Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

lunes, 9 de septiembre de 2019

LA POLÍTICA. ACCIÓN Y DISCURSO (I)

Según el pensamiento griego, la capacidad del hombre para la organización política no es sólo diferente, sino que se halla en directa oposición a la asociación natural, cuyo centro es el hogar (“oikia”) y la familia. El nacimiento de la ciudad-estado – la “polis” griega – significó que el hombre recibía, además de su vida privada, una especie de segunda vida, su “bios politikos”. Así todo ciudadano pertenecía a dos órdenes de existencia, y había una tajante distinción, entre lo que era suyo (“idion”) y lo que era comunal (“koinon”).
No es mera opinión o teoría de Aristóteles, sino simple hecho histórico, que la fundación de la “polis”, fue precedida por la destrucción de todas las unidades organizadas que se basaban en el parentesco, tales como la “phratria” y la “phylé”. De todas las actividades necesarias y presentes en las comunidades humanas, sólo dos se consideraron políticas y aptas para constituir, lo que Aristóteles llamó “bios politikos”, es decir, la acción (“praxis”) y el discurso (“lexis”), de las que surge la esfera de los asuntos humanos, y de las que todo lo meramente necesario o útil, queda excluido de manera absoluta. La convicción de que estas dos facultades (acción y discurso) iban juntas y eran las más elevadas de todas, parece haber precedido a la “polis”, y estuvo siempre presente en el pensamiento presocrático.
A diferencia del concepto moderno, “grandes palabras”, en el pensamiento griego, no se consideraban “grandes” porque expresaran elevados pensamientos; por el contrario, si releemos las últimas líneas de “Antígona”, puede que la actitud hacia las “grandes palabras”, con las que replicar a los golpes que nos infringen los demás, enseñe finalmente a pensar en la vejez. El pensamiento era secundario al discurso, pero discurso y acción se consideraban coexistentes e iguales, del mismo rango y de la misma clase, lo que originalmente significaba, no sólo que la mayor parte de la acción política, hasta donde permanece al margen de la violencia, es realizada con palabras, sino algo más fundamental, o sea, que encontrar las palabras oportunas en el momento oportuno, es acción, dejando aparte la información o comunicación que lleven.
Aristóteles
Así el interés se desplazó de la acción al discurso, entendido más como medio de persuasión, que como específica forma humana de contestar, replicar y sospesar lo que ocurría y se hacía. Ser político, vivir en una “polis”, significaba que todo se decía por medio de palabras y persuasión, y no con la fuerza y la violencia. Para el modo de pensar griego, obligar a las personas por medio de la violencia, mandar en lugar de persuadir, eran formas prepolíticas para tratar con la gente cuya existencia estaba al margen de la “polis”, la gente del hogar y de la vida familiar, en las que el cabeza de familia gobernaba con poderes despóticos, o bien con los bárbaros de Asia, cuyo despotismo era señalado a menudo, como semejante a la organización de la familia.
Una vida sin acción ni discurso – nos recuerda Hannah Arendt en “La condición humana” – está literalmente muerta para el mundo; ha dejado de ser una vida humana, porque ya no la viven los hombres. Con palabra y acto nos insertamos en el mundo humano, y esta inserción es como un segundo nacimiento, en el que confirmamos y asumimos, el hecho desnudo de nuestra original apariencia física. A dicha inserción no nos obliga la necesidad, como lo hace la “labor”, ni nos impulsa la utilidad, como en el caso del trabajo. Puede estimularse por la presencia de otros, cuya compañía deseamos, pero nunca está condicionada por ellos; su impulso surge del comienzo, que se adentró en el mundo cuando nacimos, y al que respondemos comenzando algo nuevo, por nuestra propia iniciativa.
Actuar”, en su sentido más general, significa tomar una iniciativa, comenzar (en griego “archein”), poner algo en movimiento (del “agere” latino). Debido a que son “initium”, los recién llegados y principiantes, en virtud del nacimiento, los hombres toman la iniciativa, se aprestan a la acción. “Para que hubiera un comienzo, fue creado el hombre, antes del cual no había nada” decía San Agustín en su filosofía política. Pero ojo, este comienzo no es el mismo que el del mundo, no es el comienzo de algo, sino de alguien. Para San Agustín los dos eran tan distintos, que empleaba la palabra “initium”, para indicar el comienzo del hombre, y “principium” para designar el del mundo.
Hannah Arendt
El hecho de que el hombre sea capaz de acción, significa que cabe esperar de él lo inesperado, que es capaz de realizar lo que es infinitamente improbable. Y de nuevo esto es posible, debido sólo a que cada hombre es único, de tal manera que con cada nacimiento, algo singularmente nuevo entra en el mundo. Si la acción como comienzo, corresponde al hecho de nacer, si es la realización de la condición humana de la natalidad, entonces el discurso corresponde al hecho de la distinción, y es la realización de la condición humana de la pluralidad, es decir, de vivir como ser distinto y único entre iguales.
Acción y discurso están tan estrechamente relacionados, debido a que el acto primordial y específicamente humano, debe contener, al mismo tiempo, la repuesta a la pregunta planteada a todo recién llegado: ¿Quién eres tú? Este descubrimiento de quien es alguien, está implícito, tanto en sus palabras, como en sus actos. La mayoría de los actos, se realizan a modo de discurso. Pero en todo caso, sin el acompañamiento del discurso, la acción perdería, por así decirlo, no sólo su carácter revelador, sino también su sujeto.
Ninguna otra realización humana, requiere del discurso en la misma medida que la acción. En todas las demás, el discurso desempeña un papel subordinado, como medio de comunicación o simple acompañamiento, de algo que también pudo realizarse en silencio. Cierto es que el discurso es útil en extremo, como medio de comunicación e información, pero como tal podría reemplazase por un lenguaje de signos, como en el caso de las matemáticas y otras disciplinas científicas, o en ciertas formas de trabajo en equipo.
Pero esta cualidad reveladora del discurso y la acción, pasa a primer plano cuando las personas están “con” otras, ni a favor ni en contra, es decir, en pura contigüidad humana. Aunque nadie sabe a quien se revela, cuando uno se descubre a sí mismo en la acción y la palabra, voluntariamente se ha de correr el riesgo de la revelación. Sin la revelación del agente en el acto, la acción pierde su específico carácter, y pasa a ser una forma de realización entre otras. En estos casos, que con frecuencia se dan, el discurso se convierte en “mera charla”. Las palabras no revelan nada, el descubrimiento sólo procede del acto mismo, por lo que esta realización – como todas las realizaciones – no puede revelar al “quien”, a la única y distinta identidad del agente. La acción sin un nombre, sin un “quien”unido a ella, carece de significado, al contrario que una obra de arte, que mantiene su pertinencia, conozcamos o no el nombre del artista.
Pues eso.

(Continuará)

Palma. Ca’n Pastilla a 25 de Agosto del 2019.


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