Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

jueves, 9 de abril de 2020

LA REALIDAD DEL TIEMPO Y EL CAMBIO. EINSTEIN Y POPPER

La realidad del tiempo y el cambio, le parecía a Karl Popper, el punto esencial del realismo. Y esto se había considerado así, incluso por algunos oponentes idealistas del realismo, tales como Schrödinger y Gödel.
Popper nos relata en “Búsqueda sin término”, que una de las veces que visitó a Einstein en Princeton, acababa de publicarse el volumen de Arthur Schilpp “Einstein” en la Biblioteca de Filósofos Vivientes. En dicho volumen se incluía una contribución de Gödel, que luego se hizo famosa, que empleaba contra la realidad del tiempo y el cambio, argumentos extraídos de las dos teorías de la relatividad de Einstein.
Einstein, incluso en dicho volumen, se había mantenido siempre a favor del realismo. Y disentía claramente del idealismo de Gödel. Replicando que las soluciones de Gödel, de las ecuaciones cosmológicas, deberían haber “sido excluidas sobre la base de fundamentos físicos”.
Popper trató de presentar a Einstein (partidario de la teoría de Parménides, de que el mundo era un universo cerrado) de la manera más rigurosa posible, la necesidad de adoptar una actitud rotunda, contra cualquier concepción idealista del tiempo. Y también trató de mostrarle que, aunque la concepción idealista, era compatible tanto con el determinismo como con el indeterminismo, habría que tomar una postura clara, a favor de un universo “abierto”, un universo en el que el futuro no estuviera, en sentido alguno, contenido en el pasado o en el presente, aún cuando estos imponen severas restricciones sobre aquel. Popper argüía que no se debía permitir, que las influencias de las teorías de cada cual, llevara a renunciar, con demasiada facilidad, al sentido común. Pronto quedó claro, que Einstein no deseaba renunciar al realismo, que encontraba en el sentido común, los argumentos más sólidos en su favor.
Popper, recurriendo a los propios modos de Einstein, de expresar las cosas en términos teológicos dijo: “Si Dios hubiera querido colocar desde el inicio, cada cosa en el mundo, habría creado un universo sin cambio, sin organismos ni evolución, sin hombre y sin experiencia de cambio en el hombre. Pero, al parecer, pensó que un universo viviente con eventos inesperados, incluso para El Mismo, sería más interesante que un universo sin vida”.
Según nos cuenta el propio Popper, hizo todo lo posible por explicar, con toda claridad a Einstein, que una posición tal, no requería alterar su actitud crítica respecto a la pretensión de Bohr, de que la mecánica cuántica era completa; por el contrario, se trataba de una posición que sugería que podemos “siempre”, llevar más adelante nuestros problemas. Y que la ciencia en general, se presentaba como algo incompleto, en un sentido o en otro.
Siempre podemos continuar proponiendo cuestiones, “por qués”. Aunque Newton creía, por supuesto, en la verdad de su teoría, no creyó nunca que esa teoría ofreciera una explicación definitiva, y trató de dar una explicación teológica, de la acción a distancia. Por su parte Leibnitz, no creía que el impulso mecánico (acción a distancia evanescente) fuese lo definitivo. Y buscó una explicación en términos de fuerzas repulsivas; una explicación ofrecida posteriormente por la teoría eléctrica de la materia. La explicación es siempre incompleta, pues siempre podemos plantear otras cuestiones, otros “por qués”. Y la nueva cuestión, el nuevo “por qué”, puede conducir a una nueva teoría, que no solamente “explique” la antigua teoría, sino que la corrija.
Incluso si un día alcanzásemos un estadio, en el que nuestras teorías ya no estuvieran abiertas a corrección, porque fuesen simplemente verdaderas, todavía no serían completas, y nosotros lo sabríamos. Porque entraría en juego el famoso teorema de incompletud de Gödel: teniendo en cuenta el transfondo matemático de la física, se necesitaría, en el mejor de los casos, una secuencia infinita de tales teorías verdaderas, para responder a los problemas que en cualquier teoría (formalizada) serían indecibles.
Tales consideraciones, no prueban que el mundo físico objetivo sea incompleto, o indeterminado, muestran únicamente, la esencial incompletud de nuestros esfuerzos. Pero también muestran, que apenas es posible – si es que lo es en absoluto - que la ciencia alcance un estadio, en el que pueda suministrar un apoyo genuino, al punto de vista de que el mundo físico es determinista ¿Por qué no aceptar entonces – se pregunta Popper el veredicto del sentido común, al menos hasta que estos argumentos, hayan sido refutados?
Popper se enteró por sorpresa, de que Einstein pensaba que sus sugerencias relativas a la simplicidad (leer “La lógica de la investigación científica”) habían sido universalmente aceptadas, de suerte que todo el mundo sabía ahora, que la teoría más simple era preferible (“La navaja de Ockham”) debido a su mayor poder de excluir, posibles estados de cosas, o sea, por su mejor contrastabilidad.
Popper expresa claramente la gran impresión que le causó la personalidad de Einstein. La describe diciendo, que uno se sentía inmediatamente a sus anchas con él. Era imposible no creer en él, no confiar implícitamente en su franqueza, su bondad, su buen sentido, su sabiduría y su casi infantil simplicidad. Dice mucho de nuestro mundo – añadía Popper – y de EE. UU. el que un hombre tan poco mundano como él, no sólo sobreviviera, sino que fuera tan apreciado, y tan rodeado de grandes honores.
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 5 de Abril del 2020.


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