Leyendo a G.E. Moore

Leyendo a G.E. Moore
Ca'n Pastilla 27 Marzo 2016

jueves, 25 de julio de 2019

CONVERSIÓN. "METÁNOIA"

Por las epístolas de San Pablo, sabemos que en las primeras asambleas cristianas, se reunían los creyentes para buscar la verdad. Pero esta supuesta verdad, creían encontrarla precisamente en lo extrarracional. Algunos de los presentes, cayendo en paroxismo y frenesí, comenzaban a pronunciar palabras sin sentido, que luego otros se encargaban de interpretar. A esto se llamó el don de hablar lenguas y eso, precisamente ese arrebato demencial, se consideraba divina inspiración. Todavía hoy podemos presenciar como algunos desesperados de la cultura, se revuelven contra ella y declaran caducadas, abolidas sus leyes y sus normas. Muchos, demasiados, se sienten halagados porque la cultura que es, ante todo, un imperativo de autenticidad, pero les pesa demasiado, se ve abolida, encontrando en ello una especie de permiso para echar los pies por alto, ponerse fuera de sí, y saltarse todas las mínimas reglas de la convivencia.
Las situaciones extremas, que inundan al hombre de azoramiento, le desequilibran y le desorientan, llevan con igual facilidad a lo mejor y a lo peor. La vida parece haberse hecho equívoca y son tiempos de inautenticidad. Ortega nos recuerda que el origen de las crisis, es precisamente haberse el hombre perdido, porque ha perdido el contacto consigo mismo. De aquí pues que abunde en esta época, una fauna humana sumamente equívoca, llena de farsantes, histriones y, lo que es más grave, que no podamos estar ciertos de si un hombre es o no sincero. Son tiempos turbios. Recordamos en el siglo XV a Agrippa (no confundir con el general romano), Savonarola, Paracelso… ¿Qué fueron aquellos hombres? ¿Embaucadores, taimados o sabios auténticos y héroes?
Marsilio Ficino
Lo más probable es que fueran lo uno y lo otro, pero no por casualidad o defecto personal, sino porque la vida desorientada, no nos permite posiciones firmes y estables, en las que, de una vez para siempre, encajemos con nosotros mismos. Se está – lo he escrito alguna vez – en la divisoria de dos mundos, de dos formas de vida, y vamos de la una a la otra. De ahí, han deducido algunos grandes maestros, las contradicciones de muchos de los renacentistas: hoy son paganos, naturalistas; mañana vuelven a ser cristianos. Nada más frecuente en aquel tiempo, me parece, que las biografías divididas por la mitad, en una primera etapa libertina y mundana, y una segunda de ascetismo, en la que reniegan de la primera. Así Boticelli, por ejemplo; así el que quizá representa mejor la época, el encantador Pico della Mirandola, cuya vida comienza en un “crescendo”, y acaba en la tristeza y la desolación. Sus vidas, como decimos, se hallan en equilibrio inestable: “piétine sur place” dicen los franceses. El propio Marsilio Ficino, uno de los hombres más serios del Renacimiento, no resiste a las angustias de una enfermedad. Hace un voto a la Virgen, sana y, en vista de ello, reconoce en el caso un signo divino, que le hace ver como la filosofía, no basta para salvar el alma: arroja al fuego su comentario de Lucrecio, y decide dedicar toda su labor, al servicio de la religión. Por su parte Coluccio Salutati alardea de estoicismo, es decir, de irreligión, pero se muere su mujer y regresa a la fe. Pero el dolor pasa, y vuelve a construir frases estoicas.
El anticipador de la crisis, el primero que la sintió – ya en la primera mitad del siglo XIV – fue Petrarca. En él encontramos ya todos los síntomas, que luego devendrán mostrencos. Es un desesperado en quien, de pronto, brotan arbitrarios entusiasmos. Sus gestos de melancolía – de “accidia” – como él la llamaba, nos recuerdan a Chateaubriand. “Sento sempre nel mio core un che d’insodisfatto”.
Constituida así la vida, por semejante inestabilidad, extremismo y dialéctica, será sumamente frecuente a lo largo de la historia, ese vuelco integral y subitáneo, que llamamos “conversión”. La conversión – nos recordará Ortega – es el cambio del hombre, no de una idea a otra, sino de una perspectiva total a la opuesta: la vida, de pronto, nos aparece vuelta del revés. Lo que ayer arrojábamos a las llamas, hoy lo adoramos. Por eso – en palabras de Juan Bautista, de Jesús, de San Pablo – “metanoeite”, convertíos, arrepentíos, es decir, negar todo lo que erais hasta este momento, reconoced que estáis perdidos. De esa negación saldrá el hombre nuevo, que hay que construir. San Pablo usa con frecuencia este término: construcción edificación, “oikodumé”. Del hombre puro escombro, ruina, hay que levantar un nuevo edificio. Pero la condición previa para ello, es que el hombre abandone las posiciones falsas en la que está, y vuelva a sí mismo, a su íntima verdad, que es el único terreno firme: esto es la “conversión”. De esta manera la “metánoia” o conversión, vendría a ser por lo pronto, lo que Ortega denominaba “ensimismamiento”, volver a sí.
A mi parecer esa voz, convertíos o ensimismaos, convendría gritarla a los muchos, que hoy se dejan arrebatar por el vano vendaval de extremismos a derecha o izquierda. Esos que parecen pedir que se les engañe, que no están dispuestos a entregarse sino a algo falso.
Pico della Mirandola
Hubo un tiempo sí, en mis años mozos, en el que la repulsa del extremismo, suponía sin más que se era conservador. Pero hoy, para bien o para mal, ya sabemos que no es así, que el extremismo es indiferentemente avanzado o reaccionario. Mi repulsa al mismo, de siempre, también cuando era joven, no procede de que yo sea conservador, jamás lo he sido, sino de que ya de joven, apreciaba en él un sustantivo fraude vital.
Los historiadores hemos estudiado, que todo extremismo acaba fracasando inevitablemente, porque consiste substancialmente en negar, menos en un par de puntos, todo el resto de la realidad vital. Pero este resto, como no deja de ser real porque algunos lo nieguen, vuelve, regresa siempre, y se nos impone queramos o no. La historia de todo extremismo, no deja de ser de una monotonía verdaderamente muy triste: consiste en ir asumiendo y pactando, con todo lo que había pretendido eliminar. Y porque triunfar, verdaderamente triunfar, no es posible a ningún extremismo, sino en la medida en que va dejando de serlo.
Pues eso.

Palma. Ca’n Pastilla a 9 de Julio del 2019.



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