En su célebre “Ética”, Spinoza desarrolla una antropología basada en el individuo. Lo analiza en un contexto que llamaríamos pre-político – llamado también “estado de naturaleza”, en el cual no hay ni ley ni religión, ni bien ni mal – en el que todo el mundo tiene derecho a hacer lo que sea para subsistir. Según las famosas palabras de Hobbes, la vida en el “estado de naturaleza” es solitaria, menesterosa, punible, casi animal, y breve. En tanto en cuanto se supone que somos criaturas racionales, comprenderíamos rápido que mejor haríamos, aunque fuera desde un punto de vista puramente egoísta, en llegar prestos a un acuerdo entre nosotros, para limitar nuestros deseos antagonistas, y la búsqueda desenfrenada del interés personal. En resumen, que nuestro mayor interés personal, consistiría en vivir bajo la ley de la razón, antes que bajo la de la naturaleza. Lo cual nos llevaría a confiar a un soberano, nuestro derecho y nuestro poder naturales de hacer todo lo que nos es posible, para satisfacer nuestros deseos. Dicho soberano – sea un individuo, un Rey; un pequeño grupo de individuos, una oligarquía; o el cuerpo político en su totalidad, una democracia – será absoluto, y la extensión de sus poderes no sujeta a restricciones. Se encargará de obligar a todos los miembros de la sociedad a respetar el acuerdo, esencialmente utilizando su temor a las consecuencias, de una ruptura del “contrato social”.
Nos advierte Spinoza, que la obediencia al soberano no contraviene nuestra autonomía, puesto que siguiendo los mandamientos del mismo, seguimos a una autoridad que libremente hemos admitido, cuyas órdenes no tienen otro objetivo, mas que nuestro propio interés racional. Se lee en la “Ética”: “Puede ser, pensará alguno, que de esta forma nos convertimos en esclavos, dado que se considera como tal a todo el que actúa siguiendo órdenes de otro, y como “libre” al que gestiona su vida a su manera; lo cual no es absolutamente cierto. Pues, en realidad, aquel al que su placer conduce así, y es incapaz de ver lo que le es útil y hacerlo, es desde cualquier punto de vista, esclavo; únicamente es libre aquel que vive, con todas sus fuerzas, exclusivamente conducido por la razón. En cuanto a la acción llevada a término por mandato, es decir la obediencia, suprime la libertad de una cierta forma, pero no cae en el campo de la esclavitud: es únicamente el objetivo de la acción el que nos hace esclavos. Si la finalidad de la acción es la utilidad, no ya del que actúa, sino de quien la ordena, entonces sí el agente, el actuante, es esclavo e inútil a si mismo. Pero en una república y un Estado en el cual el bienestar de todo el pueblo, y no el del jefe, es la ley suprema, aquel que obedece en todo al poder soberano, no puede ser tildado de esclavo inútil a sí mismo, sino de ciudadano”.
El tipo de gobierno más susceptible de adoptar leyes fundadas en la sana razón, y servir los fines para los cuales un gobierno ha sido instituido es, en opinión de Spinoza, la democracia. Es la forma “más natural” de gobierno, surgido del contrato social, dado que en una democracia la gente se pliega únicamente, a las leyes que emanan de la voluntad general del cuerpo político, y no a los abusos del poder. En una democracia, la racionalidad de las órdenes del soberano está prácticamente garantizada, pues es muy improbable que una mayoría de ciudadanos, se ponga de acuerdo sobre un proyecto irracional.
Debe haber no obstante, “algunos” límites para los discursos. Los discursos sediciosos, que impelen a los individuos a anular el contrato social, no deben ser permitidos. Ciertos “inconvenientes” pueden nacer, sin duda alguna, de una libertad excesiva. Pero quien quisiera arreglarlo todo mediante la ley, “irritará más lo vicios, que corregirlos”. En un pasaje que prefigura la defensa utilitarista de la libertad, que John Stuart Mill hará dos siglos más tarde, Spinoza añade que “esta libertad es muy necesaria, para el desarrollo de las ciencias y las artes, ya que estas últimas no pueden ser practicadas con éxito, más que por aquellos cuyo juicio es libre y exento de prevención”. No olvidemos que estas reflexiones las expresa Spinoza en pleno siglo XVII, lo que ahí es nada.
En su “Tratado teológico-político”, uno de los alegatos más elocuentes a favor de un estado democrático secular, en la historia del pensamiento político, Spinoza – muy concernido por las cuestiones que abordaba – contrariamente al tono generalmente frío de la “Ética”, expresa sus sentimientos con fuerza y sin ambigüedad alguna.
Pues eso.
Palma. Ca’n Pastilla a 19 de Noviembre del 2018.
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