Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

lunes, 2 de mayo de 2016

CARTA A UN PAR DE AMIGOS ATRIBULADOS

Queridos amigos:
Por lo que escribís os siento muy atribulados, enojados, angustiados, y me preocupa vuestra salud. Me da que habéis, espero que sólo de momento, olvidado a vuestro, nuestro, querido Montaigne, y su saludable y curativo escepticismo. A nuestra ya provecta edad, debemos estar atentos a los esfuerzos excesivos, a los que sometemos nuestro cerebro. La química puede ayudarnos. Pero más efectivo es releer los “Essais”, o el hermoso libro “Una vida con Montaigne” de Sarah Bakewell. Por supuesto no pretendo afirmar, que no os sobren hoy razones para la indignación y la tribulación (“Calamidad de los tiempos cuando los locos conducen a los ciegos”. Shakespeare “El Rey Lear”) yo mismo me siento afectado. Pero recordar la “ataraxia” de los griegos: “Ataraxia” significa equilibrio: el arte de mantener la estabilidad, de tal modo que no estés exultante, cuando las cosas te van bien, ni te hundas en la desesperación, cuando se tuercen. Alcanzar ese estado es controlar tus emociones, para no verte apaleado o arrastrado por ellas.
Acordaros de los pirrónicos helenos, cuando aseveraban que todo era discutible. No olvidéis que un escéptico siempre quiere ver pruebas, y que duda de cosas que las demás personas aceptan sin más. Que el escepticismo, como os decía, supone una forma sensacional de terapia. Los escépticos pirronianos tratan todos los problemas, a los que la vida les puede arrojar, mediante una sola palabra que actúa como resumen para esta maniobra: en griego “epoché”, que significa “suspendo el juicio”. O, en una traducción diferente al francés del propio Montaigne, “je soutiens”: “me contengo”. Suena tan consolador como la idea estoica o epicúrea de “indiferencia”, pero, como las demás ideas helenísticas funciona, y eso es lo que cuenta. La “epoché” actúa casi como uno de esos intrigantes “koans” del budismo zen (tan de moda no hace mucho, en ciertos círculos occidentales) breves y enigmáticas ideas o preguntas sin respuesta. El truco de la “epoché” te hace reír, pero sobre todo sentirte mejor, porque te libera de la necesidad, de encontrar una respuesta definitiva para cualquier cosa, objetivo únicamente perseguido por los esencialistas y dogmáticos, por esos partidarios actuales de las utopías regresivas, que por ahí pululan hoy.
Tampoco sobraría remitirse, una vez más, a la mayoría de los pensadores ilustrados, que lo que más temían de la religión (también aplicable a la política, cuando se desliza hacia el fanatismo y/o los esencialismos) era el daño real que podían causar las pretensiones, de una inspiración privada y personal. Eso que se llamó en el siglo XVIII “entusiasmo”, aunque naturalmente, el significado del término admite muchos matices. Según Hume, se trataba de una especie de histeria, por la que el “enloquecido fanático, ciegamente y sin reservas, se entrega a un supuesto trance, y a la inspiración que le llega de lo alto”, del líder demagogo que cabalga su desbocado ego.
La capacidad para empujar a los fieles, a los militantes, a la comisión de los disparates más irracionales en su nombre, convierte a la religión y a las políticas del absoluto y de las utopías, en un asunto no sólo disparatado, innecesario y decepcionante, sino también altamente destructivo.
Tercer Conde de Shaftesbury
Anthony Ashley Cooper, 3.er conde de Shaftesbury, veía en el estigma del “entusiasmo”, unido a la “superstición”, la fuente de lo que él identificaba como “pánico”, de Pan, el dios griego que excitaba la imaginación y los miedos sin fundamento, de sus enemigos. “Pánico” era el “entusiasmo”, reforzado por la aparente inclinación de todos los creyentes, a sostener que sus ideas acerca de la voluntad del Todopoderoso (del amado líder) son las únicas verdaderas, mientras que las otras, además de falsas, son tan peligrosas, que se hacen acreedoras de todos los horrores, que las iglesias y partidos políticos fundamentalistas de este mundo, han infligido a sus críticos. Y por tales razones, si queremos librar al mundo del “entusiasmo” religioso y político, “nunca sobrará el humor para tratar la religión y la política, ni la libertad y la familiaridad para examinarlas”. Puede que Shaftesbury, fuera demasiado optimista, al confiar en que un buen grado de educación y de ironía pacífica, acabaría con casi todo el fanatismo religioso y/o político.
Y para terminar no olvidéis a Heráclito, queridos amigos, cuando afirma que el fundamento de todo está en el cambio incesante. Que el ente deviene, y todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción, al que nada escapa. “En los mismos ríos entramos y no entramos, [pues] somos y no somos [los mismos].
Un afectuoso abrazo,

Palma. Ca'n Pastilla a 2 de Mayo del 2016.


2 comentarios:

  1. Estimado Emilio,

    Enhorabuena por tu magnífica entrada repleta de referencias que invitan a la reflexión sosegada. Lo cierto es que al leerte me he visto reflejado en tus palabras, especialmente, en aquéllas referidas al modo en cómo percibes últimamente a los tuyos, a los más jóvenes, pues, me he dado por aludido cuando hablas de "enojados"; ciertamente es así - a la vista está-.. Me veo reflejado en tus palabras porque desde que me he metido de lleno en la preocupación por la política, siento muy a menudo la necesidad de los silencios. Quizá, por el atrevimiento de la juventud, aún conservo una visión románticadel entusiasmo. La mística del "dios-en-mí", que es la etimología exacta de la palabra "entusiasmo". Los griegos se entusiasmaban bebiendo vino en honor a baco, y Platón hablaba del amor como una suerte de rapto divino entre enamorados. ¿Y qué decir del"Entusiasmémonos" proclamado por Baudelaire comoantídoto contra el tedio? Todos esos románticos, tan opuestos al ideal de la imperturbabilidad del ánimo estoica, se estamparon, tal y como demuestran sus propias biografías,contra su propio sino.

    Epícteto afirmaba que las cosas por sí mismas, no hacen daño ni nos ponen trabas. Que, en última instancia, lo que nos espanta y aflige no son los acontecimientos exteriores por sí mismos, sino la manera en que pensamos acerca de ellos.

    Un abrazo Emilio!!

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    1. Querido Carlos:
      Mil gracias por responder aquí.
      La verdad es que no pensaba en los jóvenes, al escribir estas líneas. Más bien en un par de amigos (un "par" castellano, o sea dos; no en un "parell" mallorquín) de mi quinta, que andan hoy muy atribulados. Se sitúan en el ámbito de Podemos, aunque no sé si están afiliados, pues jamás pregunto por la afiliación religiosa o política de nadie. Pues como me decía mi padre: los amigos lo son o no, al margen de sus creencias.
      Yo mismo soy muy dado al "entusiasmo" y/o al "romanticismo". Pero con el tiempo creo haber entendido que son "emociones", y que las emociones hay que controlarlas con un cierto escepticismo. De ahí lo de "un escéptico apasionado" del título del Blog.
      Y absolutamente de acuerdo contigo y Epícteto: "lo que nos espanta y aflige no son los acontecimientos exteriores por sí mismos, sino la manera en que pensamos acerca de ellos".
      Un afectuoso abrazo,

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