Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

lunes, 2 de septiembre de 2019

LOS INTELECTUALES Y EL PODER (o la izquierda que no actúa)

La publicación por primera vez en castellano de “El oasis”, me ha llevado a un tema que siempre me ha interesado: la compleja relación de los intelectuales con el poder. Con su autora, Mary McCarthy, entré en relación, por su gran amistad con Hannah Arendt, uno/a de mis mentores filosófico políticos más relevantes.
Nos recordaba sobre ello Patricio Pron no hace mucho, que Alain Minc remontaba al siglo XVIII, la aparición del intelectual moderno en “Una historia política de los intelectuales”, persiguiendo esa figura desde el salón de Claudine Guérin de Tencin, hasta el ámbito de las redes sociales y el surgimiento de lo que él llama “el e-intelectual”.
¿Qué es un intelectual? podemos preguntarnos una vez más, aunque me temo que ese es un debate, de los que permanecen abiertos “in secula seculorum”. Para Edgar Wallace, por ejemplo, se trata de alguien que “ha encontrado algo en lo que pensar, además de en las mujeres”, pero – ha excepción de Bertrand Russell – me parece que ningún intelectual piensa mucho en ellas.
En “Santos y eruditos” el gran ensayista británico Terry Eagleton, recorría la distancia que separaba la cárcel de Kilmainham en Dublín, donde en 1919 fusilaron al líder obrero Jame Connolly, por su responsabilidad en el Alzamiento de Pascua, hasta una cabaña en la costa occidental de Irlanda, en la que el filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein, hace frente a una de sus crisis personales recurrentes. Wittgenstein padeció toda su vida, los inconvenientes de una mente excesivamente inquieta. En las biografías de Russell y de Wittgenstein, he disfrutado de verdad de las conversaciones entre ambos, que nunca fueron fáciles pero si extraordinarias. Recuerdo especialmente aquella, acerca de si un hombre podría tener un animal pequeño entre sus ropas, y no darse cuenta. Pero sobre ellas planean cuestiones centrales, para la comprensión de la figura del intelectual, como cual es su ámbito de intervención; en qué punto su cuestionamiento del estado de las cosas, torna inviable su participación en política; de qué manera su enfrentamiento con el poder, casa o no con su pertenencia a las instituciones, incluidas las universitarias.
W. H. Auden, Christopher Isherwood y Stephen Spender, tres de los escritores británicos más importantes del siglo XX, vieron interrumpida su amistad y el proyecto de vivir juntos, que los había llevado a instalarse en Sintra en 1935, cuando en poco menos de un año, el estallido de la Guerra Civil española, agudizó las diferencias políticas entre ellos: Auden se marchó a España para luchar por la República; Spender se casó con Inez Pearn (Elizabeth Lake), e Isherwood acabó refugiándose en Estados Unidos.
De esa historia nació “El oasis”, la novela que Mary McCarthy escribió en 1949, años después de casarse con Edmund Wilson (crítico literario, ensayista y estudioso del socialismo europeo) y romper con la “Partisan Review”, la revista estadounidense de inclinaciones comunistas en su origen, que desde 1934 y hasta entrada la década de 1970, sentó las bases de la discusión, entre los intelectuales de izquierda.
Hannah Arendt y Mary McCarthy
La novela de McCarthy, trata de la fundación de Utopía, una comunidad ficticia de corte liberal en Nueva Inglaterra, y de los debates entre sus habitantes, entre las facciones “realistas” y “puristas”. Una vez más, la historia de los vínculos de los intelectuales con el poder. Se trata de “dejar de hablar y pasar a la acción”, se dice en un cierto momento. Pero la verdad es que hablar, es prácticamente lo único que hacen los habitantes de Utopía. Su aspiración a contribuir a la concordia entre los hombres, se ve puesta en entredicho por su insalvable dificultad, para precisar los términos de una sociedad articulada, en la participación democrática de sus integrantes.
McCarthy convierte en el centro de su novela, la constatación de que muchos intelectuales, destinan la mayoría de sus esfuerzos, a determinar las imperceptibles diferencias entre ellos, ante que a “enfrentarse al poder”. El objetivo prioritario de una importante mayoría, de los que se autodenominan intelectuales, desde del Caso Dreyfus, es participar en las luchas que se refieren a la distribución del poder intelectual, es decir, a obtener el privilegio de ser considerado “Primus inter pares”. Y a ejercer en consecuencia, influencia sobre el conjunto de personas, que otorgan alguna credibilidad a ello. Todo, cualquier cosa, antes que enfrentarse de verdad a cualquier tipo de poder real.
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 17 de Julio del 2019.



No hay comentarios:

Publicar un comentario