Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

jueves, 9 de mayo de 2019

PIERDEN LOS MAXIMALISMOS

La política de diálogo y combate contra las desigualdades, del PSOE con Pedro Sánchez al frente, ha sido premiada en las urnas. Los maximalismos y exclusivismos han sido severamente castigados. Los ciudadanos de este país, una vez más, han estado de acuerdo en que los problemas que nos afectan, son complejos y, por tanto, no tienen soluciones simples ni milagrosas.
Los tres partidos de la derecha han sacado el 44,34% de los votos y 149 diputados, cuando el PP de Rajoy y C’s en 2016, obtuvieron el 46,07% y 169 diputados. La triple derecha se ha quedado así, nada menos que a 27 escaños de la mayoría absoluta. Pero el fracaso de Casado ha sido mucho más espectacular, porque ha perdido la mitad de los diputados (de 137 a 66) y de sus electores (de 33% al 16,7%). Y por si fuera poco, el Senado ha pasado de una mayoría absoluta del PP, a otra socialista.
El PP no sólo ha perdido, sino que está viéndose obligado, a modificar a toda velocidad su discurso. Y su futuro como gran partido de la derecha está muy amenazado, algo así como nos pasó a nosotros en 2015 en la izquierda. Algunos barones peperos ya comienzan a remugar, y C’s ya le alienta en el cogote.
El segundo maximalismo que se ha llevado una buena bofetada es el de Podemos, que ha bajado de 71 diputados en 2016 a 42. Incluso si no contabilizamos los diputados de sus confluencias, que se han evaporado, la pérdida conjunta de Podemos y En Comú Podem (su franquicia catalana) es de 15 diputados. Muchas causan explican esta caída.
Si olvidamos las relacionadas con su origen: un artefacto de aluvión, que recogía los indignados de diversas madres, en absoluto amparados bajo un proyecto común, sin estructura entendible ya que no sólida, con el único fin del “sorpasso” al PSOE, hay otra muchas causas más actuales. La primera podría ser que la salida de la gran crisis económica (con el PIB creciendo desde 2014, y la creación de nuevos puestos de trabajo) ha demostrado que la democracia española, no es ni la ruina ni el desastre, que pintaban a brochazos. El mismo triunfo de la moción de censura, ya demostró que la corrupción sí importa a los ciudadanos. Y que la justicia española, muy lenta por muy garantista, al final llega y condena.
De verdad he sentido vergüenza ajena, contemplando al cruzado Pablo Iglesias, que en 2015 embestía lanza en ristre, contra el corrupto “régimen del 78”, debatir en la tele con la Constitución del 78 en la mano, cual paladín de la misma. Aunque fiel a su gusto por el extremismo, considerando a la misma no como un texto reformable, sino la Biblia intocable de este siglo. Todas las encuestas – incluso después de su buen desempeño en los dos debates – siguen señalando a Iglesias como el líder peor valorado. Puede que por su exceso de verbalismo y sus cambios radicales de discurso, puede que por las múltiples trifulcas internas y fugas de destacados compañeros, puede que porque su discurso sobre los buenos y los de abajo, siempre saqueados por los de arriba, la casta, ha entrado en flagrante contradicción, con hechos como la compra de un bonito chalé de clase media alta, en las afueras de Madrid.
Como bien nos recordaba el otro día Juan Tapia, circunstancias externas a España, tampoco han ayudado nada a Unidas. Lo sucedido en la UE, con la aceptación por la Grecia de Tsipras, con buenos resultados, de las recomendaciones europeas, ha dejado en muy mal lugar las tesis de Iglesias, sobre las economías europeas. Por lo menos yo no le he escuchado decir ni pío, de la salida, expulsión, de Varoufakis del gobierno griego, tras comprobar Tsipras que el desafío al BCE, llevaba a la salida del euro y a la catástrofe. Además, aunque queda muy claro que Podemos, no es culpable de lo que pasa ahora en Venezuela, la realidad es que los que defendían las democracias bolivarianas, no salen bien librados de la imagen horrorosa, que transmite hoy el régimen de Maduro.
El tercer maximalismo que sale trasquilado de las elecciones, más allá de las simples apariencias, ha sido el independentismo, aunque aquí los resultados sean menos unívocos: baja del 47% de las elecciones autonómicas del 2017, al 39%, pero respecto a las anteriores legislativas, las del 2016, sube del 32 al 39%. Estas elecciones como sabemos, han coincidido con el juicio en el Supremo, a nueve dirigentes secesionistas cuya sentencia – según los iluminados Torra y la ANC - debe producir por fin el “momentum” tan esperado, para una nueva proclamación de la independencia.
A nivel de Estado, los 22 diputados separatistas, irónicamente, pesarán mucho menos que los 17 anteriores, porque el PSOE puede construir diversas mayorías de gobierno, alguna de ellas sin la participación del independentismo catalán. Por ejemplo con Podemos, PNV, los canarios y el diputado regionalista de Revilla, llega de facto a la mayoría absoluta.
Más relevante quizá, es que dentro del secesionismo los hoy, al menos aparentemente, más pragmáticos y realistas, los ERC, suben de 9 a 15 y doblan así a los 7 fundamentalistas, que bajan 1 y ahora obedecen al ciudadano de Waterloo. Me parece que los dirigentes de la antigua CDC, ahora prisioneros de Puigdemont, tendrán que reaccionar sí o sí, después de las municipales, ya que muchos de los alcaldes de Convergencia, que no querían una ruptura clara con Puigdemont antes de las elecciones, después de las mismas van a exigir clarificación.
Nos recordaba el otro día Juan Tapia (colaborador en El Periódico) que la pura contabilidad canta. En el 2011 CiU, con el democristiano Durán Lleida como primero de lista, sacó 16 diputados en el Congreso y ahora, con el puigdemontismo, ha quedado reducido a sólo 7. Mientras, entonces la supuesta más radical ERC, ha pasado de 3 a 15. Modestamente por entonces, me atreví a profetizar que la conversión de Artur Mas al independentismo, iba a ser un negocio pésimo. Y ya sabemos que los catalanes, con los “negocis” no juegan.
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 7 de Mayo del 2019.


No hay comentarios:

Publicar un comentario