Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

miércoles, 25 de mayo de 2016

“JE NE REGRETTE RIEN”. A PROPÓSITO DE OTEGUI.

En estos días en que tanto se habla, para bien o para mal, de Arnaldo Otegui, he recordado algunas reflexiones, que el gran Claudio Magris, uno de mis autores preferidos, escribió allá por el lejano 8 de agosto del 2000, en el “Corriere della Sera”.
Recordaba Magris, la famosa canción de Edith PiafNon, je ne regrette rien”. Y a partir de la misma, hacía una serie de consideraciones sobre ese no renegar de nada, y sobre la asunción de responsabilidades. Escribía Magris, que incluso quien carece de valor, tiene que afrontar, antes o después, el balance de su existencia. Y tiene que saber aceptarla íntegramente, aun reconociendo, confesando y condenando sus equivocaciones y sus culpas, sin reprimir nada, sin disfraces y sin exhibicionismos, sobre todo sin engañarse a sí mismo.
Esta asunción de responsabilidad, afecta a todos los aspectos de la vida, privada y pública; y afecta también a la política, terreno en el que es tan fácil dejarse deslumbrar, salvo que tengas muy claro porque estás en ella. Y caer en el deslumbramiento, es frecuentemente desastroso, porque afecta al destino, a la vida y a la muerte de muchas personas y, a veces, a colectividades enteras. Los totalitarismos, en particular, deslumbran con facilidad incluso a inteligencias agudas y generosas; grandes y nobles escritores, filósofos, juristas, científicos… sintieron simpatías por el nazismo o por el estalinismo.
Un problema parecido se les presentó en Italia, a muchos de los que habían militado en la extrema izquierda no parlamentaria, compartiendo por los menos las consignas de revocar, con los medios que fuera, incluso violentos, el sistema capitalista burgués, y sus instituciones democráticas y liberales; y luego se encontraron, de la noche a la mañana, desempeñando cargos de poder de ese mismo “sistema”, e identificándose con él. No son pocos los ex militantes de movimientos, que por lo menos apoyaban el terrorismo rojo, que luego en Italia, España, Francia y Europa en general, ocuparon puestos de relieve en la jerarquía social. (Toni Negri, líder de Autonomía Obrera, condenado por pertenencia a banda armada, expreso su solidaridad con Berlusconi. Corriere della Sera, 5 Mayo 2003).
Arnaldo Otegui
El extremismo revolucionario, completamente al margen del contacto real con la sociedad y sus procesos, como era el extremismo de los ensangrentados años setenta es, a menudo, la lógica premisa para un posterior transformismo reaccionario. Quien aspira a la revolución total e inmediata, al mundo definitivamente redimido para mañana por la mañana, ignorando el trabajoso e interminable esfuerzo, que hace falta para crear justicia e igualdad, al día siguiente por la mañana, cuando ve que la revolución no ha tenido lugar, que el Mesías no ha llegado, se va al otro extremo y se convence a sí mismo, de que la situación existente es inmodificable, y de que es inútil cualquier intento de mejorarla. Y escupe con escarnio, en los ideales en los que había creído ciegamente.
Esto puede ayudarnos a comprender, por qué muchos aficionados a las barricadas, de finales de los años sesenta o setenta, son hoy agresivos exponentes de la derecha, o satisfechos hombres del establishement. (Sobre esto escribí algo en mi Blog: http://senator42.blogspot.com.es/search/label/Chaqueta%20cambios%20de).
Naturalmente cada caso individual es diferente y no se puede generalizar; ese itinerario ha sido recorrido, según los casos, con dignidad, con descaro o con inconsciencia. Pero quien predica que hay que destruir los libros, porque son portadores de la falsa consciencia burguesa, como sucedía en el 68, es fácil que acabe, más tarde, por leer o escribir los libros más burguesitos, que uno se pueda imaginar.
Haber creído, en aquellos años, en el desmantelamiento subversivo del Estado, de la sociedad y el sistema democrático, en la lucha armada, y haber colaborado activamente en ese ataque, aunque hubiera sido sin cometer personalmente, violencias ni delitos, es una responsabilidad que requiere, un verdadero examen de conciencia. Aunque sólo fuera porque aquello era un espejismo, y haber creído en él, debiera llevarnos, como mínimo, a la autocrítica de nuestra capacidad de juicio político-social.
Era legítimo desear la derrota del Occidente capitalista, pero era ridículo creer, en su inminente derrumbe. Quien ha sido líder de una lucha perdida, no es menos digno de respeto, que quien estaba en el otro lado, y tiene derecho a cambiar de idea, y a ir con la cabeza alta, pero quizá no debiera pretender, ser líder también, de las fuerzas contra las que antes luchaba, y que son ahora vencedoras. Quien cambia de idea o se “convierte”, puede merecer nuestro respeto, pero depende del estilo con que lo haga. “Si Togliatti – escribe Magris – se hubiera convertido al Partido Republicano, yo, como elector de aquel viejo partido del “resurgimiento” italiano, me habría alegrado, pero me hubiera parecido discutible, si también hubiese querido convertirse, de inmediato, en su secretario”.
A veces los extremistas arrepentidos y convertidos, parece que pretenden haber tenido razón entonces, y tenerla también hoy, como si entonces hubiera estado bien ser violento y/o incluso asesinar, y hoy, sólo hoy, estuviese bien sentir horror por ello. Si alguien razona o siente de ese modo, cabe sospechar que reniega de aquel pasado, exclusivamente porque su causa ha perdido la batalla, y no porque considere que fuera, en sí misma, errónea o injusta. La falta de “pietas” (como dice Magris) que implica un real y despiadado examen de conciencia, se pone de relieve también, en el encarnizado odio, con el que muchos ex revolucionarios (o pseudo-revolucionarios) de ayer, denigran hoy todo lo que huele, aunque sea vagamente, a socialismo y a izquierda democrática, todo planteamiento, aunque sea moderado, de progreso social.
Pero en general, en esas reacciones resuena poco dolor. Este se percibe más bien, a mí entender, en quien, aun enfrentándose con todas las desilusiones y los errores, ha permanecido fiel a esa idea de “redención”, que había entrevisto en el comunismo o en el “abertzalismo”, y no los tira por la borda, ni se tira él, sin esconderse a sí mismo, las culpas y las catástrofes de esas ideologías, y sin hacer como si no tuviera nada que ver con ellas. Decir “Je ne regrette rien” es siempre doloroso, porque muchas de las cosas que llevamos a cuestas, son pesadas mochilas, y nos sería muy cómodo desembarazarnos de ellas, dárnoslas de buenos chicos, como mucho un poco tarambanas.
Pues eso.

Palma. Ca´n Pastilla a 24 de Mayo del 2016.


6 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  2. Por eso no me creo a Otegi. Por eso no me fio. En general no me creo a esta gente sobre todo por como han estado retorciendo el lenguaje para no llamar a las cosas por su nombre, que da para escribir un libro, al igual que su cinismo. Mientras mataban a miguel angel blanco otegi estaba en la playa de zarauz. Al margen de la aberración filosófica que supone el término izquierda... abertzale

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  3. Pues sí Kepa. No es fácil creer al que retuerce el lenguaje, al cínico, al que cada semana cambia de opinión... Ni a los que pervierten el pensamiento político, agrupando conceptos excluyentes como izquierda y nacionalismo. En fin.
    Un afectuoso abrazo,

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  4. El comentario que he eliminado, estaba literalmente repetido.
    Jamás eliminaré un comentario, por estar en contra de lo que escribo. El debate y el contraste de opiniones, me parece consustancial con la democracia.

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  5. Hola Emilio. Ayer te escribí desde mi móvil y no se por qué pero se envió dos veces. El caso es que Otegi es un tío majo, y diría que posiblemente es de lo mejor que tiene EH Bildu en estos momentos. El resto, a los que no se si conoceréis son infinitamente más perversos: Pernando Barrena, Rufi Etxebarria, Joseba Permach....

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  6. Sí parece un tipo majo Kepa. Pero estarás conmigo en que ese no es el problema. Yo también tengo aún amigos muy majos, que en los años setenta, apoyaban la linea de las Brigadas Rojas en Italia, y la Baader Manhof en Alemania. Hoy les parece que aquello, más que un error político, fue una salvajada. Si continuaran aún en la política activa, les pediría que hicieran autocrítica pública. Pues no podrían pretender haber tenido razón entonces, y tenerla también hoy en su postura ya democrática. Que no se puede estar en misa y repicando al mismo tiempo.
    Un abrazo,

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