Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

jueves, 9 de julio de 2020

LA INTERFERENCIA DE LA OBSERVACIÓN

La función de probabilidad – nos explicaba Werner Heisenberg – combina elementos objetivos con otros subjetivos. Contiene afirmaciones acerca de posibilidades, o mejor dicho, tendencias (la “potencia” en la filosofía de Aristóteles) y estas afirmaciones son completamente objetivas, pues no dependen de ningún observador; y contienen afirmaciones acerca de nuestro conocimiento del sistema, las que, naturalmente, son subjetivas en la medida en que difieren según el observador. En casos ideales, el elemento subjetivo de la función de probabilidad, puede llegar a ser prácticamente insignificante, en comparación con el elemento objetivo. El físico habla entonces, de un “caso puro”.
Cuando en la investigación, llegamos a la observación, cuyo resultado podrá ser pronosticado por la teoría, es muy importante comprender que nuestro objeto de investigación, habrá de ponerse en contacto con el resto del mundo (el instrumental de medición y otros elementos) antes de la observación misma, o por lo menos, en el mismo instante de la misma. Esto significa, que la ecuación de movimiento para la función de probabilidad, contiene ahora la influencia de la interacción con el aparato de medida. Esta influencia introduce, un nuevo elemento de incertidumbre, ya que el aparato de medida debe ser, necesariamente, descripto en términos de la física clásica. Tal descripción, contiene todas las incertidumbres propias de la estructura microscópica del instrumento. Y puesto que el instrumento, está conectado con el resto del mundo, contiene, de hecho, las incertidumbres microscópicas del mundo entero. Estas incertidumbres pueden ser llamadas objetivas, en tanto que sean simplemente, una consecuencia de la descripción en términos clásicos, y no dependan del observador. Pueden ser llamadas subjetivas, en la medida que se refieren, a nuestro incompleto conocimiento del mundo.
Niels Bohr
Por esta razón, el resultado de la observación no puede, generalmente, ser pronosticado con certeza. Lo que se puede predecir, es la probabilidad de obtener cierto resultado de la observación. Y esta afirmación acerca de la probabilidad, puede ser verificada repitiendo la experiencia muchas veces. A diferencia de lo que ocurría en la física newtoniana, la función de probabilidad no describe un acontecimiento determinado, sino un conjunto de posibles sucesos.
La misma observación introduce en la función de probabilidad, un cambio discontinuo. Selecciona, de entre todos los acontecimientos posibles, el que efectivamente ha tenido lugar. Dado que nuestro conocimiento del sistema ha cambiado discontinuamente, por efecto de la observación, su representación matemática, también sufrirá un cambio discontinuo. Y es entonces, cuando hablamos de un “salto cuántico”. Cuando el viejo adagio “Natura non facit saltus”, se emplea como crítica de la mecánica cuántica, podemos responder que nuestro conocimiento puede cambiar repentinamente. Y esto es lo que justifica el uso del término “salto cuántico”.
Por consiguiente, la transición de lo “posible”, a lo que está “en acto”, se produce en el momento de la observación. Si queremos describir, lo que ocurre en un acontecimiento atómico, debemos comprender que el término “sucede”, sólo puede aplicarse a la observación, no al estado de las cosas entre dos observaciones. Podemos decir que la transición, entre la “potencia” y el “acto”, tiene lugar tan pronto, como se produce la interacción entre el objeto y el instrumento de medida, que no se relaciona con el acto de registrar el resultado, en la mente del observador. El cambio discontinuo en la función de probabilidad se produce, sin embargo, con el acto este de registrase en la mente, porque es el cambio discontinuo de nuestro conocimiento, el que tiene su imagen, en el cambio igualmente discontinuo, de la función de probabilidad.
También podría aceptarse, como sugirió Niels Bohr, que nuestro conocimiento, por ejemplo de una célula viva, puede ser complementario, del total conocimiento de su estructura molecular. Como un conocimiento completo de esta estructura, sólo sería posible, mediante operaciones que destruyen la vida de la célula, es lógicamente posible, que la vida impida una completa determinación de su estructura fisicoquímica básica. Sosteniendo tal punto de vista, sería probablemente recomendable, para la investigación biológica, no emplear otro método diferente, al que se ha venido siguiendo durante las últimas décadas: tratar de explicar cuanto sea posible, sobre las bases de las leyes fisicoquímicas conocidas, respetando la vida de la célula, y describir el comportamiento de los organismos celosamente, y sin prejuicios teoréticos.
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 20 de Junio del 2020.





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