Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

jueves, 2 de abril de 2020

TEORÍAS CONSPIRATIVAS

Entre lo mucho que se ha escrito ya sobre la pandemia que nos arrasa, me han llamado la atención, los comentarios sobre que el virus había sido liberado a propósito por China, o por los Estados Unidos, dependiendo de las afinidades ideológicas de cada cual. Yo nunca he sido aficionado a las conspiraciones, ni siquiera cuando vivía en primera línea de la política, donde sabía de sobra que de haberlas haylas.
Las teorías conspirativas han sido muy difundidas, a lo largo de la historia. Pero presuponen lo que es, a juicio de Popper y el mío, el opuesto mismo del verdadero objetivo de las ciencias sociales. La llamada “teoría conspirativa de la sociedad”, sostiene que los fenómenos sociales se explican, cuando se descubre a los hombres o entidades colectivas, que se hallaban interesados en el acaecimiento de dichos fenómenos, y que han trabajado y conspirado para producirlos.
Esta concepción proviene, según estimo, de la teoría equivocada de que todo lo que ocurre en la sociedad – como la guerra, el paro, la pobreza, la escasez… sucesos que no les gustan ni un pelo a la gente – es resultado directo del designio de algunos individuos y grupos poderosos. Como decíamos, esta teoría se halla ampliamente extendida y es más vieja, incluso, que el historicismo que, como lo demuestra su forma teísta primitiva, es un producto derivado de la conspiración. En sus formas modernas es, al igual que el moderno historicismo, y cierta actitud contemporánea hacia “las leyes naturales”, un resultado típico de la secularización de una superstición religiosa. Ya ha desaparecido, por supuesto, la creencia en los dioses homéricos, cuyas conspiraciones explicaban la historia de la guerra de Troya. Los dioses han sido abandonados sí, pero su lugar ha pasado a ser ocupado, por hombres o grupos poderosos – siniestros grupos opresores, cuya perversidad es responsable de todos los males que sufrimos – tales como los Sabios Ancianos de Sion, los monopolistas, los capitalistas o los imperialistas.
Ojo, no estoy afirmando en absoluto, que jamás haya habido conspiraciones. Muy por el contrario – como ya afirmaba al principio – sé perfectamente que estas constituyen fenómenos sociales típicos. Y adquieren importancia, por ejemplo, siempre que llegan al poder, personas que creen sinceramente en la teoría de la conspiración. Al tiempo que la gente que cree, que se halla dotada de la facultad de construir un paraíso en la Tierra, suele inclinarse por la teoría conspirativa, complicándose, a veces, en contraconspiraciones, dirigidas hacia conspiraciones inexistentes. Pues la única explicación que se les ocurre, para su imposibilidad de crear dicho paraíso, son las malignas intenciones del Diablo, que se halla especialmente interesado, en conservar el infierno.
Que existen conspiraciones, ya lo hemos repetido, no puede dudarse. Pero el hecho sorprendente que, pese a su realidad, quita fuerza a la teoría conspirativa, es que son muy pocas, las que se ven finalmente, coronadas por el éxito. Los conspiradores raramente, llegan a consumar su conspiración.
¿Por qué? ¿Por qué los hechos reales difieran tanto de las aspiraciones? Pues, simplemente, porque esto es lo normal en las cuestiones sociales, haya o no conspiración. La vida social no es sólo una prueba de resistencia entre grupos opuestos, sino también acción dentro de un marco, más o menos flexible, de instituciones y tradiciones, que determina – aparte de toda acción consciente opuesta – una cantidad de reacciones imprevistas dentro de dicho marco, algunas de las cuales son, incluso imprevisibles.
Una acción, que se desarrolle de acuerdo exactamente con su intención, no crea problema alguno a la ciencia social. La dificultad está en las involuntarias. Y para aclarar la idea de una acción involuntaria, podemos utilizar, a manera de ejemplo, una de las acciones económicas más primitivas. Si un individuo quiere comprar urgentemente una casa, podemos suponer con certeza, que no tendrá el menor deseo de elevar su precio de venta. Pero el sólo hecho, de que aparezca en el mercado como comprador, tenderá a subir los precios.
Como vemos, se desprende de aquí claramente, que no todas las consecuencias de nuestras acciones, son voluntarias o queridas y, en consecuencia, que la teoría conspirativa de la sociedad no puede ser cierta, pues equivale a sostener que todos los resultados, incluso aquellos que a primera vista no parecen obedecer a la intención de nadie, son el resultado voluntario de los actos de gente interesada en producirlos.
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 26 de Marzo del 2020.

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