Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

sábado, 7 de mayo de 2016

JOHN MAYNARD KEYNES.

El pasado 21 de Abril se han cumplido los 70 años, del fallecimiento de John Maynard Keynes. Conocido más como un extraordinario economista, Keynes también se desenvolvió con soltura, en el campo de la filosofía.
El 9 de Septiembre de 1938, Lord Keynes leyó un artículo en el Bloomsbury’s Memorial Club, titulado “Mis primeras creencias”; que fue publicado póstumamente, por su amigo David Garnett en 1949. Se trata de un documento clave para entender la obra de su vida, especialmente por una razón: él estaba lo suficientemente cercano a la generación “creyente”, como para necesitar disponer de “creencias verdaderas”. No se trata tanto de que nosotros hayamos perdido nuestras creencias, como de que hemos perdido la creencia en la posibilidad de tener creencias verdaderas. Y esto implica que nuestras creencias nos exigen menos. La importancia que Keynes otorgaba al descubrimiento de creencias verdaderas, la cantidad de atención intelectual que dedicó a la relación entre creencia y acción, y la necesidad constante que sentía de justificar sus acciones con referencia a sus creencias, presupone una perspectiva mental que parece haber desaparecido hoy, casi por completo.
La filosofía proporcionó los fundamentos de la vida de Keynes. Esta apareció previamente a la economía, y la filosofía de los fines, fue previa a la filosofía de los medios. La filosofía de Keynes se elaboró principalmente en el círculo de los “Apóstoles” de Cambridge (en el cual Moore ejercía una especie de liderazgo ético) y fue concebida como un conjunto de respuestas, a las preguntas que más le interesaban.
Keynes con H. Morgenthau, en Bretton Woods
La “probabilidad” era la herramienta de acción de Keynes. Pero sabiendo que la razón, en todo momento controla la probabilidad, eligiendo y dando forma a los datos que se presentan ante nuestros sentidos, para producir argumentos en los que uno pueda tener, mayor o menor grado de confianza. Y esta era la razón por la cual Keynes concebía su teoría, como una parte de la lógica, para distinguirla de la mera creencia por un lado, y de la estadística por el otro. Pero para que el comportamiento sea totalmente racional, se requiere no sólo que los medios sean racionales, sino también que lo sean los fines. Keynes se deshizo de la moral de Moore, pero no de su ética. “De lejos las cosas más valiosas que podemos conocer o imaginar – había escrito Moore – son ciertos estados de conciencia, que pueden descubrirse aproximadamente, como los placeres de las relaciones humanas, y el disfrute de los objetos bellos… que son la raison d’être de la virtud; que forman el bien racional último de la acción humana, y el único criterio de progreso social”.
¿Cómo pueden entonces mantenerse vivos ciertos buenos sentimientos, cuando las circunstancias que los han originado han desparecido? Keynes planteó una ingeniosa respuesta, en una carta que escribió en 1928 a su amigo “Peter” Lucas:
“En la vida real, muchos de los sentimientos que consideramos como los más nobles, y los que más merece la pena conservar, tienen tendencia a estar asociados con problemas, desgracias y desastres… De hecho, lo peor de la vida real, es que los sentimientos buenos en sí mismos, demasiado a menudo son estimulados, ocasionados o provocados, por hechos malvados. Si, por otro lado, fuera posible simpatizar, disfrutar de segunda mano, o admirar los sentimientos nobles, “sin” los sucesos malvados que, generalmente, les acompañan en la vida real, podríamos tener lo mejor de los dos mundos… Entramos en contacto con los sentimientos nobles, y escapamos de las malas consecuencias prácticas.
Todo esto está conectado con mi dilema favorito, la dificultad o la imposibilidad de ser bueno, y hacer el bien al mismo tiempo. En la Tragedia podemos ser testigos, del espectáculo de personas que son buenas en un entorno, que está completamente aislado de todas las consecuencias, para que no tengamos que confrontar la excelencia de ser bueno, con la naturaleza fatal de las consecuencias de tal comportamiento, y los acontecimientos asociados a él”.
La concepción de Keynes de la buena vida, influyó tanto en la forma en que vivió, como en sus aspiraciones públicas. Intentó combinar un ideal personal de vida civilizada, con la defensa de causas que conducirían, a que la buena vida – buenos estados mentales – estuviera al alcance de muchos. En la medida en que la filosofía de Moore influyó su filosofía social, también restringió, en lugar de ampliar, su pasión por la reforma social. Y esto se debió a que el utilitarismo “ideal” de Moore, ofrece un criterio más débil para el reformador social, que el utilitarismo hedonista, puesto que requiere un juicio sobre los efectos del progreso material, en estados mentales cuya bondad no se identifica con el placer o la felicidad. Keynes reconoce que disfrutaba, al mismo tiempo, también de “los malos estado mentales” – lo que él llamaba “negocios y bridge” - más de lo que un verdadero discípulo de Moore, debería haber hecho. Igual que la mayoría de las personas con éxito, Keynes hizo aquello en lo que era mejor, y con lo que más disfrutaba. Vivió con sus contradicciones, y encontró fórmulas para reconciliar, aquello que estaba haciendo, con aquello que, según sus creencias, debería haber estado haciendo.

Palma. Ca’n Pastilla a 24 de Abril del 2016.



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