Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

martes, 3 de octubre de 2017

CATALUÑA (I). TRAZOS DE SU HISTORIA CONTEMPORÁNEA

Releyendo la magnífica obra del hispanista Raymond Carr “El rostro cambiante de Clío”, y en ella la reseña que hace del libro de Charles E. Ehrlich “Lliga regionalista-Lliga catalana 1901-1936”, he refrescado algunos de mis conocimientos de la historia de Cataluña durante esos años.
En 1885, la élite cultural e industrial de Barcelona, dirigió un “Memorial” al rey Alfonso XIII, exponiéndole en él el programa regionalista. Este documento, radicalizado años después (1891) en las “Bases de Manresa”, permanecería como base de la “Lliga”. Los empresarios catalanes habían firmado el “Memorial”, porque los liberales madrileños eran partidarios del libre comercio, y la propuesta de un tratado con Gran Bretaña, amenazaba los intereses de los magnates textiles catalanes. Pero por grandes que fueran sus agravios, les advirtió el presidente de la organización patronal, el Fomento del Trabajo Nacional, el separatismo, al cerrarles el mercado español, equivalía a un suicidio económico.
El desastre de 1898 (la perdida de los restos del imperio, Cuba y Filipinas) sacudió los cimientos del sistema de la Restauración, e intensificó los sentimientos de descontento en España, incluidos los agravios catalanes. Pero el intento de responder a las demandas catalanas, fracasó con el general Polavieja y el conservador Silvela. La “Lliga” se fundó en 1901, para dar al programa regionalista, el empuje político del que carecía. Rechazando la mera protesta, como en 1885, por ineficaz, decidió “entrar en España” y en la política nacional de Madrid en forma de partido político, con el fin de lograr dos objetivos: la autonomía para Cataluña, y la regeneración del corrupto sistema político de la Restauración.
"El rostro cambiante de Clío"
El éxito del proyecto, precisaba de una condición previa: La “Lliga” tenía que postularse, como máxime representante de las demandas catalanas. Y esta condición no se cumplió nunca, porque desde el principio, el catalanismo estuvo dividido entre una izquierda republicana doctrinaria, heredera de los federalistas de la I República, y un ala conservadora pragmática, formada por los hombres de la “Lliga”. Para la oposición de izquierdas, estos representaban a la burguesía catalana, eran reaccionarios dispuestos a aliarse con los carlistas. En 1904, cuando su líder Cambó, aceptó la monarquía, los doctrinarios abandonaron la “Lliga”, dejándola en manos de los pragmatistas: el propio Cambó, Durán y Prat de la Riba.
Pero existía también una segunda condición, que era que el regionalismo, según lo concebía la “Lliga”, se convirtiera en un asunto de toda España. Los insistentes esfuerzos de la misma, para promover el regionalismo fuera de Cataluña, fracasaron estrepitosamente. En las elecciones de 1918, los regionalistas obtuvieron solamente seis escaños fuera de la región catalana, y nunca superaron esa cantidad. Dado que los regionalistas no tenían la menor posibilidad, de obtener mayoría en las Cortes, su éxito dependía de encontrar aliados en Madrid, dispuestos a apoyar las aspiraciones autonómicas catalanas. Pero la mayoría de políticos de Madrid, consideraban la autonomía, como el primer paso en el camino hacia el separatismo, pese a que la “Lliga” lo rechazaba categóricamente. Prat de la Riba era contrario al separatismo, no obstante lo cual, utilizó la palabra “nacionalismo” en “La nacionalitat catalana”, publicado en 1906. En el vocabulario político popular de la época, “nación” implicaba el derecho de soberanía. Este lenguaje ambiguo, lo que Cambó llamó el “tono estridente” de Prat, operaba en contra de éste. Pocos políticos liberales sentían alguna simpatía hacia Cataluña, y a ninguno le hacía la mínima gracia, ser tachados por los políticos catalanes de “oligarcas corruptos”.
Dada la hostilidad de los liberales, el único político con quien la “Lliga” podía llegar a algún tipo de entendimiento, era el líder conservador Antonio Maura. Tanto los hombres de la “Lliga” como Maura eran regeneracionistas conservadores, resueltos a acabar con todo lo que implicaba la palabra caciquismo. Pero el apoyo que Maura podía prestar a la “Lliga”, tenía sus límites. Y estos se hicieron evidentes en las dos apariciones más importantes de Cataluña en el escenario nacional: el movimiento “Solidaridad Catalana 1906-07 y la Asamblea de Parlamentarios 1917. El dirigente liberal Moret, cedió ante el Ejército en la Ley de Jurisdicciones. La respuesta de Cataluña fue una masiva protesta, y la formación de la mencionada “Solidaridad Catalana”, que pareció hacer realidad la visión de Almirall, de un movimiento catalán unificado. “Solidaridad” acogió a los republicanos (excepto a Lerroux) y a los conservadores, incluidos los carlistas. El gran proyecto de gobierno local de Maura, como Presidente del Gobierno entre 1900 y 1909, parecía ofrecer a Cataluña la posibilidad de autonomía, dentro de una España descentralizada. Pero sus reformas zozobraron ante la oposición de la izquierda, contraria a la reforma descentralizadora de Maura, que tachó de antidemocrática, porque se basaba en el sufragio corporativo. “Solidaridad” se escindió en sus partes constitutivas, la izquierda y la derecha. Además, Maura no entendía bien las raíces culturales e históricas del catalanismo. Para él, la autonomía catalana era parte de un proyecto general que acabaría con el caciquismo, no un reconocimiento de la “personalidad” catalana. Para los catalanes “patria” significaba Cataluña, para Maura, España. La Semana Trágica de 1909, no solo destruyó el gobierno Maura. El hecho de que la “Lliga” apoyara a Maura y la represión, le valió la denuncia de ser una organización conservadora y reaccionaria, de hombres de orden, dispuestos a ejecutar y encarcelar a los “rojos” de la izquierda revolucionaria.
Prat de la Riba
La organización de la opinión catalana en un partido moderno, significaba que había que abordar la “cuestión catalana”, si se quería evitar que perturbara la política española, como la Cuestión Irlandesa había hecho en el caso, de la democracia parlamentaria británica. Casi a la desesperada el líder liberal Canalejas, había propuesto la unión de las cuatro provincias catalanas, en una sola entidad con una asamblea propia. A la Mancomunidad no se le otorgarían competencias, que ya no poseyeran las provincias vigentes. Incluso Maura vaciló, porque la creación de la Mancomunidad, era una concesión a una sola región, al margen de cualquier reforma radical de todo el Estado español. Pese a ser limitada, esta autonomía permitió a Prat de la Riba, como presidente de la Mancomunidad, no sólo promocionar la personalidad cultural de Cataluña, sino también modernizar sus infraestructuras.
El movimiento de la Asamblea de Parlamentarios de 1917 se reunió en Madrid. Y entonces Cambó sacrificó cualquier perspectiva de reforma constitucional, a cambio de tener dos ministros en la variopinta coalición, que se formó en torno de García Prieto. Cuando ésta se vino abajo, y el sistema de partidos, fragmentado en faccionalismos, no pudo ofrecer ningún gobierno a Alfonso XIII, el Rey amenazó con abdicar. La quiebra total del sistema de la Restauración, se perfiló como una clara posibilidad, sólo evitada por la instauración de un gobierno nacional, presidido por Maura, al que se incorporó Cambó como ministro de Fomento.
La “Lliga” había entrado en la política española, con el objeto de adquirir poder e influencia en Madrid. Pero para poder convertirse en agente político en Madrid, y arrancar concesiones a sucesivos gobiernos débiles, la “Lliga” tenía que conservar su base de poder en Cataluña y Barcelona. Dicha base había sido organizada por Prat de la Riba, recayendo en Cambó la tarea de operar en el mundo político de Madrid. La muerte de Prat en 1917, fue un serio revés. Dos factores socavaron la hegemonía local de la “Lliga”. La izquierda nacionalista, mucho tiempo impotente y dividida, era a la sazón una fuerza indudable. Las juventudes de la “Lliga” consideraban a Cambó un “judas”, que había vendido Cataluña por un cargo en Madrid. Los jóvenes críticos abandonaron la “Lliga”, para crear Acción Catalana. A partir de ese momento, el catalanismo fue cada vez más proclive al republicanismo. La generación mayor de industriales, que había vivido la guerra social en Barcelona, olvidó la “Lliga” y dirigió sus miradas al Ejército. Puig i Cadafalch, sucesor de Prat en la presidencia de la Mancomunidad, acogió a Primo de Rivera en 1923, como salvador de España y de los intereses de los empresarios catalanes. Su recompensa fue la disolución de la Mancomunidad. Fue Esquerra Republicana, no la “Lliga”, la que logró que el gobierno de la II República, concediera el estatuto de autonomía a Cataluña en 1932. Cuando los “nacionales” se sublevaron contra la República, los hombres de la “Lliga” apoyaron a Franco, prefiriendo una vez más la protección de sus intereses económicos y sociales, a la defensa de los intereses de Cataluña.
Francesc Cambó
Muerta la “Lliga” en tanto que organización en 1923, su legado político fue heredado por el Presidente Pujol, que consiguió crear, donde Cambó había fracasado, un partido conservador de masas catalán, y obtuvo para Cataluña la autonomía que le permitió realizar el programa cultural, lingüístico y modernizador de Prat de la Riba. Por muy importante que haya sido la capacidad política de Tarradellas y Pujol, lo cierto es que tuvieron oportunidades, de las que carecieron Cambó y la “Lliga”. La oposición de Cataluña a Franco (Pujol mismo fue encarcelado) no sólo fortaleció allí el catalanismo; también logró simpatías democráticas fuera de Cataluña.
Pujol, escribió el profesor Miguel Caminal, “es nacionalista por sus dichos, pero no por sus hechos”. En La Vanguardia el 12 de Diciembre de 2000, Caminal consideraba a Prat nacionalista, “aunque la práctica política pratiana se mantiene en el regionalismo”, y detectaba tres posturas autonomistas: los que aceptan el Estado y la Constitución de 1978; los federalistas que quieren forzar una reforma constitucional, que produjera el pleno reconocimiento de un Estado plurinacional; y los soberanistas que defienden el derecho unilateral de la nación catalana, a decidir libremente su forma de organización.
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 26 de Septiembre del 2017.


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