Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

jueves, 16 de abril de 2020

CRITERIO DE FALSABILIDAD

Como el mismo Popper explica en su autobiografía “Búsqueda sin término”, no fue sino en 1928, después de su examen de tesis doctoral, cuando pudo juntar todas las piezas, y sus ideas anteriores encontraron su lugar.
Fue entonces cuando comprendió, por qué la errónea teoría de la ciencia, que había imperado desde Bacon – que las ciencias naturales eran las ciencias “inductivas”, y que la inducción era un proceso de establecimiento o justificación de teorías, mediante “repetidas” observaciones o experimentos – estaba tan profundamente arraigada. La razón era que los científicos, tenían que “demarcar” sus actividades de la pseudociencia, como también de la teología y de la metafísica, y habían tomado de Bacon el método inductivo, como su criterio de demarcación. Pero Popper ya había tenido en sus manos, desde hacía tiempo, un mejor criterio de demarcación: la contrastabilidad o falsabilidad.
De esta forma podía descartar la inducción, sin encontrarse envuelto, en problemas acerca de la demarcación. Y podía aplicar sus resultados, relativos al método de ensayo y error, hasta el punto de reemplazar, la entera metodología inductiva, por una metodología deductiva. La falsación o refutación de teorías, mediante la falsación o refutación de sus consecuencias deductivas, era claramente una inferencia deductiva. Este punto de vista, implicaba que las “teorías científicas, si no son falsadas, permanecen por siempre como hipótesis o conjeturas”.
Así se resolvió, por sí mismo, el problema total del método científico. Y con él, el problema del progreso científico. El progreso consistía en un movimiento, hacía teorías que nos dicen más y más, teorías de contenido cada vez mayor. Pero cuanto más dice una teoría, tanto más excluye o prohíbe, y mayores son las posibilidades de falsarla. Así, una teoría con un contenido mayor, es una teoría que puede ser más severamente contrastada. Esta consideración dio lugar, a una teoría en la cual el progreso científico, resultó consistir, no en la acumulación de observaciones, sino en el derrocamiento de teorías menos buenas, y su reemplazo por otras mejores, en particular por teorías de mayor contenido. Así pues, existía la competición entre teorías, una especie de lucha darwiniana por la supervivencia.
Pero además, la demarcación por significatividad frente a la carencia de significatividad, se limitaba a desplazar el problema. Como el mismo Círculo de Viena había reconocido, este criterio creaba la necesidad de otro criterio, de un criterio que distinguiese entre significado y carencia de significado. Y para ello habían adoptado (los del Círculo) la verificabilidad, que suponían ser lo mismo, que la susceptibilidad de prueba por enunciados de observación. Pero para Popper, esto era solamente, otro modo de establecer el criterio de los inductivistas, consagrado por el tiempo; no había diferencia real, entre las ideas de inducción y de verificación. Para Popper la ciencia no era inductiva, la inducción era un mito, que ya había sido destruido por Hume. Alfred J. Ayer se había preguntado: ¿Cómo podría decirse jamás, que una teoría era un galimatías, porque no podía ser verificada? ¿No sería necesario “entender” una teoría, para poder juzgar si podría o no ser verificada? Y ¿podría una teoría inteligible, ser puro galimatías? Todo eso llevó a Popper, a pensar que para cada uno de esos problemas, él tenía mejores respuestas que las de los integrantes del Círculo de Viena.
A Popper, durante mucho tiempo, según él mismo escribía, le pasó algo que, en mi escasa cultura científica, comprendo muy bien: le costaba entender que la gente tuviera gran dificultad, en admitir que las teorías fuesen – consideradas desde la lógica – lo mismo que las hipótesis. El punto de vista prevalente, era que las hipótesis son teorías aún no probadas, y que las teorías son hipótesis probadas.
Pero la cuestión decisiva en todo esto, el carácter hipotético de todas las teorías, es una consecuencia natural de la revolución einsteniana, que había mostrado que, ni siquiera la teoría más afortunadamente contrastada, tal como la de Newton, debería ser considerada como algo más que una hipótesis, una aproximación a la verdad.
Por aquel entonces, Popper se consideraba un kantiano no ortodoxo, y un realista. Interpretaba la doctrina kantiana, sobre la imposibilidad de conocer las cosas en sí mismas, en correspondencia con el carácter eternamente hipotético, de las teorías de su tiempo. En ética se consideraba, asimismo, kantiano. Y pensaba que su crítica al Círculo de Viena, era simplemente el resultado de haber leído a Kant, y haber entendido al menos, algunas de sus principales tesis.
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 23 de febrero del 2020.




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