Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

sábado, 2 de abril de 2016

LA FELICIDAD

                                          <Anoche cuando dormía
                                            soñé ¡bendita ilusión!
                                            que una fontana fluía
                                            dentro de mi corazón>
                                           (Antonio Machado)
Pero yo aún no dormía cuando hace dos noches, leyendo unos textos de Spinoza, experimenté unos minutos casi de éxtasis. Tranquilos, no levité, estoy seguro de que mi cuerpo, permaneció siempre pegado a la cama. Luego entró Marita para preguntarme, que me apetecería comer al día siguiente. Y se acabó. Pero bueno, esa es una de las grandes cualidades de las mujeres, siempre permanecen con los pies pegados a la tierra, ocupadas y preocupadas por los asuntos prácticos del diario vivir; mientras los varones, con asiduidad, nos perdemos en las nubes de nuestras ensoñaciones.

Theodore Zeldin
Pero sí creo, como alguien ya adelantó, que la felicidad se compone de minutos discontinuos de exaltación, como esos que experimenté. Y en El País, Winston Manrique Sabogal nos reseña tres libros, que tratan de todo eso.
¿Qué significa ser feliz, estar plenamente vivo en todo momento, en lugar de estarlo sólo a medias? se pregunta el historiador y pensador Theodore Zeldin, ex decano del St. Anthony College de Oxford. ¿Cómo elegir entre la múltiples formas de escapar al sufrimiento y a la frustración, entre las diversas variantes de la religión (existen 4.200), entre ideales tan dispares como los de los estoicos y los de los románticos, el Renacimiento y los enciclopedistas, la ciencia y la tecnología, y así sucesivamente? A desentrañar esa búsqueda ha dedicado los 25 últimos años el profesor Zeldin. Y el resultado lo plasma en una treintena de historias de aliento reflexivo, en el libro “Los placeres ocultos de la vida. Una nueva forma de recordar el pasado e imaginar el futuro (Plataforma)”.
Por su parte el italiano Giuseppe Scaraffia en “Los grandes placeres (Periférica)” nos dice: “Hemos olvidado que la felicidad, no es un estado de ánimo edificante, y sí la suma de muchos pequeños placeres, que crean una atmósfera”. Pero el mundo contemporáneo, como coinciden los dos pensadores, exige expectativas sobredimensionadas para alcanzar la felicidad. Scaraffia nos recuerda que Stendhal pidió “ir a la caza de la felicidad” y dijo: “Hay que saber lo que te hace feliz y convertirlo en hábito. Y para construir la felicidad se requiere sensibilidad, paciencia, cultura y memoria”.
Zeldin es más escéptico que Scaraffia respecto a Internet y la felicidad, ya que considera que siempre se ha esperado demasiado de las nuevas tecnologías, que han producido efectos colaterales inesperados. “Internet – dice – no ha sido un sustituto apropiado, de la experiencia completa del contacto personal íntimo, que proporciona a los seres humanos su placer más profundo. Pero no tiene sentido echar toda la culpa a la Red. El aislamiento de los individuos, también se ha incrementado por el crecimiento de las ciudades. Yo disfruto de los placeres sencillos y, también, encuentro placer en investigar”.
En el teatro de la vida, nos dice Theodore Zeldin, la gente para protegerse enmascara sus verdaderos deseos, sentimiento y placeres. Y agrega que muchos están encorsetados en prejuicios y tradiciones, que los llevan a convertirse en lo que creen que quieren ser. “El prejuicio es el obstáculo más firme, a la apertura de la mente” remacha.
La solución, en realidad, está al alcance de todos. Está en descubrir el placer en cada cosa que se haga, en disfrutar de la belleza que llega a través de los sentidos, o del intelecto, o de los sentimientos, nos recuerdan los filósofos. En “El libro de la belleza. Reflexiones sobre un valor esquivo (Turner)María Elena Ramos nos recuerda que el hombre, “debe tornar la mirada hacia el interior de sí mismo, donde habría de encontrar grandes bienes, que son la señal dejada en el alma humana por la creación”.
Giuseppe Scaraffia
Por su parte Boris Cyrulnik, psiquiatra y uno de los padres de la “resiliencia”, escribe: “Nadie sabe definir la felicidad. Durante mucho tiempo, el paso por la tierra era el valle de lágrimas entre dos paraísos: el paraíso perdido, por culpa del conocimiento, y el paraíso posible, que podemos ganar tras nuestra muerte, obedeciendo a las leyes divinas. Entre los dos paraísos se sufría. El siglo XIX y la Revolución Francesa, cambiaron esta noción de la felicidad. Si creemos que la felicidad es metafísica, creeremos que sólo puede llegar después de nuestra vida o nuestra muerte. Es lo que ocurre con los yihadistas. El yihadismo enseña, lo que los cristianos enseñaron durante mucho tiempo: morid primero, seréis felices después… Ahora sabemos que la felicidad es un tricotar continuado; es el placer de vivir cotidiano; es un trabajo de todos los días, no es metafísico. La artesanía de la felicidad cotidiana se tricota día a día”.
No se trata tanto de hacer la vida mejor, sino de convertirla en algo más interesante, afirman Zeldin y Scaraffia. Los filósofos piden desterrar prejuicios, vergüenzas y miedos, para evitar la sensación de haber malgastado la vida. Quejarse menos y buscar metas más emocionantes, arriesgar en la aventura. Sentir. Vivir un olor que recupera un paraíso, o una buena noticia de alguien y decirle al oído: “Estoy contento”.

Palma. Ca’n Pastilla a 20 de Marzo del 2016.



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