Antes incluso de que Habermas tomara conciencia de la Teoría Crítica de los años 30 del pasado siglo (escrita por cierto, en el exilio de Europa) quizás sin ser consciente de ello, estaba ya reconstruyendo la experiencia y caminos que tomaron Horkheimer, Adorno, Marcuse… y otros miembros de la Escuela de Frankfurt.
Allá por el año 1968 (un año bien movido, bien sûr) la tradición positivista, se encontraba ya bajo el fuego de un fuerte ataque. Pero la extensión en la que el temperamento positivista ejerció su influencia, y dominó la vida intelectual y cultural, no es algo que debiéramos subestimar. Por eso Habermas, en este contexto, hablaba de un “positivismo” en sentido amplio. Y pretendía identificar esa tendencia, a la que han contribuido muchos movimientos independientes, que limita y restringe el ámbito de la racionalidad. Pues la razón, desde esta perspectiva, puede capacitarnos científicamente para explicar el mundo natural e, incluso, el social. Pero justificar los fines o garantizar normas universales, transciende el campo de la razón. Si aceptamos esta caracterización de la razón, entonces rechazamos el tipo de “reflexión crítica” donde, a través de una profunda explicación y comprensión de los procesos sociales, podemos promover la emancipación humana, de las formas ocultas de dominio y represión.
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Jürgen Habermas |
El escepticismo metodológico de Weber es, en sí mismo, un eco y una expresión de sus análisis sociológicos. Weber sostenía que la esperanza y expectativa de los pensadores de la Ilustración, era una ilusión amarga e irónica. Estos mantenían una conexión necesaria y fuerte entre el crecimiento de la ciencia, la racionalidad, y la libertad humana universal. Pero una vez desenmascarado y comprendido, el legado de la Ilustración fue el triunfo de la Zweckrationalität (racionalidad instrumental-deliberada). Esta forma de racionalidad infecta todo el campo de la vida social y cultural, abarcando las estructuras económicas, la ley, la administración burocrática, en incluso las artes. El crecimiento de la Zweckrationalität no conduce a la realización concreta de la libertad universal, sino a la creación de una “jaula de hierro” de racionalidad burocrática, de la que no hay modo de escapar. La escalofriante y seria advertencia de Weber, flota aún sobre nosotros:
“Nadie sabe quien vivirá en esta jaula en el futuro, o si al final de este tremendo desarrollo surgirán nuevos profetas, o tendrá lugar un gran renacimiento de viejas ideas e ideales, o no se dará ninguna de las dos, una petrificación mecanizada, embellecida con un tipo de autoimportancia compulsiva”
Irónicamente, a pesar de la oposición explícita a la tesis de Weber sobre el triunfo de la Zweckrationalität, Lukács, Horkheimer, y Adorno, no sólo se apropiaron de ella y la refinaron, sino que también la generalizaron. Y existen todavía sugerencias en Weber de otras posibilidades históricas, de otras formas de procesos de racionalización. Y aunque él no se rindió nunca a la tentación de creer que existe una necesidad histórica, Horkheimer y Adorno, en sus últimos escritos, sí se acercaron mucho a mantener tal inevitabilidad histórica. Y en ellos existe una ironía más. Horkheimer, y especialmente Adorno, fueron firmes oponentes de Heidegger. Sin embargo, se da una sorprendente afinidad en los análisis que hacen del destino de la racionalidad occidental. Existe una fina línea que separa el análisis de la racionalidad instrumental de Horkheimer y Adorno, y el análisis que Heidegger hace del “pensamiento calculador”, Gestell (encuadramiento).
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Max Horkheimer |
Habermas era muy consciente de la manera en que podrían interpretarse la “conclusiones” de Horkheimer y Adorno, como una profundización de la tesis weberiana del desencantamiento del mundo. Para resolver las aporías de la “Dialéctica de la Ilustración” (de Horkheimer y Adorno), para enfrentarse al desafío de Weber, para justificar la posibilidad de una teoría crítica de la sociedad viable, no se requería si no, repensar la cuestión de la racionalidad y los procesos de racionalización.
Pero existía otro rasgo relacionado con los pensadores de la Escuela de Frankfurt, que preocupaba a Habermas. La Teoría Crítica se identificaba con el legado marxista. La misma idea crítica, como vía media entre la filosofía y la ciencia positivista, se retrotraía a sus orígenes marxistas. Marx había intentado forjar una nueva síntesis dialéctica, de la filosofía y de la comprensión científica de la sociedad. Y la herencia de Marx se reafirmó en los primeros días de la fundación del “Instituto para la Investigación Social” de Frankfurt. Pero la Teoría Crítica, entre 1920 y 1960, se encauzó en una dirección que era muy diferente del desarrollo de Marx. La preocupación por desarrollar una crítica sustantiva de la economía política, era cada vez menor. Esto se debía en parte a un escepticismo en aumento, acerca de la posibilidad histórica de algo que se pareciera, a la “revolución proletaria” que Marx había profetizado; al surgimiento del fascismo; a la resistencia del capitalismo a una transformación radical; y a la perversión del marxismo en la URSS. Pero la Teoría Crítica se había distinguido de la teoría social “tradicional”, por su habilidad para especificar aquellas potencialidades reales, de una situación histórica concreta, que pudieran fomentar los procesos de la emancipación humana, y superar el dominio y la represión.
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Theodor Adorno |
Para Horkheimer y Adorno, el carácter y destino de las ciencias sociales, formaban parte del “problema” de la modernidad, y por lo tanto no eran un modo factible de “resolver” este problema. Pero para Habermas, la tarea era apropiarse de los desarrollos más prometedores de las ciencias sociales, e integrarlos en una ciencia social crítica. Pues una Teoría Crítica sin contenido empírico, podía degenerar fácilmente en un gesto retórico vacío.
Palma. Ca’n Pastilla a 21 de Julio del 2015.
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