Leyendo la Historia comprobamos, que todas las sociedades han tenido siempre, unas pautas morales y culturales de referencia que las articulan. Naturalmente esas pautas – la hegemonía cultural -, es así de duro, ha sido siempre fruto de las relaciones de fuerza, que determinan quien tiene la capacidad normativa, para incidir en la definición de los comportamientos adecuados e inadecuados.
También la Historia nos demuestra como una sociedad es más libre, cuanto mayor es su capacidad de inclusión. Una sociedad libre es una sociedad fuerte, porque puede integrar al máximo, sin poner en peligro su condición de ser. Pero una sociedad no puede ser libre sin el respeto a los demás. Y este es el límite. Y al mismo tiempo, como nos advertía Claude Levi-Strauss, una sociedad incapaz de generar su propia negatividad, es una sociedad sin futuro. Cerrarse sobre si misma, negar el derecho a la transgresión, es simple expresión de debilidad e impotencia. Es un síntoma manifiesto de carencia de autoestima, que no se sienta vergüenza al despreciar a una persona, simplemente porque no es como nosotros, porque nos estorba, porque no sabemos como relacionarnos con ella, porque no somos capaces de mirarla con los mismos ojos con los que miramos a los nuestros. La debilidad elude la complejidad, demanda discursos simples.
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Pepe Borrell |
A esta construcción del odio y la xenofobia, han contribuido dirigentes políticos, ideólogos e intelectuales que, en vez de buscar y afrontar las razones, que han movido a determinadas personas, a parapetarse tras la xenofobia, han preferido adularlas, asumiendo su discurso y su agenda, sin dar las batallas de las ideas – como nos recordaba ayer Borrell que no se ha hecho, con el relato del independentismo catalán – ni las de una sociedad abierta, en las que el odio al otro debería ser de modo natural, residual y despreciable.
Pues eso.
Palma. Ca’n Pastilla a 24 de Octubre del 2017.
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