece nuestra imagen o refuerza nuestra posición política, y la ecuanimidad – que no es, ojo, equidistancia – son las claves de bóveda, para una convivencia libre. Y especialmente – y eso me toca de cerca – los imperativos éticos para un historiador.
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 11 de Agosto del 2019.


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