Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

jueves, 14 de enero de 2016

Agustí Calvet "Gaziel"

El nuevo President de la Generalitat, Carles Puigdemont, citó en su discurso de investidura, un texto de Gaziel: “Soc falible, però isubornable”. Hubiera sido un momento estupendo, para decir algo más sobre Gaziel y su obre póstuma: Quina mena de gent som. Quatre assaigs sobre Catalunya i els catalans.
Agustí Calvet, más conocido como Gaziel, que muchos consideran como uno de los más grandes periodistas, de la Cataluña del siglo XX, se vio obligado a escapar con su familia de la Barcelona revolucionaria en 1936. Estuvo instalado en Francia y Bélgica, pero retornó a España en 1940. Tras el sobreseimiento de las causas que se le abrieron, estableció su residencia en Madrid, buscando otras maneras de ganarse la vida, en una suerte de largo exilio interior. Aunque sus artículos ya no pudieran ver la luz en los diarios, jamás dejó de escribir. Republicano íntegro y de talante moderado, laico y demócrata, amante de su tierra y su lengua, más federalista que nacionalista, murió a la edad de 77 años y dejó un legado literario, formado por ocho libros en castellano y catorce en catalán. Josep Benet, en el prólogo a la Obra Catalana Completa (1970) que publicó póstumamente la Editorial Selecta, valoró así su contribución: «Probablemente ha sido el escritor político más inteligente que ha dado la derecha catalana en este siglo».
El primero de los ensayos de Quina mena de gent som, presentado como una introducción a una nueva historia de Cataluña, es valorado por diversos historiadores, como una pieza extraordinaria. Fue escrito en 1938 en París, tras una detenida relectura de una obra fundamental, de la historiografía catalana: “Historia de Cataluña (1934-1935)” de Ferran Soldevilla, que Gaziel definía como uno de los libros más bellos, al tiempo que bien construidos, que pueden leer los catalanes, inflamado todo de fe catalanesca, la fe ciega del patriotismo. Adolecía, sin embargo, de un problema: no era tanto la historia de unos hechos, como la de un deseo maravilloso urdido con ellos. O, expresado de otro modo, Soldevilla no presentaba, en realidad, la historia de Cataluña, sino la historia del sueño de Cataluña. En opinión de Gaziel, el objetivo tenía que ser: no elaborar una contrahistoria o una antihistoria de las anteriores, sino una historia diferente, “más real, más directa y profunda”. Y el resultado no iba a ser ni una historia ejemplar y estimulante, ni un cuento de hadas patriótico.
Insistía Gaziel en que, a lo largo de más de mil años, Cataluña nunca había existido como entidad política; los catalanes fueron, en todo momento, incapaces de construir un estado, “una entidad política propia, exclusiva”. El término Cataluña no tuvo en ningún momento, ni el sentido ni el contenido, que se le estaba dando desde la Renaixença: el arca maravillosa, que guardaba los sueños patrióticos, de los nacionalistas catalanes de su época, no había existido nunca en el pasado. Se trataba, en fin, de una figura mitológica, hija del moderno nacionalismo. Toda historia nacionalista – o absolutista, o fascista, o federalista – era, simple y llanamente, una historia falsa.
Gaziel criticaba lúcidamente, en estas historias impregnadas de ideal nacionalista, el que hicieran converger todos los acontecimientos del pasado, hacia la necesidad apriorística, de obtener como coronación, la plenitud de la nacionalidad catalana en una forma estatal. Para él era indispensable, en resumen, una nueva historia que dejase de contar lo que debió ser y no fue, para intentar explicar, de una vez por todas, lo que realmente fue. Al fin y al cabo, la labor de todo historiador que se precie, de cualquier auténtico historiador: contar la historia tal como fue, con el rigor y objetivad de las fuentes y documentos, por muy desagradable que el resultado nos parezca.

Palma. Ca’n Pastilla a 13 de Enero del 2016.

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