Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

jueves, 4 de abril de 2019

CICERÓN Y KANT. MORAL Y DEBER

Por lo que he podido leer hasta hoy, son muchas las áreas de coincidencia entre Kant y Cicerón. Los dos pensaban que la ética estaba basada en la razón y era opuesta cualquier tipo de impulso, los dos rechazaban el hedonismo. Cicerón usaba frases como “conquistado por el placer” y “roto por los deseos”, para describir acciones que carecían de virtud o de carácter moral. Kant sostenía por su parte, que sólo eran morales las acciones realizadas únicamente por deber, mientras que una acción motivada por el placer no era moral. Así, tanto Cicerón como Kant, ofrecían una teoría de la moralidad basada en el deber.
Aunque Cicerón, al igual que Kant, consideraba que el deber y la virtud, son los conceptos fundamentales de la moralidad, el primero sostenía que todo lo que concordara con el deber resultaría, en última instancia, más placentero que lo que contradecía la virtud. A fin de cuentas, el deber, como todas las cosas, se deriva de la naturaleza:
“La naturaleza ha dotado a todos los seres animados, del instinto de defender su vida y su cuerpo, y de huir de todo lo que parezca perjudicial, de buscar por doquier y preparar, todo lo necesario para vivir, como el alimento, el albergue. Instinto común de todos los animales, es el apetito de unirse con el fin de procrear”.
Los deberes se basan, en último término, en estas tendencias. Las acciones realizadas por deber, pueden, por tanto, ser caracterizadas como “acordes con la naturaleza”. Lo que es nuestro deber es también lo que es natural, y el consejo ciceroniano de que sigamos siempre a la naturaleza, es seguramente el precepto más famoso de su filosofía moral.
Cicerón
Pero Cicerón no derivó sus deberes directamente de la naturaleza. Afirmaba que la naturaleza ha dotado de razón a los seres humanos, y la razón es su carácter esencial. Por lo tanto, los deberes están también basados en la razón. Para Cicerón no podía haber conflicto alguno, entre obedecer a la naturaleza y obedecer a la razón. Lo que es verdaderamente racional, es también natural.
Los hombres somos animales sociales, y necesitamos de los otros, no sólo para las necesidades de la vida, sino también por razones de compañía y de expansión. Necesitamos la aprobación de los demás, y la vida moral está fundamentalmente interesada por tal aprobación. No nos basta con ser tenidos por honestos o buenos, queremos también ser honestos y buenos. Los deberes deben ser derivados de ciertas “fuentes de honestidad”, que para Cicerón eran cuatro: 1) percepción de la verdad, 2) conservación de la sociedad humana, 3) grandeza y firmeza de un ánimo excelso e indomable, 4) orden y medida en todo cuanto se dice y hace. “Estas cuatro virtudes están unidas, de forma que una no puede existir sin la otra (“Sobre los deberes”).
Los deberes relacionados con la “vida comunal” tienen influencia sobre todos los otros. “Los deberes que tienen sus raíces en la sociabilidad, conforman más nuestra naturaleza, que los extraídos del aprendizaje”. Así, la firmeza del carácter sólo se revela cuando se lucha por la “seguridad del grupo”, pero no cuando lo que se persigue, es la propia ventaja de uno. Somos animales sociales, y la ética es el estudio de nosotros mismos dentro de la sociedad.
“Debe cada uno conservar escrupulosamente sus cualidades personales, no defectuosas, para guardar el decoro que buscamos. Obrar de conformidad con nuestro carácter particular, de suerte que, aunque haya otros más dignos y mejores, midamos nuestras inclinaciones con la norma de nuestra condición. Porque no es apropiado resistir a la naturaleza, ni perseguir lo que no se puede lograr” (“De Officiis”).
Lo que nuestra naturaleza sea, depende mucho de nuestro papel social. La sociabilidad o comunicabilidad es, según esto, el principio más importante del que se deriva el deber. Los deberes están así, esencialmente relacionados con el estatus social, con algo que es público, que es parte de la esfera de la “res pública” o la comunidad. Los deberes tienen poco sentido fuera de la sociedad.
Como hijo de un artesano que fue miembro de un gremio, Kant había experimentado directamente, la clase de disposición moral o “ethos” de la que Cicerón y Christian Garve (filósofo de la Ilustración, coetáneo de Kant) hablaban. Y esa disposición fue siempre, muy importante para él. Sin embargo, estimaba, no era fundamental para la moralidad. La honradez era para Kant, una forma de moralidad “meramente” externa, o una “honestidad externa”. Había comprendido con claridad, que esa virtud dependía de un orden social, y por eso la rechazaba como base de nuestras máximas. El fundamento de la obligación moral, decía Kant, no puede encontrarse “en la naturaleza del hombre, ni en las circunstancias en el mundo en que está puesto, sino que debe ser buscado ‘a priori’, únicamente en los conceptos de la razón pura”.
Kant
Una ética ciceroniana cuyos fundamentos se encontrasen en la vida común, y expresada por conceptos tales como los de la honorabilidad (“honesta”), fidelidad (“fides”), compañerismo (“societas”) y decoro (“decorum”) era demasiado superficial y afilosófica para Kant. Por esta razón, Kant terminó rechazando, no sólo a Cicerón, sino también a todos los que trataban de elaborar una ética ciceroniana. Los deberes morales, no pueden ser derivados en modo alguno, del honor o la honradez. Esos deberes están basados, en algo que reside en nosotros y sólo en nosotros mismos: el concepto del deber que se encuentra en nuestro corazón y en nuestra razón. La moralidad está referida, a lo que genuinamente somos o deberíamos ser, y eso no tiene nada que ver, según Kant, con nuestro estatus social.
Al rechazar la honorabilidad, Kant está rechazando también implícitamente, uno de los principios fundamentales de la sociedad en la que vivía. La distinción entre los diferentes estamentos, no tiene ninguna relevancia moral. Como agentes morales, todos somos iguales. Cualquier intento de defender, o justificar las diferencias sociales por apelación a la moral, debe ser rechazado igualmente. El conservador “statu quo” tiene que ser impugnado.
Kant, a mi parecer, está diciendo que también nosotros, debemos subordinar toda consideración personal, el amor a uno mismo y las pasiones, a la única meta a la que vale la pena aspirar: ser moral. Esta meta tiene poco que ver con el sentimiento, y si mucho con la razón.
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 18 de Enero del 2019


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