Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

miércoles, 27 de marzo de 2019

JUSTICIA RETROSPECTIVA

La carta de López Obrador a Felipe VI, no pasará de mera anécdota, de tal manera que no interesará mucho a los ciudadanos. Pero para los historiadores es algo más que una anécdota, pues, una vez más, se manosea la historia, por intereses espurios.
Los problemas con la historia comienzan, cuando se trata de utilizar el pasado para manipular el presente, y no para explicarlo. El presentismo histórico, es decir, la crítica de los hechos del pasado, con la mentalidad, los valores y la información del presente, sólo conduce a la distorsión de ambos.
No volveré a decir que López Obrador me parece un tanto populista, y que ha utilizado la mencionada carta, como elemento de propaganda interna. Pero si me permitiré repetir aquí, algunas manifestaciones de historiadores. “López Obrador se educó, cuando los libros de texto de la escuela, decían que todos los mexicanos descendemos de los mexicas” (Alfredo Ávila). “Al final (la carta) refleja lo que él aprendió en la educación pública. La forma en que lo expresó el presidente, es reflejo de una educación muy tradicional, empujada por el Estado después de la revolución, que tiene un marcado peso indigenista. Es una deformación de la realidad histórica, una manipulación y un uso político de la historia” (Martín Ríos). “La sensación que tengo con la declaración de López Obrador, es que tiene algún problema interno, y quiere agitar fantasmas para resolverlo. Con ello, mueve el nacionalismo mexicano” (Jesús Bustamante).
Todo esté debate pudo comenzar un 12 de Octubre de 1492, cuando Cristóbal Colón, al frente de tres carabelas y menos de 100 hombres, arribaron a desconocida tierra firme en la Isla de san Salvador (hoy Bahamas). Ese día comenzó la forja del imperio español americano. Fue, sí, obra de conquista y ocupación, devenida muy pronto en labor de colonización y aculturación (religiosa e idiomática). Un proceso histórico similar, al de otras expansiones imperiales en el viejo mundo, desde la formación del mundo helenístico, hasta la constitución del Imperio Romano.
En este proceso tuvo un papel determinante, “ça va sans dire”, la expansión militar, con sus gestas y atrocidades, verídicas o exageradas. Esa es una faceta siempre destacada, por las visiones catastrofistas y la leyenda negra antiespañola de origen protestante, como si las restantes experiencias imperiales, hubieran sido diferentes por su desarrollo pacífico y más humanitario.
Como explica muy bien Enrique Moradiellos (catedrático de historia, nada sospechoso de imperialismo y/o nacional catolicismo) también es cierto que aquella conquista tuvo un éxito fulgurante, porque se inscribió en “una guerra de indios contra indios” (Bernat Hernández). Y en ella los españoles, aprovecharon muy bien las fisuras internas de los pueblos indígenas enfrentados entre si. Articularon alianzas con sus facciones y consiguieron así, someter imperios mediante una combinación de fuerza, diplomacia, astucia y golpes de fortuna.
Exclusivamente de esta manera, podemos entender que en 1521, el poderoso imperio azteca de México y su propia capital (Tenochtitlán, con más de 200.000 habitantes) cayeran bajo el poder de Hernán Cortés y sus 500 soldados, 100 marineros, 30 caballos y 10 cañones. Aunque no hay que olvidar un dato determinante: los contingentes indígenas que se les sumaron, por su oposición al brutal dominio azteca, como fueron el millar de guerreros totonacas, o los 3.000 guerreros tlaxcaltecas.
Algo similar sucedió con el imperio inca en la cordillera andina, que contaba con la friolera de 14 millones de súbditos. Pero estaba al borde de la guerra civil, y afrontaba la hostilidad de grupos étnicos sometidos, como los cañaris, los limas o los charcas.
El resultado asombroso de todas esas operaciones, fue la rápida expansión española por el continente, con un número muy reducido de hombres, que contaba, eso sí, con una evidente superioridad tecnológica militar. Pero a ello hay que sumar, la ayuda de la sorpresa que provocó su audacia. Y asimismo, como hemos dicho, las alianzas con los grupos étnicos sometidos cruelmente a los imperios precolombinos.
Muy interesantes son los últimos estudios históricos, publicados sobre la colonización española de América Latina, que han puesto de relieve, que la labor de conquista, evangelización e hispanización, fue obra en su mayoría de personas cultivadas, que llevaron a aquellas tierras, las formas de vida de la Europa renacentista.
A tenor de todo ello, no me parece posible concebir América, en su pluralidad, sin esa identidad occidental. Y entiendo que es una quimera anacrónica, pensar en deshacer su historia, bajo la ilusión de impartir justicia retrospectiva, quinientos años más tarde.
Pues eso.


Palma. Ca’n Pastilla a 27 de Marzo del 2019.


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